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Víctima del odio: Özil no aguantó más el racismo

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Mesut Özil luego de la derrota de Alemania ante Corea del Sur que dejó a su equipo afuera de Rusia 2018. Foto: Reuters
JOHN SIBLEY/REUTERS

ALEMANIA

Nació y creció en Alemania, pero sus raíces turcas siempre le generaron un cruel hostigamiento

Europa deslumbra. Sus ciudades milenarias, su rico pasado histórico, el legado de los imperios, la mezcla de sus culturas, su poder económico, todo es fascinante.

El fútbol de Europa también maravilla. Sus imponentes estadios, sus grandes equipos, sus Ligas competitivas, su poder económico, la inteligencia para organizar los espectáculos, la habilidad para copar el mundo y que se viva hablando de sus clásicos, de sus períodos de pases.

Pero no todo lo que brilla es oro. Y mucho menos cuando las sociedades no consiguen desterrar su odio, su racismo. Muchos gobernantes, los aspirantes a serlo y hasta un número importante de los ciudadanos fuera y dentro de los estadios tienen enquistado su desprecio hacia los inmigrantes. Y algunos casos suelen llegar a extremos inhumanos. Demasiado crueles, si es que hay alguno que no pueda ser considerado así. Porque hay que terminar de aceptar que no hay un camino del medio o matices: en este aspecto solamente puede establecerse que se trata de si hay o no hay racismo.

Ahora el receptor de nuevos episodios racistas fue Mesut Özil, el talentoso jugador de la Selección de Alemania que, por haberse fotografiado con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dejó de ser alemán para convertirse en el peor de los enemigos de los germanos.

El hostigamiento llegó a niveles pocos creíbles, al punto tal que el actual futbolista del Arsenal decidió renunciar a la “Die Mannschaft”, como se le conoce al combinado.

Eso sí, para Özil esta persecución racista no es nueva, aunque ahora el ruido es demasiado grande. Por ejemplo, el presidente del Bayern Munich, Uli Hoeness, fustigó al jugador con una dureza poco creíble.

“Me alegro de que el fantasma haya terminado. Lleva años jugando como la mierda. Ganó su último duelo individual antes del Mundial de 2014”, reveló el dirigente al diario teutón Bild.

No se quedó solamente en ello. Fue capaz de remarcar: “Solo tira pases cruzados y esconde su rendimiento penoso detrás de lo que generó la foto con Erdogan. Cada vez que jugábamos contra el Arsenal lo buscábamos, porque era el punto débil. Solo brilla cuando juega contra San Marino. Sus 35 millones de followers, que no existen en el mundo real, se piensan que juega de manera sobresaliente cuando acierta un balón cruzado”.

Özil ha sido uno de los futbolistas más defendidos por el técnico de la selección Joachim Löw, y eso que el manto de críticas sobre sus raíces siempre cayó encima del jugador cuando su rendimiento no fue el esperado.

El propio futbolista, en el pasado, fue blanco de los odios. En 2016, el político de la derecha Alternativa para Alemania, Frauke Petry, aseguró que Özil era “una vergüenza” para “niños y jóvenes” por no entonar el himno nacional.

Ese mismo año, Özil, que es musulmán, peregrinó a La Meca antes de jugar la Eurocopa de Francia. Aquellas fotos de su visita se llenaron de comentarios racistas y él escribió: “Me tratan como si fuera diferente. En 2010 recibí el Premio Bambi (premio anual de televisión y medios audiovisuales otorgado por la compañía alemana Hubert Burda Media), como un ejemplo de integración exitosa en Alemania y su sociedad. Fui embajador de fútbol de Alemania en 2015. ¡Pero todavía no soy considerado alemán! ¿Cuáles son los criterios para ser un alemán aceptado? Mis amigos Lukas Podolski y Miroslav Klose nuncan han sido calificados como alemán-polaco. ¿Por qué soy un turco alemán, entonces? Nací y crecí en Alemania. ¿Por qué la gente no me acepta como alemán?”.

Özil también cuestionó la forma en la que se hacía referencia a su nacionalidad dependiendo del resultado deportivo: “Si ganamos, soy alemán. Si perdemos, no soy más que un inmigrante”.

Demasiado odio, por eso decidió alejarse del combinado. Y escribió en su cuenta de Twitter: “Con dolor de corazón y después de considerar mucho los recientes acontecimientos, no seguiré jugando con la selección de Alemania debido a que he sentido este racismo y falta de respeto. He vestido la camiseta de Alemania con orgullo y emoción, pero ahora ya no. Ha sido una decisión muy difícil porque siempre lo he dado todo con mis compañeros y el cuerpo técnico y la buena gente de Alemania. Pero cuando altos cargos de la DFB (Federación Alemana de Fútbol) me han tratado como lo han hecho, con falta de respeto hacia mis raíces turcas y me han acusado injustamente de propaganda política, entonces ya basta. (...) el racismo no debería ser nunca, nunca aceptable”.

Hechos en 2018.

- “No queremos jugadores, jugadores de color, los queremos de Mareo y orgullosos de Gijón”, cantaron los Ultras del Sporting en el partido ante Gimnastic por la Segunda división en enero de este año.

- También este año en la liga alemana, dos futbolistas del Mainz, el germano-nigeriano Leon Balogun y el nigeriano Anthony Ujah recibieron insultos racistas durante el partido contra el Hannover. Insultos acompañado de sonidos con los que imitaban a monos.

- Tony Henry, director deportivo del West Ham de la Premier League inglesa, afirmó que no quería jugadores africanos, porque no estaba de acuerdo con la actitud de los futbolistas de esta procedencia.

- “Balotelli necesita ser protegido”, alertó la organización de Fútbol contra el Racismo en Europa, reclamando que los árbitros apoyen al delantero del Niza de la Ligue 1 en lugar de mostrarle tarjeta amarilla cuando se queja de recibir insultos racistas.

El ejemplo de dos luchadores

En 2013, Kevin-Prince Boateng, por aquel entonces jugador del Milan -hoy del Sassuolo italiano-, se cansó de recibir insultos racistas en un partido amistoso y después de lanzar un pelotazo en señal de protesta abandonó la cancha, seguido de todos sus compañeros. En 2014, en el partido Barcelona-Villarreal Dani Alves, entonces jugador blaugrana, estaba a punto de ejecutar un tiro de esquina cuando le arrojaron una banana.

Boateng se ha convertido en un símbolo en la lucha contra el racismo, al punto tal de dar un discurso en las Naciones Unidas.

Dani Alves, ayudado por su amigo Neymar, inició ese mismo año una lucha contra el racismo en las redes sociales con el #SomosTodosMacacos.

Las experiencias vividas por estos dos experientes jugadores no fueron casos aislados. A tal punto que el propio Alves llegó a explicar que la lucha contra el racismo en el fútbol era “una guerra perdida“.

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