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Un "5" en la vida

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Mario Álvarez

historia 

Mario Álvarez tuvo que abandonar el fútbol por las consecuencias de las lesiones; pero hoy disfruta de su presente

Tiene 35 años, pero ya hace seis que tuvo que abandonar el fútbol, retirándose muy joven. Lejos de amargarse por esa situación, vive con total naturalidad y se siente feliz en lo que hace. Gracias al fútbol se pudo comprar una casa en Solymar, vive junto a su mujer de toda la vida -Pamela- y sus dos hijas, y trabaja en algo que siempre le gustó hacer desde que era pequeño: en un restaurante, como asador. Mario Álvarez vive con la misma intensidad que jugaba al fútbol y con la misma pasión que lo llevó a ser tan querido en los clubes en los que jugó, desde que debutó en 2002.

Oriundo de Cardona (Soriano), jugó desde los cuatro años en el Santa Emilia de su ciudad. A los 16 decidió ir a probarse a Danubio, donde nunca pensó que iba a quedar porque en la prueba había muchos aspirantes. Pero 20 días después, cuando estaba trabajando en una de las fábricas de su pueblo, recibió la sorpresiva llamada. Era Daniel Bañales, el técnico, que lo quería en los franjeados. Así, se fue a vivir a la casita de Danubio en Veracierto -donde compartió el lugar y anécdotas con Ruben “Pollo” Olivera, Javier Chevantón, Máximo Lucas, Walt Báez, Guillermo Rodríguez y Carlos Grosmüller, entre otros- y empezó su periplo por el fútbol profesional.

Tras debutar en 2002 y jugar dos años en los franjeados, quedó libre y pasó a Basáñez. Luego de un año en el club que por ese entonces estaba en la Segunda División, llegó a Wanderers, llevado por Daniel Carreño.

“Fue en el equipo donde jugué mejor, me sentía cómodo. Si bien me llevó Carreño, después estuve un semestre con Diego Aguirre. En el año que jugué con Daniel fue cuando me sentí más cómodo, luego rescindí el contrato por discusiones que tuve con Aguirre y cosas que no saldrán a la luz, porque son de las que uno se guarda. En Wanderers fue mi época más linda en lo personal y al grupo también le fue muy bien”, recuerda Álvarez y corta abruptamente. Es que mientras mantiene la charla con el periodista sentados en la caja del restaurante “El Cuatro”, donde trabaja, está haciendo un pulpón que le pidieron de una de las dos mesas que tienen clientes el miércoles por la noche. El fuerte del restaurante, que está ubicado en el Mercado del Puerto de Montevideo por la calle Piedras, es en los mediodías y principalmente con clientes extranjeros.

En “El Cuatro” Álvarez es el encargado de la parrilla, pero por las noches también de la caja, ya que es cuando hay menos movimiento.

En Peñarol

ConfesiónYo le decía al Tony Pacheco y a Darío Rodríguez que si salía campeón uruguayo no jugaba más al fútbol"

AURINEGRO.  Sus muy buenas actuaciones en Wanderers lo llevaron en 2007 a Peñarol, el club del que es hincha. Es más, en la conferencia de presentación dijo que ya había cumplido un 50% del sueño de su vida, que era jugar en Peñarol, y que le restaba cumplir el otro 50%: ser Campeón Uruguayo. Pese a jugar poco (18 partidos, con 12 triunfos, dos empates y cuatro derrotas), se ganó el corazón de los hinchas, que hasta el día de hoy lo paran a saludarlo.

“El paladar de Peñarol y el puesto donde yo jugaba significa mucho para la hinchada. Mi juego favorecía eso, el hecho de ser querido, porque yo era de meter mucho. Hace poquito miré el clásico que ganamos 4-2 (con dos goles de Rubén Olivera, Antonio Pacheco y Carlos Bueno) y pensaba ‘¡la pucha, tuve la suerte de estar ahí!’; gente de acá, del trabajo, me pregunta qué significa, qué sentís cuando entrás, son cosas que no las podés describir con palabras. En ese momento uno no se da cuenta de la magnitud de lo que genera jugar en Peñarol, uno vive el día a día y no toma conciencia de toda la repercusión que genera jugar en un cuadro grande”, reflexiona.

Meses antes de cuando se dio la transferencia a Indios de ciudad de Juárez, Álvarez ya había tenido la posibilidad de jugar en México, pero la había desechado: “Me hacían un contrato de mucho dinero, pero no quería irme. Mi sueño era jugar en Peñarol y yo le decía al ‘Tony’ Pacheco y a Darío Rodríguez que si yo salía campeón uruguayo no jugaba más al fútbol. Y ellos me decían que pensara en mi familia y en que el fútbol no tenía memoria. Yo les respondía: ‘Quédense tranquilos que desde los ocho años vengo trabajando, me encanta el fútbol, pero yo sé lo que es la vida. Si soy campeón me voy para mi pueblo, me voy para Cardona con un sueldito en la fábrica o trabajando en cualquier lugar y yo soy el hombre más feliz del mundo’. No me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida, aunque capaz que a algunas cosas le hubiera puesto un poco más de cabeza”.

Pese a que Peñarol ganó el Torneo Clausura 2008 de la mano de Mario Saralegui, al final los aurinegros no fueron campeones uruguayos tras perder en la definición con Defensor Sporting. En la primera final ganaron los violetas 2-1 y en la segunda fue empate 0-0. Al final, Álvarez no logró cumplir lo que tanto anhelaba y aceptó la propuesta de Indios, un equipo que recién había ascendido a la Primera División de México.

EL MOMENTO. En el primer partido oficial con Indios, contra Necaxa, fue titular, pero a los 13 segundos se lesionó gravemente y no jugó más en México. Esa incidencia le cambió la vida y fue, de cierta forma, lo que le apresuró su retiro del fútbol.

“Iban 13 segundos... Me acuerdo de todo en la jugada y no lo puedo creer. Fue una jugada tan insólita, tan estúpida... Una jugada normal de partido. No sé por qué, pero si me pasó, por algo fue”, recuerda, y habla a lo lejos, mientras saca el pulpón y le pide al cocinero las fritas de acompañamiento.

Cuando vuelve, agrega: “Se me fracturó el peroné y se me cortó el ligamento. Después, hablando con especialistas, me decían que es una operación sencilla, pero me pusieron unos tornillos y se olvidaron de ponerme un tornillo que agarra peroné y tibia, para que el tobillo quede bien sostenido, y eso me afectó. Después se dieron cuenta que el dolor intenso que tenía era por eso. Me abrieron de vuelta, me hicieron una limpieza, me pusieron otro fierro, agarré infección porque mi organismo lo rechazó y de tanta limpieza me dejaron sin cartílago, estaba hueso con hueso, era como tener una carie. Llegó un momento en el que no aguanté más el dolor. Al final, todo lo que terminó pasando fue más por un error humano que por otra cosa. Aunque yo también medio que la cagué porque adelanté los procesos, por las ganas que tenía de ganarle a la lesión”.

Nueve meses le llevó la recuperación y nunca fue el mismo. “Cuando volví de México todos me dijeron que iba a ser difícil que siguiera jugando al fútbol, pero tuve la suerte de juntarme con Carlos Voituret, que fue el primero que me llamó cuando me lesioné. Hice la recuperación con él y me dijo que iba a poder jugar, pero me aclaró que iba a sufrir”.

A su regreso, Álvarez Jugó en Racing un tiempo y terminó en Cerrito, pero tuvo que dejar el fútbol. “Fue tal cual como me dijo Carlos. En un momento vi que en Primera no podía jugar porque no me daba el ritmo, el físico no me daba por la lesión. Me agarré artrosis en el tobillo izquierdo, porque no tengo cartílago. Es algo parecido a lo que le pasó a (Gabriel) Batistuta. Jugué algunos partidos en Cerrito, en la B, pero había días que entrenaba y otros que no, era complicado. Hasta que en una copa de verano que se jugó entre los cuadros de la A y la B, y que jugamos ante Danubio, me lesioné los ligamentos y ahí dije que ya estaba. Me operé todo, pero no daba para más; dejé de jugar. Ahora no puedo jugar ni un fútbol cinco porque me duele mucho la pierna”.

Mario es una persona alegre y se nota desde que uno entra en contacto con él. Le ceba un mate al periodista y lanza una reflexión respecto a lo que le sucedió. “Con el dinero que hice en México gracias a Dios nos pudimos comprar una casa. Yo con 28 años tenía una casa, y hay gente que trabaja día y noche, que tiene 50, 60 años, y que tiene que alquilar. Yo me agarro de esas cosas... Tengo mi casa, ¡no me puedo quejar! A veces uno se pone triste porque aún podría estar jugando... Pero mi mamá trabajó toda la vida, tiene 60 y pico de años, trabaja todo el día limpiando y tiene que vivir alquilando, no tiene su propio hogar. Yo soy muy feliz y disfruto del día a día. Así me tomo las cosas. ¿De qué otra forma podría hacerlo?”.

Mario Álvarez
Mario Álvarez en la parrilla. Foto: Marcelo Bonjour
trabajos

Entre cargar garrafas y la parrillada

Luego de abandonar el fútbol a los 29 años en 2011 se tomó un año sabático y después empezó a trabajar en una distribuidora de gas. Pero un día se cansó, habló con el dueño y se fue. Desde hace cuatro meses trabaja en el restaurant “El Cuatro”, donde llegó a través de un amigo que conoció en el colegio de sus hijas.

decisión

"No podía ni levantarme"

“Mi mujer me apoyó y la decisión de dejar fue más de ella que mía, porque si era por mí, seguía. Es que ella me veía todas las mañanas que del cuarto al baño o para ir a calentar agua era mortal, no podía ni levantarme. Los días de fútbol me tomaba unas pastillas porque si no no podía jugar, me ponía hielo, hacía de todo para apaciguar el dolor. Ella me decía que la vida seguía, que me tenía que cuidar”.

Mario Álvarez
El volante jugó en Peñarol en 2007-2008. Foto: Archivo El País

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