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Uruguay-Argentina hace 90 años: una final apasionada y discutida

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Final 1930

HACIENDO HISTORIA

Los celestes fueron campeones del mundo y en Buenos Aires dieron origen a una "leyenda negra"

Pasarán los años y vendrán nuevas ediciones de la Copa del Mundo, con 32, 48 o los participantes que sea. Pero por siempre permanecerá la historia de los primeros ganadores de la Copa del Mundo, los uruguayos. Fue el 30 de julio de 1930, hace hora 90 años.

Aquella final Uruguay-Argentina tuvo su propia historia, un capítulo más de la rivalidad nacida con el siglo XX. Incluso antes: el clásico tuvo como antecedente los partidos entre las colectividades británicas en ambos lados del Plata (“Buenos Aires Team vs. Montevideo Team”) de fines del siglo XIX. Por algo el escritor argentino Juan Sasturain la llamó “la final de barrio más grande del mundo”.

Fue natural que la temperatura creciera cuando empezaron a jugar por títulos importantes. Pero también en los amistosos: cuando los celestes, recientes campeones en Colombes, visitaron Buenos Aires, hubo todo tipo de roces entre jugadores y el público no se quedó atrás lanzando proyectiles.

Todo indicaba que el Mundial de 1930 se iba a definir entre los hermanos-adversarios. Y el duelo empezó antes. El público uruguayo silbó al equipo argentino en sus presentaciones. La delegación visitante denunció amenazas anónimas contra su mediocampista Luis Monti. La prensa montevideana, en tanto, acusó al presidente de la delegación argentina, Manuel Albarellos, de tratar de revender entradas que le correspondían a su equipo.

El partido se jugó un miércoles de tarde, feriado de hecho en todo el país. Las alternativas del tanteador son conocidas: empezó ganando Uruguay (Pablo Dorado a los 12’) pero Argentina lo dio vuelta (Carlos Peucelle a los 20’ y Guillermo Stabile a los 37’).

Argentina se fue al descanso en ventaja, silenciando a la multitud que llenaba el Centenario. En cambio, en el vestuario celeste, ubicado entonces bajo la tribuna Olímpica, se habló mucho durante ese cuarto de hora.

“Para levantar el ánimo, fue necesario un grito de aliento, acciones recias que levantan el espíritu y nada más”, declaró Lorenzo Fernández al otro día a El Diario. Medio siglo más tarde, Ernesto Mascheroni lo explicó un poco más en una edición conmemorativa de El País: “Primariamente, se nos habló de que como los argentinos decían que acá jugaríamos con mala intención, debíamos actuar con precauciones, de ‘guante blanco. (Al llegar al vestuario) entramos todos protestando y bastante enojados. Entonces, habló el capitán José Nasazzi y dijo: ‘Muchachos, se acabaron las contemplaciones. Este partido hay que ganarlo y a meter pierna fuerte en todos lados’”.

Mientras tanto, ¿qué ocurría en el vestuario argentino? La versión es de Carlos Peucelle en la revista El Gráfico de 1977: “Monti lloraba como una magdalena insistiendo en que no saldría a jugar y menos ahora que íbamos en ventaja. Otros jugadores también se asustaron. ¿Qué hacemos, salimos?, era la pregunta general. Se convino que sí, pero que a la primera incidencia que se produjera nos retiraríamos de la cancha”.

En el segundo tiempo cambió el partido: igualó Pedro Cea a los 57’, tras lo cual convirtieron Santos Iriarte (69’) y Héctor Castro (89’) para el 4-2 final y la conquista del primer Mundial por los celestes.

Los dirigentes argentinos se mostraron indignados por lo ocurrido en el Centenario, especialmente el delegado de Banfield, Augusto Rouquette, que propuso cortar las relaciones deportivas con Uruguay. No demoró: el 1º de agosto la Asociación Amateurs argentina decidió no jugar más ante equipos uruguayos. Algunos hinchas también se lo tomaron a pecho y fueron a tirar piedras contra el consulado uruguayo en Buenos Aires. Así nació la “leyenda negra” del triunfo uruguayo del 30, que en realidad fue obra de Rouquette y del diario sensacionalista Crítica (irónicamente fundado por un uruguayo, Natalio Botana).

Otros medios presentaron versiones menos apasionadas y reconocieron la justicia del triunfo uruguayo. El diario La Argentina opinó: “No es posible desconocer que en los uruguayos hay verdadera pasta de campeones”. Y criticó a los jugadores argentinos: “Cherro, porque lo insultó el público tuvo un ataque de nervios. Monti lloraba cuando se decidió su intervención en el match final. Al terminar el match lloraban Botasso, Peucelle y otros más. ¿Pero, qué es lo que hemos enviado a Montevideo? ¿Fue un team de football o una colección de esas plañideras que en Corrientes van a llorar a los velorios?”.

El Gráfico, que tituló su comentario “El team argentino no fue cobarde”, anotó: “Hay que tomar un camino muy distinto para justificar la derrota. Es preciso reconocer que los uruguayos jugaron con una mayor armonía de conjunto y que ese fue el factor que les deparó la derrota”. Si bien indicó que hubo varias faltas de futbolistas uruguayos, “no fueron los fouls los que determinaron nuestra derrota”. “La verdad es que los rivales nos presentaron una línea media superior a la nuestra, y mientras la de ellos pudo apoyar bien a sus forwards y frustrar la mayoría de los peligrosos avances del quinteto ofensivo argentino, los halves Monti y Arico Suárez flaquearon lamentablemente”.

Se siguió hablando durante años. Y el clásico no se volvió a jugar hasta 1935. Ese año, por el Sudamericano de Lima, en cancha neutral entonces, volvió a ganar Uruguay.

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