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Simone Biles y el insoportable peso de la presión por ganar siempre

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Simone Biles
Foto: Archivo

TOKIO

La gimnasta estadounidense dijo "basta" pero su caso no es el primero entre los grandes campeones

L os “demonios en la cabeza” son el gran tema de la gimnasia olímpica en Tokio, desplazando el triunfo del equipo ruso sobre Estados Unidos, bicampeón en 2012 y 2016. La estadounidense Simone Biles, la superestrella de este deporte, a quienes muchos consideran incluso la mejor de todos los tiempos en lo suyo, anunció quese retiraba del concurso femenino por equipos para cuidar su “salud mental”.

La gimnasta, de 24 años, no es la primera deportista de elite que se atreve a confesar el tremendo peso que significa la presión por conseguir el triunfo. Y no hay que ir muy lejos en estos Juegos: la tenista japonesa Naomi Osaka, la encargada de encender el pebetero en la inauguración, resolvió poco tiempo atrás no jugar Wimbledon, abrumada por la exigencia de ganar siempre.

Presentados a menudo como prodigios físicos, los supercampeones deben lidiar contra rivales para los cuales muchos no están preparados, como la fama, la exigencia de ganar siempre o la postergación de otras aspiraciones personales para enfocarse solamente en su actividad.

Por ejemplo, las 28 medallas olímpicas que consiguió no hicieron idílica la existencia del mayor nadador de la historia Michael Phelps, quien en 2016 confesó: “Pasé por al menos tres o cuatro períodos de depresión fuerte después de los Juegos y llegué a poner mi vida en peligro”.

El ciclista neerlandés Tom Domoulin, ganador del Giro de Italia y segundo en el Tour de France, campeón mundial de contrarreloj además, anunció hace poco una pausa indefinida en su carrera debido a que siente esa “gran presión”, que lo llevó a olvidarse de sí mismo.

Nadie lo hubiera sospechado en el caso de la siempre sonriente Biles, aunque en las últimas horas hubo señales de que algo andaba mal. El lunes, la víspera de la final, Biles había escrito en su Instagram: “Muchas veces siento de verdad como si cargara sobre mis hombros el peso del mundo. Sí, ya sé, hago como si nada y hasta parece que la presión no me afecta, pero a veces es demasiado difícil”.

Ayer martes se registró su mediocre actuación en el primer ejercicio, la barra de equilibrio, donde logró una nota de 13,766. De golpe abandonó la sala. Regresó al rato con estatus de reemplazante y se puso el buzo de abrigo. Alguien llegó a escuchar que le dijo a su entrenadora mientras avanzaba la competencia: “No puedo subir allí”.

No disputó las asimétricas, tampoco los restantes dos aparatos, barra y suelo, lo que el equipo norteamericano explicó por “razones médicas”. Pero recibió tranquilamente la medalla de plata como parte del equipo.

Después del abandono, explicó ante la prensa: “Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza. Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar”.

“Ahora tengo que centrarme en mi salud mental. Ya no confío en mí tanto, quizás me esté haciendo mayor”, dijo. “No solo somos deportistas. Al final del día somos personas y a veces tenemos que dar un paso atrás. Sí, y creo que hablar, decirlo todo, ayuda”, replicando lo dicho por Osaka. “Estamos en algo tan grande, son los Juegos Olímpicos, que si no estás al 100 o al 120% al final del día te tienen que sacar en una camilla, porque acabarás haciéndote daño a ti misma. Tengo la impresión de que ya no puedo disfrutar como antes”, añadió.

Biles podía hacer cualquier ejercicio como si tuviera alas o un cuerpo de goma, pero en el fondo es una muchacha con muchos golpes, desde una complicada situación familiar por las adicciones de su madre a los abusos sexuales que sufrió por parte del médico del equipo, Larry Nassar. Ni siquiera tuvo un juventud normal, obligada a entrenar y entrenar para alcanzar la perfección. Y también los golpes físicos: el eco de tanta preparación aparece en un dolor en los tobillos que ella calificó de “irreal”. Hasta que un día dijo “basta”.

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