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Fin del sueño, comienzo de la ilusión

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El abrazo. De Diego Godín con Luis Suárez. La amargura por la eliminación fue enorme. Foto: Nicolás Pereyra
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SELECCIÓN

La derrota y eliminación a manos de Francia no puede borrar todo lo bueno que ha hecho esta selección celeste, que clasificó segunda en las Eliminatorias sudamericanas y que al final de la Copa del Mundo, no tendrá a más de cuatro equipos por encima suyo.

El abrazo. De Diego Godín con Luis Suárez. La amargura por la eliminación fue enorme. Foto: Nicolás Pereyra
El abrazo. De Diego Godín con Luis Suárez. La amargura por la eliminación fue enorme. Foto: Nicolás Pereyra

Que la bronca por la eliminación no opaque lo conseguido. Los uruguayos podemos estar hoy tristes, amargados o frustrados, pero lo que se debe analizar es que si esas son las sensaciones que hoy nos invaden, es porque en algún momento tuvimos ilusión. Y eso fue lo que nos regaló esta selección celeste.

Tiene razón Tabárez cuando dice que si una derrota en la búsqueda de meterse entre los cuatro mejores del planeta hacen olvidar que se consiguieron cuatro triunfos consecutivos en una Copa del Mundo, estamos mal.

Lo mismo se puede decir si responsabilizamos a Fernando Muslera por la fatalidad que vivió. Se le movió el balón en el aire y le venció las manos, pero no se puede olvidar todas las veces que salvó el arco celeste a lo largo de sus nueve años defendiéndolo.

Durante muchos años, en las décadas de 1980, 1990 y 2000, los uruguayos celebrábamos el solo hecho de llegar a la Copa del Mundo. Así y todo, solo festejamos eso tres veces (1986, 1990 y 2002). Sin embargo, las nuevas generaciones ya no se conforman con eso, sino que quieren ver al equipo protagonista. Y está bien, porque los nacidos en 2006 o más adelante nunca vieron a la Celeste perderse una Copa del Mundo. Ese logro es también de esta selección, que nos malacostumbró a ser protagonistas.

¿Qué quedó?

Lo primero es la sensación de que ningún jugador se guardó nada y eso ya es importante. Los de más años debemos recordar que los enojos más grandes no fueron por obtener malos resultados, sino por las formas, por la aparente falta de compromiso de futbolistas que venían desde muy lejos a defender a la selección.

También quedó la conclusión de que hay recambio con el que trabajar. Las apariciones de Diego Laxalt, Lucas Torreira, Rodrigo Bentancur y Nahitan Nández le dieron un aire fresco a Uruguay, a quienes se le deben sumar Maximiliano Gómez y Jonathan Urretaviscaya.

¿Qué faltó?

Fútbol, por sobre todas las cosas. Uruguay intentó en los dos primeros partidos variar su estilo de juego, pero no lo logró. El mejor partido fue ante Rusia y luego, contra Portugal, se hizo gala del contraataque como arma letal. Lo que nunca apareció fue la tenencia efectiva de la pelota, esa que permite lastimar, y tampoco un juego que permitiera avanzar en bloque. De cualquier manera, históricamente Uruguay no jugó lindo, sino bien, que son dos cosas diferentes. El juego celeste no es vistoso, pero efectivo, porque saca provecho de sus fortalezas y explota las debilidades del rival. Eso es jugar bien.

Conclusiones.

Estar entre los ocho mejores del mundo entre más de 200 países que están afiliados a la FIFA debe ser valorado en su justa medida. ¿Que con Godín, Suárez y Cavani estábamos para algo más? Seguramente, pero quizás faltó algo de suerte en los cruces.

No hay que mirar el árbol, sino el bosque. A Uruguay lo eliminó Francia, una de las potencias futbolísticas del orbe. Al final, cuando culmine el Mundial, nos daremos cuenta que por debajo de La Celeste solo habrá tres o cuatro equipos. Quizás no se note tanto en el ranking de la FIFA, pero seguro que sí en el orgullo de los uruguayos.

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