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Locura: deportistas que cruzaron la línea

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George Best

HISTORIAS

Un campeón que desapareció luego de ganar el título mundial, un bromista que se prendía fuego, un luchador desaforado y otros casos más allá de la “normalidad”.

El mundo del deporte está lleno de “locos”, generalmente apodados así por su carácter alegre y sus salidas inesperadas. También hubo figuras que cruzaron la frontera de la “normalidad” hacia un territorio más incierto y peligroso, lo cual terminó afectando sus vidas y sus carreras. Aquí hay cinco ejemplos:

El hombre que se prendía fuego

Tim Rossovich fue un jugador profesional de fútbol americano estadounidense entre las décadas de 1960 y 1970 y luego participó como actor en películas y series de televisión. Pero su mayor notoriedad la debe a su afición a prenderse fuego. Era una broma, que repetía por ejemplo cuando entraba a una fiesta. El truco era que llevaba dos camisas, una bien pegada a la piel y la exterior, que rociaba con un líquido inflamable. Apenas se encendía se la quitaba. Él aseguraba que nunca se había quemado.

“Soy loco, pero no como vidrio”, es un viejo dicho. Pero Rossovich sí masticaba vidrio también para llamar la atención. Con motivo de su fallecimiento en 2018, la web de uno de sus equipos, los Philadelphia Eagles, publicó una semblanza en la cual se relataron todas sus locuras. Por ejemplo, una vez apareció en el vestuario una gran araña: él la tomó y se la comió… “Tim era el tipo de persona que vivía al borde de la racionalidad y de vez en cuando se inclinaba hacia el lado equivocado", declaró un dirigente de la NFL. Rossovich lo explicó una vez a la revista Sports Illustrated: “Vivo mi vida para divertirme, no puedo explicar las cosas que hago mucho más allá de eso. Mucho de lo que hago es una tontería, tratar de animar a la gente, tratar de animarme...”

El genio loco

Si es verdad que de la genialidad a la locura hay un pequeño paso, Robert “Bobby” Fischer puede ser el ejemplo definitivo. Para muchos, este estadounidense de Chicago fue el mejor ajedrecista de la historia. De lo que no hay dudas es su desafío de 1972 al campeón mundial de la época, el soviético Boris Spassky, se convirtió en el match ajedrecístico más espectacular del siglo XX. En plena guerra fría, el duelo deportivo entre un estadounidense y un soviético era noticia en todo el planeta. Las partidas tuvieron como exótica sede Reikiavik, la capital de Islandia.

Contra lo que podía esperarse, de ambos contendientes Spassky era el “normal”, mientras que Fischer se mostró caprichoso y excéntrico. “Bobby” resultó el triunfador y se quedó con la corona, pero aunque entonces tenía solo 29 años, nunca volvió a competir oficialmente. Por supuesto, perdió el título sin ponerlo en juego. Incluso desapareció virtualmente del mapa durante años.

Reapareció públicamente en 1992 para disputar una especie de revancha con Spassky en Belgrado, justo cuando el gobierno de Estados Unidos había prohibido a sus ciudadanos entablar relaciones comerciales con Yugoslavia debido a la guerra de los Balcanes. Por eso fue dictada una orden de captura contra él. A esa altura ya daba señales de sufrir problemas mentales. Fue detenido en Japón en 2004; luego de ocho meses preso se le permitió viajar a Islandia, cuyas autoridades le habían concedido la ciudadanía en homenaje a la fama que le dio al país en 1972. Falleció en 2009 en Reikiavik, justo el lugar de su efímera gloria.

El trágico fin de Ringo

El argentino Oscar Bonavena fue un gigante de pies planos, expresión infantil y voz aflautada que hizo una gran campaña boxística en Estados Unidos durante los años 60, cuando había verdaderos monstruos entre los pesos pesados. Su carrera como amateur terminó abruptamente tras morder a su rival en los Juegos Panamericanos de San Pablo 1963. Tuvo que hacerse profesional y enseguida comprendió que una buena autopromoción le aseguraría mejores bolsas.

Así, hizo famosa su pasión por Huracán y los ravioles que le preparaba su madre. También llegó a cantar en un disco de la banda uruguaya Los Shakers y actuó en el teatro de revistas porteño. Apodado Ringo, por Ringo Starr en pleno auge de los Beatles, antes de una pelea en Nueva York se le ocurrió meterse a un banco de Manhattan con un toro vivo y así salir en los diarios.

Llegó a pelear con Muhammad Ali: debe haber sido el único rival que habló más que el gran campeón antes de una pelea. Sin embargo, Ringo también era guapo, y le aguantó a Ali casi hasta el final. “No se lo puede definir tipológicamente de una sola manera. En pocos minutos podría pasar por diferentes estados: amable, huraño, eufórico, depresivo, componedor, agresivo, sensible, amigote, histriónico, transgresor, insensible, generoso, egoísta, envidioso, proveedor…”, comentó Ernesto Cherquis Bialo, periodista uruguayo, exdirector de El Gráfico, que cubrió muchas de sus peleas.

Cuando estaba en el tramo descendente de su carrera, Bonavena tuvo la mala idea de enemistarse con Joe Conforte, un mafioso de la ciudad de Reno (Nevada). Y un día que quiso entrar a su prostíbulo, uno de los matones de Conforte lo asesinó. Decenas de miles de personas asistieron a su velatorio en el Luna Park de Buenos Aires.

El playboy vencido por el alcohol

Hay muchas historias de cracks del fútbol derrotados por el alcoholismo. Una de las más emblemáticas es la de George Best, cuyo vicio destrozó dos hígados: el suyo y el que le trasplantaron. Nacido en Belfast, fue la estrella joven que opacó al propio Bobby Charlton en el Manchester United campeón de Europa 1968. Ganó el Balón de Oro y se convirtió en una verdadera estrella pop. Sin embargo, sus excesos le costaron caro y pronto su rendimiento decayó.

Tras el United pasó brevemente por numerosos clubes británicos, estadounidenses, australianos e incluso sudafricanos. En 2002 recibió el trasplante de hígado, pero no dejó de beber. Falleció en 2005 de un fallo multiorgánico, cuando tenía 59 años.

Su vida puede sintetizarse en algunas de las frases que se le atribuyen: “Si hubiera nacido feo nadie hubiera oído hablar de Pelé”; “Mucha gente dice por ahí que me he acostado con siete Miss Mundo, pero sólo fueron tres”; “Me gasté la mayor parte de mi fortuna en mujeres, alcohol y coches deportivos. El resto lo desperdicié”. Y otra, en sus días finales: “No mueran como yo”.

El desaforado Tarzán Rojo

Acostumbrados a jugarse la salud en cada combate, las figuras de las artes marciales mixtas suelen ser personajes excéntricos. Ninguno como Viacheslav Datsik, un ruso de 1.85 de altura y 150 kilos de peso apodado “el Tarzán Rojo”, que llegó a tener alguna notoriedad por sus actuaciones deportivas a comienzos del siglo XXI y mucho peor fama por sus actividades criminales y políticas.

Su trayectoria es un collage armado por retazos de noticias, muchas de ellas provenientes de medios rusos y con confirmación pendiente. Por ejemplo, se pensó que había muerto en el descarrilamiento de un tren, pero apareció vivo en 2010 para asaltar una tienda de celulares en San Petersburgo. Se le dictaminó esquizofrenia, por lo cual fue recluido en un psiquiátrico. Al poco tiempo se escapó rompiendo la cerca de alambre con sus manos y se fue a Noruega.

Allí, luego de proclamarse nazi, pidió asilo político, que obviamente no le fue otorgado. Después de múltiples peripecias, entre ellas un nuevo rumor sobre su muerte, en 2011 fue deportado a Rusia. Cinco años más tarde fue liberado pero enseguida volvió a caer preso cuando atacó un prostíbulo y obligó a las trabajadoras sexuales y a sus clientes a caminar desnudos por la calle, en una “guerra contra la prostitución” en nombre de la “pureza moral”, según declaró ante la policía. Fue condenado a tres años de prisión; recuperó la libertad en abril de 2019. La última noticia es que en diciembre pasado, con 42 años, volvió a combatir en kickboxing y perdió por nocaut ante el francés Jérôme Le Banner, de 46.

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