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"Muchos vinieron al ‘Barça’ como estrellas y terminaron estrellados"

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Luis Suárez

El goleador de la Selección uruguaya recuerda sus comienzos en el fútbol europeo en el Ajax, su pasaje por Liverpool y su presente en Barcelona junto a Lionel Messi, lo que significa en su vida convertirle goles a los principales equipos y como sufrió durante el Mundial de Brasil.

“Después de todas las vueltas que di por el mundo, estoy en donde quería estar. Y me encantaría terminar aquí”, dice. Cuando habla de Sofi, Delfi o Benja se le ilumina la cara. “Benja está todo el día con la pelota y me llama a cada rato para que vaya a jugar con él. Le pega con la izquierda; no hay zurdo malo”, se ilusiona. Él, en cambio, le da con la derecha. No le fue mal: suma 349 goles. Es el actual Pichichi y Bota de Oro: con 40 tantos.

—¿Suma sus goles?

—Con el que hice en el Pizjuán me dijeron que llevaba 350. Yo no llevo la cuenta, pero si me preguntas: "¿te acuerdas de aquel?", pues seguro que sí lo recuerdo. Cada gol tiene algo especial. Los que más me gustan son cuando agarro la pelota picando en el área y la reviento. Es como una descarga.

—¿El gol de penal ante el Celta fue el más divertido o el más raro que marcó?

—En un entrenamiento había visto como Leo y Ney estaban ensayando la jugada y habían hablado de hacerlo en algún momento. Yo estaba por ahí… viendo cómo lo practicaban, pero era algo entre ellos dos. Y, en el partido, veo que Ney se paró del otro lado, a la izquierda de Leo. Yo, por lo general, nunca voy a los rebotes, pero cuando Messi fue a patear yo salí corriendo y la pelota me quedó ahí. Y cuando el balón está ahí, hay que pegarle, eso lo llevo en la sangre. Y le pegué. Después, Ney, en broma, me decía que era un hijo de puta que le había robado el gol. Ahora, nos divertimos mucho al recordarlo.

—¿Se ríen mucho en este equipo?

—Sí, mucho. Y eso es algo que se valora. No sólo lo digo yo. También lo han dicho otros jugadores, como Piqué. Siempre dije que aquí no hay envidias. Nadie se pone celoso de nadie. Y tiene razón.

—¿Por qué todos saben que Messi es el mejor?

—Sí, por eso y porque en realidad todos tenemos nuestro rol. Yo el mío; Ney, el suyo; y Andrés (Iniesta), el suyo. Todos serían el mejor en otro equipo, pero aquí el mejor es Leo y todos lo tenemos claro. Aquí han venido jugadores para ser estrellas y terminaron estrellados. El fútbol es así, cada uno tiene que saber asumir y entender cuál es su papel.

—¿A Messi se le entiende o se le intuye?

—Se le entiende. Quizás hay veces en que se le ve venir, pero, por lo general, se le descubre algo nuevo en cada jugada, en cada día. Leo es diferente en todo. En cualquier circunstancia del juego, él está un paso adelante de cualquier otro jugador.

—¿Usted también lo entiende fuera del campo?

—Entenderse fuera del campo te da un plus, porque en caso de no tener una buena convivencia fuera de la cancha, después dentro puede ser más difícil. Yo, por ejemplo, tengo a mi familia conmigo, porque si uno no es feliz fuera del campo, luego no puedes serlo dentro. Y una buena relación con el mejor jugador del mundo, con el que marca la diferencia, te ayuda a mejorar.

¿Hablan de fútbol?

—Muchísimo. Hablamos de fútbol, de jugadores, de todas las ligas… somos como dos amigos comunes que, cuando se juntan a charlar, hablan de todo… y, por supuesto, se habla mucho de fútbol porque nos encanta.

—Messi confirmó su regreso a la selección argentina y su primer partido será ante Uruguay, ¿no le pidió que retrase su vuelta, al menos, un partido más?

—No, no pasa nada. Lo importante es que Leo vuelva a jugar con su selección. Eso es lo que a nosotros nos interesa porque es lo que le hace bien a él. Es entendible lo que le pasó después de la final de la Copa América. En un momento así, se pueden decir muchas cosas, era la tercera final que perdía Argentina y, conociendo a Leo, yo me imaginé que podía llegar a decir una cosa así. Pero, después, cuando las cosas se piensan en frío, todo cambia.

—¿Cuantas veces pensó usted en dejarlo?

—Yo nunca he llegado a vivir situaciones como las que vivieron Leo y Mascherano. Pero cuando perdés finales o quedas eliminado, duele mucho.

—¿Qué duele más: una patada, una derrota o errar un gol?

—Una derrota, más que una patada; pero, sobre todo, lo que no te perdonás nunca es fallar un gol. Un gol no se perdona.

—¿Y fallarle a Sofía? Antes del Mundial le prometió a su mujer que no tendría más problemas en un campo de fútbol. ¿Cómo le perdonó lo de Brasil?

—Fue un momento muy difícil. Sabemos que cuando hacés las cosas bien todo va todo de novela, pero cuando hacés algo mal, sos el peor. Lo que pasó allí me dolió por mi gente, por mi mujer y mis hijos. Ella estaba dolida conmigo. Al principio, yo le decía que no, que no había pasado nada. Me costaba aceptar la realidad. Me costó mucho. Soy un ser humano que sufre, que vive por y para el fútbol. Y, por eso, fue tan difícil asimilar la cagada. Lloré mucho.

—¿Qué fue más difícil: estar cuatro meses sin jugar en el Barça, los nueve partidos fuera con la Celeste o mirar la Copa del Centenario desde el banco?

—Fueron todos momentos muy complicados… Los partidos que me perdí con la selección se me hicieron muy largos. Y los primeros meses en el Barça, visto ahora con distancia, fueron un tiempo que me sirvió de convivencia y para aprender. El entrenador me enseñaba vídeos y me mostraba qué tenía que hacer, detalles que me ayudaron a mejorar ya antes de poder jugar.

—¿Aprendió antes la teoría que la práctica?

—Por un lado sí, pero también a medida que fueron pasando los partidos mis compañeros se empezaron a acostumbrar a mis movimientos. No es tan fácil como la gente se piensa. Hay todo un trabajo detrás y, al final, todo tiene su recompensa. Nada se da por casualidad.

—¿Haber jugado en el Ajax le sirvió para entender el juego de posición del Barcelona?

—Jugar en el Barça es otra cosa. El Ajax me ayudó a acostumbrarme al nivel europeo, al fútbol físico. Después, en Inglaterra me adapté a un juego más rápido. Pero, cuando llegás al Barça, todo es distinto.

—Dijo en Inglaterra que lo importante era ser más rápido que el rival. ¿Se puede jugar más rápido que en el Barça?

—Aquí no es que sea tan físico, pero sí que debes hacer movimientos inteligentes. Lo importante es llegar primero a la jugada y para eso tenés que ser rápido. Por ejemplo, en el gol de la Supercopa ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán, cuando Arda tocó la pelota yo ya había picado (el desmarque) y esas son las cosas que debés hacer en cada momento. Tenés que pensar antes que los demás. La exigencia de este campeonato es enorme.

—¿Cómo ve esta Liga que les inicia?

—Complicada. El Madrid ya demostró lo que es. Y el Atlético va a seguir dando pelea, es uno de los candidatos. Y está el Sevilla... cada partido es duro.

—¿Hay algo mejor que marcarle un gol al Madrid?

—¿Cómo jugador del Barça? No, nada. Pero igual te digo que no hay nada que me dé más pereza que jugar contra el Atlético. Es muy molesto. Está el pesado de Godín, que está todo el día ahí. Me fastidia bastante, pero yo también a él, ¡eh! La verdad es que nos la pasamos muy bien porque a nosotros nos gusta. Con Diego hemos tenido muchos roces dentro del campo porque somos así los dos. Fuera somos muy amigos, muy compañeros. Pero sabemos que representamos a Uruguay y que tenemos que ser precavidos con ciertas cosas dentro del campo.

—¿Sigue bebiendo mucha agua?

—Sí, cuando llegué a Groningen empecé a tomar mucha agua y sigo así. Mis compañeros se ríen, voy todo el día al lavabo, en el avión los vuelvo locos y el médico me dice que no es normal. Pero me sienta bien. Hasta ahora, no he tenido ningún problema.

"No hay manera de jugarle al barça".

Gustavo Poyet se estrena hoy como entrenador en la liga española y lo hace en un escenario especial: el Camp Nou. El uruguayo sabe que no será fácil: "No hay una manera de jugarle al Barça, si no todos la intentaríamos. Tienes que estar a tu mejor nivel, no cometer ningún error y ser casi perfecto de cara al gol. Después si tenés algo de suerte o que el Barca tenga un día normalito, mejor", dijo en una entrevista con Homero Fernández de Ovación en la previa del debut liguero de su Betis, con el que más allá de objetivos puntuales tiene claro el camino a seguir: "el equipo tiene que tener organización, carácter y ambición, y seguir mejorando paso a paso sin olvidar las victorias. Lo ideal sería terminar entre los 10 primeros con una identidad formada para el futuro", explicó. Un Poyet que cree que esta oportunidad podría marcar su carrera. "Como cuando era futbolista uno quiere llegar a lo más alto. ¿Qué es lo más alto? Creo que estará definido por esta oportunidad en el Betis", señaló.

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