Publicidad

Mucho orgullo por los deportistas uruguayos, pero poco apoyo para ellos

Compartir esta noticia
Daniel Rosa
Darwin Borrelli

DE VOLEA

Nos hacen vibrar, emocionarnos e ilusionarnos cuando tienen buenas actuaciones, pero cuando se termina vuelven a caer en el olvido de todos.

Daniel Rosa

Ver lo que remaron Bruno Cetraro y Felipe Klüver nos emocionó a todos, porque hay cosas que van más allá de los resultados. Ver correr a Déborah Rodríguez con la profesionalidad que lo hizo y ganándole a varias de la elite de los 800 metros llanos en el mundo y sobre todo verla llorar de felicidad nos aflojó el lagrimal a la mayoría de los uruguayos.

Hace unos meses, en enero, también vibramos con la selección masculina de handball. Todos hablamos y decimos ¡qué bien esto/as muchachos/as!  Sin embargo, cuando termina la competencia todo se olvida. ¿O a alguien le importa que el camino que mostraron los celestes del handball se plasme en un salto de calidad del deporte? ¿Alguna vez nos hicimos la pregunta si tenemos derecho a sentirnos orgullosos con lo poco que hacemos por ellos?

Y empiezo por casa, por los periodistas, que escribimos ríos de tinta de Nacional y Peñarol cuando a nivel internacional llegan mucho menos lejos que varios de los sacrificados deportistas. La cosa no debería pasar tanto por darle cobertura a lo que hacen, sino por informar de lo que precisan para hacerlo mejor y darle visibilidad para que los sponsors se acerquen.

El otro día Andrés Scotti dijo una gran verdad: “La mejor embajada de Uruguay es el deporte”. Sería bueno que los gobernantes tomaran nota de ello y se destinara dinero para crear un Centro de Alto Rendimiento para que los deportistas puedan aspirar a ser de elite. Formar un Campus de deportes es el primer paso de la cadena para aspirar a logros importantes.

Ya sabemos que materia prima sobra, porque hay deportistas con talento, disposición al sacrificio y garra para dejar hasta lo último. Hay que romper la burbuja del conformismo de ir a batir récords nacionales para pasar a pelear por medallas. Cetraro, Klüver y Déborah lo hicieron con una rebeldía encomiable, pero son la excepción. Debería ser la regla producto de una política de Estado para que todos los demás puedan imitarlos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Daniel RosaDe volea

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad