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Uruguay le ganó la Copa del 87' a Argentina en cuatro días

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Foto: Archivo El País

Un gol de Alzamendi para eliminar a Maradona y compañía; otro de Bengoechea para vencer a Chile en la final sudamericana.

Desde la instauración del profesionalismo, Uruguay fue nueve veces campeón sudamericano pero venció a Argentina en Buenos Aires solamente en tres ocasiones. En 1987, los dos acontecimientos se combinaron para ofrecer una conquista inolvidable. Fue una campaña relámpago, de apenas cuatro días y dos goles, y sin embargo rescató a la Celeste del fracaso en México 86.

El episodio clave fue, justamente, el triunfo sobre Argentina el 9 de julio, hace ahora 30 años. Un gol del Antonio Alzamendi permitió eliminar a los entonces campeones del mundo, con Diego Maradona en la cancha y Carlos Bilardo en el banco.

“Recuerdo especialmente ese torneo porque veníamos golpeados del Mundial de México, donde a los ‘extranjeros’, como nos llamaron, nos cargaron las culpas por la actuación. Para esa Copa América se armó un grupo nuevo y del Mundial solo estábamos el Tano Gutiérrez, Francescoli y yo, junto a un grupo de muchachos jóvenes, de mucha calidad y ganas de ganar. Era un grupo espectacular. Algunos de ellos fueron campeones de América con Peñarol ese mismo año. El técnico Fleitas nos habló clarito y él nos dio el primer apoyo, aunque yo discutía con él por las condiciones de preparación”, recuerda Alzamendi.

Para entender aquella alegría, hay que retroceder hasta la frustración de México 86. Uruguay había llegado con un gran plantel, campeón de América 1983, pero las expectativas se derrumbaron pronto en medio de mil polémicas. Fue el final del largo ciclo del DT Omar Borrás. Y para empezar de nuevo, en 1987 se optó por Roberto Fleitas, con un contrato de corta duración, que abarcó el Preolímpico y luego la Copa América.

La Conmebol había dispuesto volver a la sede única para su principal torneo y eligió a Argentina como primer anfitrión. Los participantes se dividieron en tres grupos de tres y Uruguay, como campeón vigente, pasó directo a las semifinales, aunque lo más probable era que se enfrentara en esa instancia con Argentina, como sucedió.

La preparación celeste resultó accidentada, como solía ocurrir entonces. “Fueron pocos días de trabajo -cuenta Alzamendi-Pasamos frío en la concentración del Estadio Centenario y dormíamos la siesta vestidos. Una vez fuimos a entrenar a la cancha de Miramar Misiones y tuvimos que saltar el muro porque el portero no apareció. Ya en Argentina había que caminar mil metros para ir a comer en el local de concentración. Hoy, en cambio, las selecciones uruguayas se preparan como debe ser”.

Tres días antes de viajar a Buenos Aires, el delantero Enrique Báez cayó enfermo de varicela. Existió el temor a un contagio masivo, que felizmente no se dio. El sábado 4 fue la despedida, con un pálido triunfo ante Argentinos Juniors en el Centenario.

El equipo de Fleitas se repitió en los dos partidos de aquella la Copa: Eduardo Pereira en el arco; la línea de cuatro con Alfonso Domínguez, Nelson Gutiérrez, Obdulio Trasante y José Pintos Saldanha; Gustavo Matosas, José Perdomo y Pablo Bengoechea en el medio; Enzo Francescoli un poco más adelante; Antonio Alzamendi y Ruben Sosa como delanteros netos.

El clásico rioplatense se jugó el 9 de julio, fecha nacional en Argentina y con el estadio Monumental repleto La gran cuestión era cómo marcar a Maradona, que estaba en su mejor momento. Al final, se optó por una cobertura escalonada. Dio resultado, aunque era imposible frenarlo del todo. Durante el primer tiempo se controló a Argentina sin mayores sobresaltos. Cuando quedaba un minuto para el descanso cambió la historia con el gol uruguayo.

“Fue el gol más lindo de mi vida en cuanto a emoción y sentimiento -evoca su autor-. La misma sensación la tuve cuando terminó el partido con Chile y éramos campeones. Le ganamos al campeón del mundo en su propia casa, con la cancha repleta esperando ganar la Copa. Y nosotros le arruinamos la fiesta. Recuerdo muy claro el gol. Fue una pelota que vino de atrás con una pared entre Sosa y Francescoli, Enzo llegó al área y casi cayéndose me la pasó. Yo venía haciendo la diagonal y cuando salió Islas se la coloqué contra un palo. Y salí a gritarlo a la tribuna de atrás del arco, donde estaba un grupito de uruguayos. Los había identificado antes y había pensado que si hacía un gol, se los iba a dedicar a ellos. ¡Había que aguantar ese partido en ese lugar!”

“En el segundo tiempo Argentina se nos vino con todo por el empate. Casi hago el segundo, pero Islas, que era muy buen arquero, me lo sacó. Y al final Eduardo Pereira tuvo dos atajadas fundamentales. Ese día me sentí campeón. Después vino la final. Chile quiso enfrentarnos a las patadas. En una me baja Astengo y Enzo reacciona, por lo cual lo expulsan. Pero igual les ganamos. No nos íbamos a achicar ante las patadas...”, agrega.

Precisamente, el 12 de julio fue la final. Ya había más hinchas uruguayos en las tribunas de la cancha de River y se hacían notar. El dominio en general fue celeste, pero los golpes de los chilenos los desacomodaron, al extremo de provocar la reacción de Francescoli. Bengoechea asumió entonces el liderazgo futbolístico. Y suyo fue el gol del triunfo y de la vuelta olímpica.

En más de 80 años, las únicas victorias celestes contra Argentina como visitantes fueron el 23 de enero de 1937, 3-2 por la Copa América de ese año, en la hoy desaparecida cancha de San Lorenzo; el 25 de mayo de 1948, un 2-0 por la Copa Juan Domingo Perón en el estadio de Huracán, y aquella por la Copa América 1987. Uruguay ganó la Copa de 2011 y eliminó nuevamente a Argentina, pero por penales, luego de haber empatado 1 a 1 los 120 minutos del encuentro.

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Foto: Archivo El País

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