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Un refugio en el fútbol

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Alegría. Su madre, su esposa, su hija y su hermana siempre lo acompañan a todos lados y en Turín no son la excepción. Foto: @Cuadrado

RUSIA 2018

Juan Cuadrado vivió de primera mano el asesinato de su padre y esa experiencia lo marcó de por vida

Disparos. Gritos. Luego un silencio perturbador. Desolación. La violencia en Colombia se llevaba una nueva vida, una de las miles que el conflicto armado no perdonó. Era la del padre del volante de la Juventus, Juan Guillermo Cuadrado.

Año 1992. La crueldad de la guerra entre las desmovilizadas guerrillas de las FARC y autodefensas de extrema derecha desangraba a diario a Colombia. No había rincón del país que no fuera ajeno a la muerte.

La casa del pequeño Juan Guillermo, cuando apenas tenía inocentes 4 años, en Necoclí, en el norte de la entonces convulsionada región del Urabá, en el departamento de Antioquia, no estuvo ajena a la infamia de las armas.

Guillermo, el padre, un humilde repartidor de refrescos, murió asesinado en la propia puerta de su hogar. Su hijo, aleccionado por sus padres ante cualquier tiroteo, buscó refugio debajo de su cama.

Fueron los minutos más eternos de su vida, interminables hasta que Marcela, su madre, quebró el silencio ensordecedor de la tragedia con un grito desgarrador. El niño, envuelto en llanto y miedo, había visto la escena.

Superación. De eso trata la vida de Juan Guillermo Cuadrado, que hoy debuta en Rusia. Foto: Reuters
Superación. De eso trata la vida de Juan Guillermo Cuadrado, que hoy debuta en Rusia. Foto: Reuters

HUIR.

Marcela, valiente, abandonó con dolor a Necoclí y se refugió en el vecino municipio de Apartadó. Allí, desde cero, se decidió a hacer de Juan Guillermo un hombre de bien, negándoselo con su sacrificio a la guerra, a las balas, a la sangre.

Inquieto, como cualquier niño a esa edad, Cuadrado acompañaba a su madre a la escuela nocturna, y mientras en las mañanas se quedaba al cuidado de su abuela, la madre trabajaba en plantaciones de banano.

Juan Guillermo fue creciendo, y dentro de él al mismo tiempo lo hacía la pasión por el fútbol. Jugaba en calles polvorientas con latas, con piedras, con pelotas hechas un desastre. Lo que viera.

Marcela lo inscribió con 12 años en el Manchester Fútbol Club de Apartadó, su novel talento lo llevó a las inferiores del Deportivo Cali y de allí saltó al profesionalismo con Independiente Medellín en el 2008.

Con cuerpo y piernas rápidas y de mediana estatura (1,78 m), nadie creyó que Cuadrado pudiera llegar a la Serie A del Calcio, y lo hizo con 21 años desembarcando en el Udinese a mediados de 2009.

Lo que vino después en su historia es lo que aprendió del sacrificio de su madre.

FELICIDAD.

Dos temporadas en el Udinese, una en el Lecce, hasta que su fútbol sedujo a la Fiorentina, donde fue figura con la ‘Viola’ desde su llegada en 2012 hasta su recordado adiós en el invierno de 2015.

El Chelsea de Mourinho lo fichó después de su brillante Mundial 2014, cuando con la selección colombiana alcanzó por primera vez los cuartos de final cayendo con el anfitrión Brasil.

Pero sus apenas seis meses en Stamford Bridge no fueron los deseados: solo 15 partidos y una suplencia cada vez más eterna precipitaron su salida. Juventus apareció en el camino, y ahí renació el fútbol del colombiano.

Con la ‘Vecchia Signora’ ha conquistado tres títulos de Serie A y de Copa de Italia. Y recuperó la alegría perdida en Londres siendo regular en la formación de Massimiliano Allegri y convirtiéndose en una pieza clave.

Y es esa misma alegría contagiosa, que con 30 años lo tiene de nuevo en la selección cafetera en el Mundial Rusia-2018, disputando su segunda Copa del Mundo en la que se ilusiona junto a todo el plantel.

Ya la guerra no acecha las calles de su pueblo como en esos sangrientos años noventa, pero el narcotráfico sigue enquistado en esa zona del país, y allí Cuadrado se está jugando su mejor partido: salvar a esos niños de las drogas.

AYUDA

Para que no se repita su historia

En 2013, Juan Guillermo Cuadrado creó su propia fundación para ayudar a distintos niños y sus familias, para que historias como las de él no se repitan más en Colombia. La misma integra en un solo espacio programas de teatro, liderazgo y, por supuesto, de fútbol. Hoy en día, se encuentran anotados entre 160 y 180 niños y jóvenes amantes del fútbol y que sueñan con algún día estar donde hoy está el mediocampista de la selección colombiana.

Solo tres cosas se necesitan para pertenecer a la escuela: estar entre los 5 y 18 años, sentir pasión por el fútbol y prestar atención a las fechas de inscripciones, pues el ingreso es libre. De esta manera, Cuadrado supervisa todo desde Italia mientras se van desarrollando en su país natal. Varias veces al año, cuando tiene vacaciones o tiempo libre, el propio jugador visita la fundación y hace las delicias de los niños que se amontonan para tomarse fotos.

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