ASÍ LO VEO

EDWARD PIÑÓN

La primera vez chocó. Era, gracias a los datos que se habían ido comunicando oficialmente, la imagen menos esperada del Mundial de Rusia 2018. Uruguay en la cancha ante Egipto y en lugar de ver tribunas atestadas de aficionados lo que sobresalieron fueron las butacas naranjas del Ekaterimburgo Arena.

Cuando se revelaron las cifras oficiales se abrieron más interrogantes, porque se quedaron sin ocupar 6.046 asientos. Suena como a mucho cuando la información primaria hablaba de colocar el cartel de “entradas agotadas”. ¿Qué pasó? ¿Quiénes las compraron? ¿Se las quedaron los revendedores?

Pero nada ha ido mejorando con el paso de los días de competencia. Sí, el del debut de uruguayos y egipcios fue el día de mayor impacto visual, pero luego vino la confirmación absoluta de que se trata de un Mundial que apenas logra tener como punto de interés los partidos que disputa la selección organizadora. Ojo, también se salvan los que jugaron en Moscú, porque ahí el público responde y asiste a la cita como lo preveía la comercialización de los boletos. Pero en el resto también se dejan ver espacios vacíos.

La constante es que sigue faltándole gente a la fiesta. Llamativo cuando se trata de una Copa del Mundo y cuando los que están compitiendo son las grandes estrellas del deporte.

Además, ni siquiera sirve de excusa, como para justificar que se genere un desinterés, que los partidos no están entregando los grandes espectáculos futbolísticos que se podían aguardar, porque la FIFA se cansó de ponderar el nivel de colocación de entradas que se registró mucho antes de que empezaran los partidos.

La propia investigación realizada después de Uruguay-Egipto, especialmente porque se insistió que de los 33.061 boletos se expendieron 32.278, deja en claro que algo raro pasó.

Ojalá que esto se modifique y que Rusia tenga el marco que merece la Copa del Mundo.