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El culebrón deportivo que paralizó a Estados Unidos

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Kerrigan y Harding

EPISODIOS INCREÍBLES

Un duelo entre dos patinadoras tuvo repercusiones policiales y llegó a los Juegos Olímpicos

Mezcla de melodrama y absurdo, como en los peores culebrones de la televisión, el caso Harding-Kerrigan sacudió a los Estados Unidos de la década de 1990, con el fondo de un deporte que no suele despertar pasiones, el patinaje sobre hielo.

En resumen, alguien del entorno de la patinadora Tonya Harding golpeó a su rival Nancy Kerrigan con una barra de hierro para dejarla fuera de los Juegos Olímpicos de invierno de Lillehammer 1994. No consiguió su propósito y la chica llegó a la final olímpica. También Harding. Lo que ocurrió ese día fue uno de los programas más vistos en la historia de las emisiones deportivas estadounidenses. Con el tiempo se convirtió en tema de documentales, libros y hasta una película, Yo, Tonya, que se llevó un premio Oscar.

Además de adversarias, Tonya y Nancy eran el día y la noche. Aquella tenía modales rudos y una imagen desaliñada que espantaba a los patrocinantes; la otra, elegante y refinada, llena de sponsors. Pocos lo sabían, pero detrás había una historia bastante sórdida. Nacida en 1970 en Portland, desde niña Harding sufrió maltrato físico y psicológico por parte de su madre, que la llamaba “fea, gorda y fracasada”. Su entrenadora no decía nada, porque pensaba que cuanto peor la tratara la madre, más se iba a esforzar en el patinaje...

Quizás para escapar de eso Tonya se casó a los 15 años con un muchacho de 19, Jeff Gillooly. El marido tampoco la trataba bien, por lo que hubo varias separaciones, seguidas de reconciliaciones. Mientras tanto, ella iba logrando cada vez mayor destaque en el patinaje. Por ejemplo, en 1991 fue la primera estadounidense y segunda en el mundo en hacer un “triple Axel”, un salto con un giro de tres revoluciones y media, algo muy complicado. Sin embargo, después su rendimiento comenzó a mermar por sus problemas de salud.

Con los Juegos de Lillehammer (Noruega) en el horizonte, le apareció Kerrigan como rival. Pero el 6 de enero del 94, luego de un entrenamiento en Detroit, alguien la atacó con una barra de hierro. Una cámara registró el momento de la agresión, con Nancy gritando “¿por qué?, ¿por qué yo?”, y su padre llevándosela en sus brazos. La muchacha quedó herida en la pierna y se temió que no pudiera seguir compitiendo.

La policía inició una pesquisa que resultó fácil porque el autor del ataque se lo estaba contando a todo el mundo y se proclamaba líder de “la banda del golpe”. Era un tal Shane Stant, a quien se lo vinculó rápido con el marido de Harding. Ella se declaró inocente. La federación de patín estadounidense quiso eliminarla del equipo olímpico, pero la chica amenazó con demandarla, pues no había pruebas de que ella hubiera contratado al agresor.

En Noruega, ambas compartieron pista para las prácticas. Ni se miraron. La final fue vista por 50 millones de personas en Estados Unidos.

También ese día el suspenso fue grande, porque Harding no aparecía por ningún lado. Cuando faltaban pocos segundos para la descalificación, salió y comenzó a realizar los ejercicios. De pronto se largó a llorar. Le explicó a los jueces que se le había roto el calzado y le concedieron unos minutos para arreglarlo. Por fin volvió pero entre los nervios y el abucheo del público no le fue bien y terminó octava.

Después fue el turno de Kerrigan. Aunque las crónicas dicen que estuvo muy bien, el jurado solo le dio el segundo puesto, detrás de la ucraniana Oksana Baiul, lo cual enojó al público noruego. Hay quienes piensan que el fallo fue un castigo al equipo de Estados Unidos por haber involucrado al patinaje en una especie de telenovela.

Al regreso, Harding se declaró culpable de obstruir a la Justicia en la investigación. Según dijo, se enteró del complot luego de ocurrido, pero no lo reveló a la policía. El episodio le costó tres años de libertad condicional, 500 horas de servicio comunitario y una multa de 100.000 dólares. La federación de patinaje le quitó el título y la suspendió de por vida. La decisión se anunció el mismo día que se supo el dopaje positivo de Diego Maradona en el Mundial 1994.

Kerrigan después se hizo patinadora profesional. No escapó de los escándalos. Durante un desfile en Disney (uno de sus sponsors) un micrófono captó su comentario al ratón Mickey: “Es la cosa más ridícula que he hecho” . En 2010 su hermano fue acusado de matar accidentalmente a su padre en una discusión por el uso de un teléfono.

Tonya hizo de todo para ganarse la vida: fue soldadora, pintora y empleada en una tienda, boxeadora, luchadora profesional, piloto de carreras y protagonizó una película de bajo presupuesto. Le salvó la vida a una mujer que había sufrido un ataque en un bar haciéndole respiración boca a boca. Participó en el programa Bailando con las estrellas y quedó en el tercer puesto. A los 50 años sigue viviendo en Portland.

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