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Gonzalo Higuaín, el padre sonriente que le gana por goleada al bullying virtual

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Gonzalo Higuaín. Foto: La Nación / GDA.

ARGENTINA

El delantero argentino fue padre antes de sumarse a los entrenamientos de la selección y se toma con mucho humor las cargadas en las redes sociales.

Dos días tenía Alma Higuaín el 23 de mayo, cuando su papá se subió a un avión en Turín con destino a Buenos Aires. Veintisiete días, cuando este hombre de 30 años pasó sin ella su primer día del padre, en la quietud de un pueblo ruso llamado Bronnitsy. ¿Triste? "Nada que ver. La paternidad lo tiene mejor que nunca", lo describen en el campamento argentino en estas horas tensas. A Gonzalo, el papá de Alma, la inquietante atmósfera en que vive no parece perturbarlo demasiado, aunque la selección argentina esté caminando por el borde de una eliminación que marcaría época.

Desde que se sumó a la concentración en Ezeiza, sus signos vitales no se corren de su nuevo eje: "Estoy muy feliz, fue algo maravilloso y único. El que fue padre sabe lo que estoy diciendo, te da fuerza y tranquilidad", repitió, palabras más o menos, en las entrevistas que ofreció en esos primeros días, antes del encierro ruso. Esta noche, aquí, jugará de titular por primera vez en su tercer Mundial, después de haber sumado 42 minutos en los partidos contra Islandia y Croacia, partiendo siempre desde el banco. De pronto, el fútbol le ofrece la oportunidad de romper en 90 minutos el estigma de goleador descolorido que arrastra en la selección. "No", corrigió él un tiempo atrás cuando le volvieron a preguntar si todavía lo traumaban sus fallos ante Alemania -en la final de Brasil 2014- y Chile -uno en cada una de las últimas Copas América-: "Mi mejor gol ya lo hice, son mi mujer y mi hija".

Jorge Sampaoli se refirió ayer al peso que la virtualidad tiene sobre la selección argentina. "Yo no entro en ese mundo, no me genera nada, pero no es sencillo", refirió sobre el ruido que envuelve a su equipo en estas horas, las más difíciles desde que lo dirige. En un Mundial que por ahora distingue a la Argentina por los audios de Whatsapp sobre todo lo oscuro que supuestamente sucede en la concentración, lo que falta es cambiar la dinámica. "Los culpables somos nosotros, damos de comer porque sencillamente jugamos mal. Un triunfo acaba con todo", reflexionaba ayer un integrante de la delegación. En este contexto de conspiraciones, aquello que cada tanto va y vuelve como una moda chistosa parece hoy menor: la costumbre de poner a Higuaín en el centro de esa virtualidad destructiva.

El 9 de Juventus jugó los primeros 45 minutos de la era Sampaoli, ante Brasil en Melbourne en junio de 2017, luego de disputar (y perder) la final de la Champions League ante Real Madrid. Tras ese inicio, Sampaoli recorrió Europa para verse cara a cara con los jugadores y preparar la convocatoria para las angustiantes eliminatorias; una de esas reuniones significó el principio de una larga licencia otorgada al delantero. "No estaba bien, él más que ningún otro sufría el peso de la condena por las tres finales perdidas en los últimos años", justifican ahora en el cuerpo técnico aquella decisión. Ya entonces el entrenador dividía al mundo entre "el real y el virtual".

Gonzalo Higuaín junto a su esposa y su hija Alma. Foto: Hola.
Gonzalo Higuaín junto a su esposa y su hija Alma. Foto: Hola.

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Tiempos de memes con Higuaín como blanco preferido, pasando de teléfono en teléfono, objeto de cargada constante. Con la clasificación al Mundial en el bolsillo, recuperó su lugar. Sus históricos compañeros no dejaron de pedirlo en cada entrevista. Fue en la última gira, en marzo, cuando volvió a ponerse la camiseta. Tampoco marcó un gol en los partidos contra Italia y España (no tradujo en goles situaciones claras), pero su reacción, lee el staff técnico, fue otra. Como si ese bullying -que regresó- ya no lo rozara. "La paternidad", insisten.

Su buena forma actual no es solo anímica: en los entrenamientos los técnicos lo ven bien, certero, con la mira calibrada. Tiene un registro de 32 goles en 74 partidos en la selección, y ahora su sequía se estira a diez partidos sin festejar: el último lo gritó el 7 de octubre de 2016 ante Perú en Lima, por las eliminatorias. Son desde entonces 589 minutos, la mayoría de ellos jugados como titular, sin marcar. Tal vez la imagen más potente en ese sentido la haya evidenciado en la Bombonera, cuando terminó pateando un palo de la impotencia después de no resolver a favor un mano a mano contra el arquero de Haití,la noche de la despedida del país. Oficio de goleador: se convive todo el tiempo con esa delgada línea que separa el gol de la frustración.

Cuando llegó a esta ciudad, ayer a la tarde, posteó en Instagram una foto suya bajando del avión y la acompañó con el hashtag que desvela a toda la selección: #logremoslaclasificación, escribió. Se fue a dormir a la habitación que comparte con Paulo Dybala, de quien se hizo amigo en Juventus, consciente de que hoy tendrá un papel central. Para atraer energías positivas bien puede recordar su primer grito en un Mundial, aunque en realidad fueron tres goles a Corea del Sur en la segunda escala argentina en Sudáfrica 2010; o la media vuelta contra Bélgica hace cuatro años que le dio pie a un triunfo histórico: la selección superó ese día la barrera de los cuartos de final después de 24 años.

También puede motivarse sin que la pelota esté en el medio. Al final, Higuaín lleva un mes sacándole provecho a lo mejor que la tan mentada virtualidad puede ofrecerle: gracias a ella se mete todos los días en su casa de Turín para ver a Alma, la mujer que le fabricó esa sonrisa que no se le despega.

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