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Villoldo amasó un golazo

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Villoldo
Ariel Colmegna

Wanderers

El autor del tanto de Wanderers a Peñarol tuvo una vida dura, pero supo salir adelante

"Cuando vi que la pelota se fue abriendo me dije: ya está. Entraba donde entró o podía haber terminado en el Prado”, contó Alejandro Villoldo sobre el gol que le hizo a su amigo Kevin Dawson el sábado pasado y que significó que Peñarol dejara sus primeros puntos en el Apertura en el Parque Viera.

Sin embargo, el palmirense entró al vestuario llorando por la expulsión que sufrió al final. “Es que tenía la sensación que le podíamos ganar a Peñarol por cómo se estaban dando las cosas. Habíamos tenido un par de contras buenas. La bronca fue esa. Porque además, fuimos capaces de cambiar el chip para el segundo tiempo, lo que no es fácil. En el primero salimos a mirar a Peñarol, esa es la verdad. Parecía que para ellos era un entrenamiento. Lo hablamos entre nosotros, no nos puede volver a pasar”, agregó.

La vida nunca fue fácil para Villoldo. Su madre los abandonó cuando él tenía menos de cuatro años y dos hermanitos menores. Tampoco cuando después de probarse en varios equipos de la capital, vio desvanecerse su sueño del fútbol profesional y arrancó a trabajar en el puerto de Palmira.

“Estaba en el puerto y me fueron a buscar para probarme en Danubio. Estaba ayudando a mi familia y jugando en el pueblo, no quería saber más nada. Pero cuando llegué a casa mi padre me dijo que probara esa última bala”, recordó.

Estaba Jorge Giordano de técnico, lo probó y lo mandó a hacerse la ficha médica. “Fue una alegría enorme. Estaba cumpliendo el sueño y en un club como Danubio”. Primero vivió con unos amigos que estaban estudiando en Montevideo y luego con una tía en Belvedere. Estuvo dos años en Tercera, y aunque no llegó a debutar en Primera, fue allí donde dejó de ser volante para transformarse en lateral.

Luis Matosas lo llevó a Plaza Colonia, a la B. “Al menos estaba un poco más cerca de la familia. Era otro Plaza, había muchos problemas, pero nosotros siempre poniéndole buena cara para salir adelante”. Luego se fue a jugar a Argentina, a Sarmiento que estaba en la C, pero la diferencia económica era buena. “En Plaza no cobrábamos todos los meses, yo era joven y quería probar suerte”.

Pero no le fue bien, se lastimó la rodilla. Pasó momentos difíciles y se volvió a Uruguay. No encontró cuadro y recaló en Polanco un cuadro de Palmira.Y se puso a trabajar en la pizzería de un primo. “Amasaba desde las tres de la tarde hasta las siete, iba a la práctica y regresaba a las diez a la pizzería hasta las dos de la mañana. Un calor bárbaro al lado del horno, pero aprendí y hoy cuando Luciana (su esposa) me dice que haga unas pizzas no puedo decirle que no sé”.

CDS.  Jugando en la selección palmirense lo vieron de Plaza y regresó al club. Subió a la A y hasta dio la vuelta en el CDS al ganarle a Peñarol, con un gol suyo de penal cuando el partido estaba empatado, y quedarse con el Clausura. “Si hoy tengo un nombre en el fútbol uruguayo, si hoy saben quien es Villoldo, es por aquel partido. Y eso para mí es muchísimo. A Plaza le tengo un cariño enorme, por los malos momentos que vivimos antes y por todo eso tan lindo. Recuerdo todo, el vestuario, la charla de Espinel antes del partido, ver a mi esposa embarazada y a mi padre empapados en la tribuna, y aquella llegada a Colonia. ¡Nunca había visto tanta gente!”.

Luego de jugar la copa con Plaza se fue a Boca Unidos y tras un broncoespasmo que le dio a su hijito sin tener familiares cerca, rescindió y se vino a Cerro. “Además, Luciana había dejado su carrera por acompañarme, y no era justo”.

Nunca se sintió tan tranquilo como en Wanderers. “Me pone feliz cada vez que llegó al vestuario. Conversamos mucho con Ivonne (la utilera), la paso muy bien. Es un lugar lindo para trabajar, y aprendo mucho de los grandes que jugaron por todos lados y vistieron la celeste. Eso hay que respetarlo”.

Sigue con el sueño de llegar a un equipo grande. “Cuando Kevin me cuenta cosas lo miro con una gran admiración. Me contó que en el último partido en el CDS  la gente gritaba su nombre. Jugar en un grande y poder darle un techo a Santino son las cosas que más quiero”, admitió.

A propósito de Dawson, su amigo desde su primer pasaje por Plaza, le había advertido que le iba a patear. “Nos habíamos juntado acá en casa y le dije que las pelotas nuevas se movían, que tuviera cuidado. Y en la mañana del partido le mandé un mensaje recordándoselo. Al otro día nos juntamos a comer un asado y él estaba feliz por mí. Te aguanto dos bromas, más no, me dijo”.

No le gusta estar enojado con nadie por eso ha vuelto a tratar a su madre. “Lo que pasó, pasó”. De todas maneras, considera a Pilar, la esposa de su padre quien los crió como una madre. Y siente una gran admiración por Miguel, su padre. “Mi viejo es lo más grande, no puedo creer todo lo que hizo con nosotros de chicos”.

Sabe que esas vivencias de la niñez marcan hoy su relación con su hijo Santino. “No está bueno lo que me pasó, pero gracias a eso valoro mucho lo que tengo. Y no quiero que a Santino le falte nada”.

Villoldo y flia
Familia. Alejandro con su esposa Luciana y el pequeño Santino, que entró a la cancha frente a Peñarol y le dio suerte a su padre.  
familia

Encontró a la doctora en un momento complicado

Se ennovió con Luciana, una palmirense como él, cuando regresó de Argentina y no conseguía club. “La conocía sólo de vista. Nos presentaron y de a poco empezamos a salir a pasear y a comer algo, esas cosas de la vida. Ella ya estaba estudiando en Montevideo y yo la venía a ver. Así fue marchando la relación. Hoy tenemos una familia hermosa. No esperábamos a Santino pero llegó para cambiarnos la vida”, contó sobre el pequeño de 15 meses. Hoy Luciana está en cuarto de medicina.

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