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Por siempre Roberto de Vicenzo

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Estilo. De Vicenzo fue un golfista de enorme calidad.
VICTOR GRUBICY

El mejor golfista latinoamericano de la historia falleció a los 94 años: un ganador, maestro y caballero.

Siempre se pensó que era eterno, porque competía de igual a igual con jugadores 20 o 30 años más jóvenes. Su fama lucía interminable, porque pasados los 80 seguía visitando a sus amigos del golf y recordando sus anécdotas como si hubieran ocurrido ayer. Pero poco a poco comenzó a regalar sus palos, a despedirse del ambiente deportivo y a recluirse en su amada localidad de Ranelagh, en el sur del Gran Buenos Aires. Ayer llegó la noticia: a los 94 años, falleció Roberto de Vicenzo, el mejor golfista latinoamericano de todos los tiempos.

"Al golf se juega por dos razones: para bajar la barriga o para llenarla", solía decir. En su caso, fue por la segunda razón. Nacido en 1923 en Villa Ballester, Buenos Aires, era hijo de un pintor de brocha gorda y tuvo que dedicarse al trabajo de caddie en un club de la zona. Los caddies suelen aprender a jugar rápido por el simple hecho de mirar jugar a otros, pero en su caso, también aprendió muy bien.

Ganó así un total de 231 torneos en 18 países. Entre ellos, el Open Británico de 1967, el primer Major para un latinoamericano. Pero fue también inmensamente grande en la derrota: en 1968 perdió el Masters de Augusta por firmar su tarjeta con un golpe más de los reales.

Su compañero de juego, Tommy Aaron, anotó par en vez de birdie en el penúltimo hoyo. Roberto no miró bien y firmó. Y de acuerdo con las leyes de golf, ese par pasó a ser su score. Eso le impidió ir al desempate ante Bob Goalby. En ese momento, muchos le aconsejaron reclamar, pero el argentino admitió que el único culpable era él, dando por liquidado el asunto.

De esa manera se quedó sin el título, pero aquel gesto le valió infinidad de reconocimientos, pues representaba cabalmente el espíritu del golf, un deporte en el cual cada jugador es su propio árbitro.

En 2000, el Círculo de Periodistas Deportivos de Argentina lo eligió entre los cinco mejores deportistas del país en el siglo XX, junto a Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas y Carlos Monzón.

Si la carrera de De Vicenzo fue extensa, también fue larga su vinculación con el golf uruguayo. Durante años fue presencia habitual en el Abierto de Montevideo. Suyo es el récord de Punta Carretas para 72 hoyos, 268 golpes, logrados en el Abierto de 1949. Hasta la década de 1990 siguió participando en exhibiciones en Punta del Este: enfrentaba a los mejores profesionales argentinos del momento pero el público, por explicables razones, lo seguía a él: le pegaba a la pelota como un maestro y además, hacía chistes mientras recorría la cancha.

"Mi papá es de todos los argentinos y un poco del mundo también. Ahora sí se transformó en leyenda", dijo ayer su hijo Eduardo. Al final, resultó verdad: Roberto de Vicenzo es eterno.

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