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Recuerdos de un periodista todoterreno

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Diego Lamas. Foto: Fernando Ponzetto
Fernando Ponzetto

ENTREVISTA

Para el gran público, el nombre de Diego Lamas está asociado con la Fórmula 1 y más ampliamente con el mundo del automovilismo.

Es cierto que creció con el ruido de los motores como fondo, que durante años fueron además su medio de vida, pero cuando se hizo periodista supo escuchar y transmitir otras expresiones: la música de Mozart, el sonido del mar, el estruendo de un avión supersónico. Este es un breve repaso de esa ruta vital.

Mi pasión por los autos la heredé de mi padre. Era médico, gran fotógrafo y amante de las carreras. El primer coche que manejé, muy niño, fue un Ford del 38. Me llevaba mi padre, yo estaba parado en el asiento y desde ahí tomaba el volante. El auto fue una constante en mi vida. Empecé a trabajar en una agencia de Ford a los 18 años, como administrativo en la sección de chapa, pintura y tapicería. También vendí tractores y maquinaria agrícola. Coloqué muchos tractores en Rincón del Cerro. Quizás el de Mujica era uno de esos. Cuando empecé, General Motors le ganaba por mucho a Ford, hasta que la marca presentó el Ford Mustang en Detroit 1963. Y un año después vendí 14 Mustang en dos meses. Para la época era una cifra enorme. Hablaba francés e inglés y eso me facilitó los contactos con extranjeros. Por ejemplo, la embajada soviética me compró un auto.

Corrí una sola vez en mi vida. Víctor Paullier me invitó a una presentación en El Pinar sabiendo que tenía un Mustang, uno de los que vendía. Me encontré de pronto en una especie de chiveo entre un Saab, un Alfa Romeo y el Mustang. Di tres vueltas y prometí nunca más hacer esa macana.

Mi auto preferido es un De Dion-Bouton de 1902. Era de un tío abuelo mío, el doctor Enrique Pouey. Con mi primo Enrique lo descubrimos en un caserón de mi tío, lo empujamos un poco y por la inercia se fue por una bajada, aunque nunca lo sacamos a la calle y por supuesto tampoco lo manejé. No nos dábamos cuenta que era una joya. Sobrevivió y está en el museo del Automóvil Club.

Antes del periodismo estuve vinculado al automovilismo por otro lado. Integré la primera comisión deportiva del Automóvil Club del Uruguay, que creó los reglamentos nacionales y al mismo tiempo fuimos aprendiendo lo que había que aplicar. Fui presidente de la Federación Uruguaya de Rally y de la Asociación Uruguaya de Karting. Años muy felices.

Empecé en el periodismo a los 45 años. Entré a La Mañana para escribir de automovilismo. Y también hacía humor bajo el seudónimo Mr. Magoo. Dos años después Carlos Scheck me mandó llamar a El País, donde estuve muchos años. Fui comentarista de la Fórmula 1 por Canal 4 y Canal 9 de Buenos Aires. E hice programas de televisión de muchos otros temas.

En mis notas me gustaba destacar el espíritu del automóvil, no solo las carreras. También daba mis impresiones de manejo. Salía a probar un auto, tanto en Uruguay como en el exterior, y luego contaba qué me parecía. No me detenía a medir la velocidad o el consumo, sino qué se sentía al manejarlo. Una de las cosas de las que siento orgullo es que conocí los 19 departamentos, como periodista, probando autos, viajando con amigas o como presidente del rally o el karting. Y me gustaría seguir recorriéndolo. Ya no manejo, pero con gusto voy en el asiento del acompañante. No hay una edad para dejar de manejar, aunque si ya no estás atento al tránsito o algunos reflejos no son los de antes, mejor no hacerlo.

La primera vez que escuché hablar de la Fórmula 1 fue a través de mi abuelo materno, que era suizo. Estábamos paseando por el parque de Bremgarten, cerca de Zurich, donde hay hasta ciervos. Y me mostró una chapita clavada en un árbol que recordaba que en ese lugar se había matado el piloto italiano Achille Varzi. Me quedó grabado para siempre. A raíz de esa muerte se prohibieron las carreras de autos en Suiza. Varzi era el piloto de referencia para Juan Manuel Fangio cuando comenzó a competir. Con los años entrevisté a Fangio, le hablé de él y se emocionó.
A Ayrton Senna lo conocí cuando era muy joven y fue a correr karting en Colonia y San José. Era un chico sumamente serio, se reía poco, observaba mucho su kart y el de sus rivales. El día que murió fue un impacto. Sentí ganas de largar todo a la mierda. Imaginen la conmoción del pueblo brasileño cuando vio su accidente en directo. Claro que hay ciertas injusticias. Veinticuatro horas antes que Senna murió en otro accidente el austríaco Roland Ratzenberger y nadie se acuerda de él.

La seguridad en la Fórmula 1 ha mejorado muchísimo. Se ven accidentes durísimos en los cuales el piloto saca el volante y sale caminando. Los autos ya no se incendian, como le pasó a Niki Lauda, cuyas cicatrices nunca pudo borrar. La Fórmula 1 había perdido interés últimamente, pero este año lo está recuperando. Mercedes Benz está haciendo las cosas muy bien. Los reglamentos han sido cambiados, la tecnología es increíble, pero por suerte los pilotos siguen siendo lo fundamental.

¿Schumacher o Fangio? Los números de ambos son simplemente estadísticas. No se los puede comparar porque fueron de época muy distintas, con autos muy distintos, aunque Fangio era una adelantado para su época. Cuando se inauguró El Pinar dio dos vueltas en un auto prestado e hizo un tiempo que duró años.

Hice programas de televisión que no tienen nada que ver con los autos. Me gustan mucho la música y los barcos. Mi abuela materna era pianista y mi madre organista y armonista. Desde niño voy a conciertos. Estudié piano pero era un desastre en materia de solfeo. Y pude hacer programas referidos a la música, como los de fin de año en Viena y los 200 años de Mozart en Viena junto al gran músico uruguayo Fernando Hasaj.

También fui jefe de prensa en varios sitios. En el Yatch Club de Punta del Este durante diez años, por ejemplo. También jefe de prensa de Volonté y Ramírez en sus campañas electorales y de Daniel Scioli cuando él corría en motonáutica. Pero nunca mezclé las marcas de autos en mis coberturas de automovilismo ni la política con el deporte.

El Concorde - Un avión velocísimo pero chico
Concorde

“Uno de los programas que más recuerdo fue el vuelo en el Concorde. Viajamos de Londres a Nueva York en tres horas y 20 minutos. Desayuné en Londres y de nuevo al llegar en Nueva York, porque le ganaba al cambio horario. Lo que me sorprendió fue era un avión chico, con dos filas de asientos a cada lado de un estrecho pasillo y nada más”, cuenta Lamas.

Los barcos - Por el mundo con el Uruguay Natural
Capitán Miranda

“Hice el primer programa sobre el Capitán Miranda, cuando los 200 años de Australia. También di la vuelta al mundo con el Uruguay Natural, cubriendo cada etapa de la regata Whitbread para El País: Southampton, Punta del Este, Perth, Sydney, Auckland, Cabo de Hornos, Punta del Este y de nuevo Southampton. Volaba de ciudad en ciudad y esperaba al barco en el puerto”.

Transiberiano - El viaje que no pudo hacer
Transiberiano

“Un programa que quise hacer y no hice fue filmar el ferrocarril Transiberiano. Tenía el permiso de las autoridades para hacer todo el trayecto Moscú-Vladivostok. Pero luego estudiamos el viaje y vimos que no rendía para televisión. Lo mismo pasó con el Expreso de Oriente”, cuenta Diego, cuyo abuelo era ingeniero de trenes en Suiza.

Viajero“Una de las cosas que me producen orgullo es haber estado en los 19 departamentos”

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