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Violencia en 1924: el primer muerto del fútbol rioplatense

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Foto: Marcelo Bonjour.

HACIENDO HISTORIA

Después de un partido por el Campeonato Sudamericano, un hincha de Boca mató a un aficionado uruguayo en la Ciudad Vieja y huyó a Buenos Aires.

El fútbol del Río de la Plata conoció desde temprano enojos, peleas e incidentes, pero la pérdida de la inocencia se registró un día concreto, en un sitio de Montevideo muy identificable: fue el 2 de noviembre de 1924 en la esquina de Rincón y Bartolomé Mitre. Esa noche se registró allí la primera muerte violenta de un hincha, en un episodio que involucró a los dos países: un uruguayo fue asesinado por un aficionado argentino.

Un hilo de sangre, intolerancia y locura une el crimen de Pedro Demby con la acción de los hinchas de River que acribillaron a pedradas el ómnibus de Boca hace una semana. Y atraviesa cientos de casos en Argentina y no pocos en Uruguay.

Aquel 2 de noviembre, Uruguay se había consagrado campeón sudamericano en el Parque Central al empatar sin goles con Argentina. Pese a la rivalidad del Plata, que era muy intensa entonces, el resultado dio para que ambos festejaran: Uruguay sumó otro título continental y el arquero argentino, Américo Tesoriere, logró mantener su arco invicto durante todo el torneo, por lo cual fue llevado en andas por los hinchas locales. En la cancha y el estadio todo fue confraternidad.

Por la noche, en la Ciudad Vieja, la historia resultó diferente. La esquina de Rincón y Bartolomé Mitre era una de las principales de Montevideo en aquellos tiempos. Allí se encontraba el espléndido Hotel Colón (hoy sede local del Banco Interamericano de Desarrollo). Enfrente estaba la Confitería del Jockey Club, una de las más distinguidas. Y había otros comercios en el entorno, como la ferretería La Llave.

La delegación argentina se alojaba en el Colón. Y desde la vereda de La Llave, tres personas comenzaron a vivar a los futbolistas visitantes, mientras preguntaban, a toda voz, “¿Dónde está el team olímpico?”, en referencia por supuesto al uruguayo, campeón pocos meses antes en París. El episodio, que fue reconstruido por los periodistas argentinos Oscar Barnade y Waldemar Iglesias en su libro Mitos y creencias del fútbol argentino, continuó con la aparición por la acera de la confitería de una persona aparentemente borracha, que les respondió afirmando que Pedro Petrone era el mejor futbolista del mundo y que lo mejor que podían hacer los argentinos era “irse a Buenos Aires a tomar agua salada”.

Varios jugadores argentinos salieron a un balcón del hotel e intercambiaron bromas con el ebrio. Después comenzaron a arrojarle cosas: naranjas, tazas, vasos, botellas y hasta una lámpara. Ya era un escándalo. Y se sumaron algunas personas que estaban en la confitería para trenzarse a golpes. En eso apareció Pedro Demby, de 24 años, empleado del Banco Italiano. Pretendió entrar en la pelea, se quitó el saco y adoptó la pose de un boxeador para enfrentar a otro sujeto, pero este sacó un revólver y le disparó dos veces.

Uno de los tiros atravesó la garganta de Demby, rebotó en la pared de la confitería e hirió al arquitecto Aníbal Loy. Se produjo un desbande general: el atacante huyó hacia el hotel, en tanto Demby quedó tirado en la calle. Fue trasladado al hospital Maciel, donde falleció al otro día.

La policía llegó cuando el incidente había terminado. Un testigo denunció que el agresor se encontraba en el hotel, pero no pudieron encontrarlo. En su huída, el hombre dejó un sombrero y una caja con un vestido de mujer, supuestamente un encargo de un futbolista de la selección argentina.

Así se describió al prófugo: un hombre de baja estatura, vestido con ropas oscuras y con una gruesa cadena de oro en el cuello. Y otro detalle: su “marcado acento boquense, esto es, un dejo genovés”, indicó El Día.

Barnade e Iglesias relatan en su libro que el presunto asesino escapó del país ayudado por varios futbolistas argentinos, que lo conocían. Ya era un hecho la vinculación de jugadores con los barrabravas (aunque entonces no se llamaban así). Tampoco la policía argentina fue muy eficiente en sus pesquisas.

Durante años se pensó que el crimen había quedado totalmente impune. Sin embargo, una investigación de El País en 2006 permitió saber que el supuesto matador fue identificado y detenido, aunque por poco tiempo, y no llegó a ser deportado al Uruguay. Se trataba de José Lázaro Rodríguez, conocido como El Petiso, número dos de la hinchada más pesada de Boca. En 1924 el líder era José Stella, Pepino el Camorrista, “protegido” del arquero Tesoriere según Gustavo Grabia, uno de los periodistas argentinos que más saben de barras, en su libro La Doce.

¿Y cómo se logró dar con El Petiso? El jefe de policía montevideano, Juan Carlos Gómez Folle, encontró en el diario Crítica la foto de una cena de hinchas boquenses en el restaurante El Trapo, que pertenecía justamente a Tesoriere. Uno de ellos parecía ser el sospechoso. Gómez Folle mandó a un agente a Buenos Aires, que consiguió el negativo de la foto, hizo copias y pidió la dirección de los que aparecían retratados con el argumento de que pensaba vendérselas como recuerdo. El 24 de noviembre, el agente uruguayo llegó a una casa en la calle Ministro Brin 1137, en La Boca. Allí, efectivamente, vivía Rodríguez. Al otro día lo denunció ante la policía argentina.

El acusado fue llevado a juez y luego enviado a la cárcel de Devoto, donde estuvo preso un par de años. Y ya no se supo de él.

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