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Los boicots por motivos políticos nunca pudieron arruinar los Juegos Olímpicos

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Monte Vesubio

CRISIS SANITARIA

Los más importantes fueron en Moscú 1980 y Los Angeles 1984; en 1908 Italia tuvo que renunciar a la sede de Roma debido a la erupción del Vesubio, que provocó grandes daños en Nápoles

En algún momento, en particular durante la década de 1980, se temió que los boicots por razones políticas fueran a terminar con los Juegos Olímpicos. Pero todas las ediciones disputadas en esas condiciones resultaron exitosas en términos de récords, más allá de ausencias mayores o menores. Y terminó siendo un virus el que golpeó con mayor fuerza al movimiento deportivo.

La primera vez que se llamó a boicotear los Juegos fue en 1936, cuando ya se conocía la persecución que el régimen nazi realizaba contra la población judía. En Estados Unidos y algunos países europeos surgió esa postura. Incluso exiliados alemanes socialistas y comunistas reclamaron al mundo que no enviaran a sus atletas. Organizaciones de izquierda convocaron a unas Olimpíadas Populares, que iban a tener lugar en Barcelona ese mismo año, aunque la Guerra Civil española impidió su realización.

Mientras tanto, el gobierno de Hitler persuadió a dirigentes del Comité Olímpico Internacional y de Estados Unidos sobre que no habría problemas con los judíos (en realidad simplemente se suspendió su persecución hasta después de los Juegos). Tanto que el COI expulsó al dirigente estadounidense Ernest Lee Jahncke por su campaña a favor del boicot.

Los Juegos de Melbourne 1956 corrieron serio riesgo de cancelarse, pues pocas semanas antes de su inauguración se produjeron hechos políticos de alto impacto: la guerra del Sinaí y la invasión soviética a Hungría. Al final concurrieron casi todos los países salvo Egipto, Líbano e Irak por la crisis del Sinaí; España, Holanda y Suiza por los sucesos de Hungría y China porque no se atendió su reclamo de dejar afuera a Taiwán.

También representó una complicación la cuarentena obligatoria que exigió Australia a los caballos que participarían en las pruebas hípicas. Como no fue posible solucionarlo, esas competencias se realizaron en Estocolmo.

En 1968 varios países africanos amenazaron no concurrir a los Juegos de México debido a la posición favorable del COI al reingreso de Sudáfrica, vetada años antes por su política del apartheid. Al final se dejó afuera a los sudafricanos. Varias naciones africanas actualizaron ese reclamo en 1976 por la presencia de Nueva Zelanda, cuyo equipo de rugby había visitado Sudáfrica; el COI rechazó el planteo señalando que el rugby no era deporte olímpico.

En 1972, los Juegos continuaron en Munich pese a la masacre de atletas israelíes secuestrados por un grupo terrorista palestino en la Villa Olímpica. La decisión del COI de no suspender las competencias fue criticada entonces.

El entonces presidente estadounidense Jimmy Carter llamó a boicotear los Juegos de Moscú 1980 luego que tropas soviéticas entraran en Afganistán en diciembre de 1979. Durante los primeros meses de 1980 hubo febriles negociaciones procurando una salida, pero finalmente 66 naciones declinaron participar, entre ellos Uruguay (la decisión la tomó el Comité Olímpico Uruguayo presionado por el gobierno militar de la época). Algunos países apoyaron el boicot pero participaron en Moscú, compitiendo bajo la bandera olímpica.

En represalia, la Unión Soviética boicoteó los Juegos de Los Angeles 1984, argumentando “sentimientos antisoviéticos” impulsados en Estados Unidos. Trece países del bloque comunista acompañaron la medida, más Irán y Albania que decidieron no concurrir por razones propias.

La URSS organizó ese mismo año los Juegos de la Amistad, una suerte de contra-juegos Olímpicos, con la presencia de 49 países, incluso algunos que habían ido a Los Angeles.

El último boicot olímpico se registró en Seúl 1988, aunque resultó muy limitado: no asistieron Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Albania y Etiopía, por diversas razones políticas.

Para Pekín 2008 hubo una iniciativa de boicot debido a las violaciones de los derechos humanos en China más la situación del Tibet, pero ningún país adhirió.

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