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El legado de Amadeo Carrizo, un arquero que cambió la forma de atajar

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Amadeo Carrizo

UNA LEYENDA DEL FUTBOL ARGENTINO

Fue ídolo en River Plate, donde jugó durante dos décadas, pero tuvo problemas en la selección argentina

El adiós a Amadeo Carrizo, fallecido ayer a los 93 años en Buenos Aires, es la despedida a un verdadero símbolo de River Plate, a un arquero que fue pionero en el puesto y a toda una época en el fútbol, pues su larga trayectoria abarcó desde 1945 a 1970.

En River se quedó con la titularidad en 1948 y jugó hasta 1968. El último año de su carrera en Argentina, ya con 42 años, llegó a batir el récord de imbatibilidad local, con 769 minutos sin recibir goles. En 1969 se fue a jugar al fútbol colombiano.

Amadeo, como era conocido, innovó en muchos aspectos. Fue el primer arquero en su país en adelantarse en el área, sin quedarse bajo la sombra del travesaño, como era la costumbre. Eso le permitía anticiparse a la acción. De la misma forma, cuentan quienes lo vieron jugar que no era un arquero “volador”, porque generalmente estaba bien ubicado. Además, fue el primer guardameta de esta parte del mundo en usar guantes, atendiendo la recomendación de un colega italiano.

Uno de los aspectos que se más se han destacado de sus aptitudes fue el dominio de la pelota, ya sea con las manos como con los pies. Ahora esta última habilidad es muy reclamada para los goleros, pero hace 60 años no se estilaba. Eso le permitía salir del área para resolver un avance del rival, pero también representaba un arma para el contraataque: sacando con los pies era capaz de ponerle la pelota justa a un compañero a 50 metros. Esto respondía a sus inicios como delantero, en su pueblo natal de Rufino (Santa Fe). Pero quizás fue origen de algunos disgustos, como el episodio de la final de la Libertadores 1966 (ver aparte).

Walter Taibo, que lo enfrentó en varias oportunidades defendiendo a Nacional y cuando pasó a Huracán de Buenos Aires, lo recuerda como “un fenómeno”. “Era un fuera de serie y, además, muy simpático. Sabía todos los secretos del arco y además siempre agarraba la pelota, no como ahora que los goleros la rechazan”, afirmó a Ovación.

Luis Maidana lo enfrentó con Peñarol dos o tres veces, en Buenos Aires y Montevideo, “Gran arquero. Buena estampa, técnicamente dotado. Muy buena seguridad”, dijo.

Luis Gutiérrez, con actuaciones en el Peñarol de los años 60, no llegó a enfrentarlo en una cancha pero sí lo vio jugar y además, compartió charlas cuando el club aurinegro coincidió con River en Colombia durante una gira. “Era excepcional, con gran seguridad y una prestancia tremenda”, comentó.

Los tres exarqueros, sin embargo, no se pronunciaron sobre si era superior a otros en el puesto. “En esa época había grandes arqueros en Argentina y Uruguay. Además, las condiciones cambiaron mucho a lo largo del tiempo”, apuntó Taibo.

El ejemplo de los pioneros, sin embargo, se aprecia mejor con la distancia y el tiempo, cuando ya hicieron escuela. Tal vez por eso Carrizo enfrentó varias polémicas durante su carrera.

Su dominio de la pelota lo llevó una vez a gambetear a un delantero de Boca, Pepino Borrello. Eso fue muy festejado por la tribuna de River pero le ganó el odio de la Boca. La llamada Número 12 solía convertirlo en el centro de sus cantos, por más que fueran inocentes comparados con los de hoy (“Amadeo, Amadeo, ¿dónde estás que no te veo?”, por ejemplo), lo cual le hacía perder la paciencia y los nervios. Borrello tuvo su revancha un tiempo más tarde, al eludirlo y dejarlo en el piso para convertirle un gol.

Con la selección argentina no tuvo una trayectoria extensa. Fue uno de los que cargó con la responsabilidad por el “desastre de Suecia”, cuando los albicelestes resultaron eliminados de la Copa del Mundo 1958 por una goleada de los checos. Se afirma que al regreso, aficionados desaforados le incendiaron el auto. Años después alcanzó su rehabilitación cuando Argentina ganó la Copa de las Naciones a Brasil, Inglaterra y Portugal (1964) y él le atajó un penal a Gerson.

Su carrera como entrenador, al revés de la de futbolista, resultó breve. Ya retirado fue modelo de ropa para el diseñador Ante Garmaz, toda una audacia tratándose de un futbolista hace 50 años. Siempre se mantuvo junto a River, que lo cobijó como la leyenda viviente que era.

El episodio de la final contra Peñarol en la Libertadores 1966: detuvo la pelota con el pecho

La incidencia se produjo a los 53 minutos del partido que River argentino le ganaba a Peñarol 2 a 0 por la finalísima de la Libertadores de 1966. No fue gol, ni siquiera una jugada de peligro, pero hay quienes aseguran que cambió el destino del partido y de sus protagonistas.

En ese momento, Julio César Cortés lanzó un centro al área del equipo argentino, Alberto Spencer ganó de arriba y cabeceó pero sin potencia y Amadeo Carrizo detuvo la pelota con el pecho y luego la retuvo entre sus manos, para salir jugando. El video de la acción está en YouTube y se puede escuchar de inmediato un rumor que parece de desaprobación por parte del público (neutral) del Estadio Nacional de Santiago.

Hoy el recurso de detener la pelota con el pecho es bastante usual entre los arqueros, pero en aquel momento fue tomado como una “sobrada” de Amadeo. Esa actitud molestó a los jugadores aurinegros, en especial a Spencer. También a los espectadores, que comenzaron a apoyar decididamente a Peñarol. Que terminó dando vuelta el resultado para quedarse con la copa.

“Eso fue el colmo, la gota que derramó el vaso. Porque empezamos a gritarle a Alberto, a motivarlo. ¡Te sobró ese porteño! ¡No puede ser! Los suplentes nuestros, que estaban detrás del arco de Carrizo para devolver rápido las pelotas que se iban afuera, también empezaron a gritarle. El Lito Silva fue uno de ellos. ¡Vamo’ Alberto, siga metiendo que no pasa nada! Y cosas por el estilo. Y Alberto se enloqueció. Se puso furioso. A mi juicio ese error incomprensible en un jugador de tan dilatada actividad como Carrizo, terminó en convertirnos en un huracán”, relató una vez el capitán de Peñarol de aquellos años, Néstor Goncálvez.

El entonces presidente de River, Antonio Liberti, declaró tras el partido a la revista El Gráfico que Carrizo había sido uno de los responsables de ese vuelco en la final (además del técnico Renato Cesarini, por un cambio que realizó y desarmó el mediocampo de su equipo). “Cuando uno está para la ‘cargada’, tiene que ser hombre para aguantarla. Es muy fácil ‘cargar’ en las buenas. Hay que saber guapear en las malas”, dijo el dirigente. “Yo quisiera saber cuándo nos ganó un partido en las malas en los 20 años que lleva en el club”.

Walter Taibo era el arquero suplente de Peñarol en aquel encuentro y por supuesto vio aquella jugada desde el borde del campo. El exjugador comentó ayer a Ovación que la parada con el pecho de Carrizo fue “una inyección para una tremenda reacción anímica”.

“Como golero no me gustó esa actitud de Carrizo, pero eran cosas suyas. Y así le fue...”, añadió Taibo.

Ese partido le dio a Peñarol la tercera Copa Libertadores, mientras que para River resultó un duro golpe: recién 20 años después consiguió ganar el torneo. Y todavía más: en el siguiente encuentro, por el campeonato argentino ante Banfield, la hinchada rival le arrojó una gallina, que pasó a ser un apodo infamante por mucho tiempo.

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