El físico británico Lord Kelvin, fallecido hace más de un siglo, dijo: “Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar.”
Hay un blablablá oficialista que se apoya en interpretaciones antojadizas de las cifras. Son mentiras estadísticas que en nada reflejan la vida real de la gente. Hay que tenerlo claro.
En 2018 hubo 280 homicidios; en todo 2017 se dieron 283.
Para el INE, si una persona percibió en el mes algo más de $3.375, con lo que la estadística supone que cubre sus necesidades básicas alimentarias mensuales, ya dejó de ser indigente para pasar a ser considerado por las cifras oficiales como pobre.
Se han empezado a multiplicar las críticas a las cifras oficiales de pobreza, no por mala fe opositora o por voluntad desestabilizadora de la institucionalidad estadística del país, sino porque evidentemente todo el mundo ve una realidad que rompe los ojos.
Ante estas frías estadísticas, ¿cómo no entender el sentimiento de indefensión ante el delito y esa sensación de la ciudadanía de que no sirve hacer denuncias porque de todas formas los delincuentes no pagan por sus responsabilidades penales?
Estamos teniendo problemas con resultados estadísticos claves. Ya los hubo, y muy graves, con las datos del Censo de 2011 y los tenemos hoy, por supuesto, con los del ministerio del Interior sobre la inseguridad. Es tiempo de exigir responsabilidades políticas.
El mediocampista uruguayo de la Sampdoria, Lucas Torreira, encabeza dos rankings en el fútbol italiano. Es el jugador que más faltas recibe y es líder en la tabla de recuperación de pelotas. Y esta no es la primera vez.