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Por qué la Libertadores es una meta tan lejana para los uruguayos

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Copa Libertadores

COMPETENCIA INTERNACIONAL

Razones económicas y de preparación explican las continuas frustraciones que han sufrido tanto Nacional como Peñarol en las últimas tres décadas.

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Cada vez que un equipo uruguayo sufre un porrazo internacional, como el de Nacional el jueves o los de Peñarol en los últimos años, aparece el coro de lamentos señalando el escaso nivel del fútbol criollo, por lo menos en las competencias de clubes (las selecciones son otra cosa). Pero pocas veces se avanza en el análisis.

Para eso, es necesario volver al casillero de partida y repasar las tres grandes cosas que necesita un equipo competitivo:

1) Jugadores de calidad: con buena técnica, veloces, con capacidad para jugar colectivamente.

2) Adecuada acción colectiva: juego de conjunto, acertada estrategia, buena preparación física, buena organización general en el club.

3) Experiencia, oficio, personalidad.

Puede parecer el estudio del comentarista Perogrullo, pero en el fútbol ocurren cosas accesorias que a menudo distraen sobre lo esencial. Es necesario ver cómo se encuentran los clubes uruguayos en estos tres puntos.

1) En Uruguay siguen apareciendo jugadores de calidad, quizás más que en otros países en proporción a su población. Pero tampoco es una fábrica que los produce uno tras otro. Por cada crack uruguayo que emigra a un club europeo, van diez argentinos o 50 brasileños, porque se trata de países con mucha mayor población. El funcionamiento actual del profesionalismo lleva a que los equipos uruguayos transfieran al exterior a un ritmo mayor que el de la reposición. Hasta River argentino o Flamengo venden a sus cracks a Europa, pero para reemplazarlos eligen de lo mejor disponible en América del Sur.

Los clubes uruguayos hoy, grandes o chicos, renuevan sus planteles cada año o cada semestre. A diferencia de los argentinos o brasileños, que para reforzarse eligen futbolistas “a medida”, los nuestros deben optar por los que tienen el pase libre o traen la recomendación de un contratista. Hasta las figuras de los clubes chicos (hoy Arezo, antes De la Cruz) están muy lejos del alcance de Nacional o Peñarol.

En la década de 1980, ambos ganaron la Libertadores con varios excampeones sudamericanos juveniles (Rodolfo Rodríguez, De León, Moreira, Washington González, Bica, Luzardo por un lado, Diogo, Nelson Gutiérrez, Juan Vicente Morales, Ramos, Saralegui, Bossio, Vargas por el otro). Pero todos ellos conquistaron el trofeo continental con su club varios años después del lauro juvenil, tras el necesario proceso de maduración. Ahora se van al exterior enseguida o incluso antes de jugar en la sub 20. Por ejemplo, Peñarol transfirió en menos de un año a tres grandes promesas (Brian Rodríguez, Darwin Núñez, Facundo Pellistri) cuando tenían edades de juveniles. Nacional mostró interesantes promesas en esta Libertadores. ¿Seguirán allí en dos o tres años?

En el torneo local, los nombres desequilibrantes de los clubes grandes tienen a veces más de 35 años, pero no es suficiente para competir afuera.

2) Por la renovación continua de los planteles o por otras razones a investigar, los equipos uruguayos muestran una menor calidad de juego colectivo. Pierden en la comparación no ya con argentinos o brasileños, sino con rivales de otros países. Por ejemplo, resulta alarmante la cantidad de pases que se fallan, incluso desde distancias cortas. Más allá de algunas intenciones puntuales en algunos clubes, no se observa la búsqueda de algo nuevo por parte de los entrenadores.

En el fútbol actual los métodos de preparación avanzan a todo ritmo, generalmente de la mano con nuevas formas de entrenamiento y recursos tecnológicos. ¿Cómo trabajan los equipos uruguayos durante la semana? ¿Y en las inferiores?

3) Por supuesto, con futbolistas muy jóvenes faltará experiencia. Pero también se advierte escaso oficio general para la competencia internacional. Peñarol obtiene correctos resultados como local en las copas, pero fracasa casi indefectiblemente en el exterior. Nacional ha logrado ganar afuera y clasificar a la fase de eliminación directa, pero le cuesta avanzar e incluso ganar partidos allí.

Los grandes equipos tricolores y aurinegros del pasado solían realizar giras o amistosos ante adversarios extranjeros poderosos, lo cual les daba un rodaje adecuado. Hoy, fuera de la participación más o menos breve en las copas, no existe esa actividad internacional, incluso desde antes de la pandemia. El ritmo competitivo solo se puede obtener en los torneos domésticos.

Y estos han perdido jerarquía debido al continuo éxodo de jugadores. Incluso en ese panorama, las campañas de los clubes grandes no resultan lo convincentes que deberían ser en virtud de la diferencia de presupuestos con los chicos. Ambos pierden muchos puntos ante el resto de los rivales, hasta con los que pelean el descenso. Cuando Peñarol llegó a la final de la Libertadores 2011, el año anterior obtuvo 43 de los 45 puntos posibles en el Clausura. Pero en otras temporadas, como lo actual, su porcentaje de puntos ha sido inusualmente bajo para sus antecedentes.

Mientras no cambien algunas circunstancias externas y no se mejore en lo interno, la competencia internacional resultará demasiado dura.

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