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Trotamundos: Fabián Yantorno, el buzón

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Foto: Marcelo Bonjour.

ENTREVISTA

Jugó en Italia, Escocia, Inglaterra y Colombia, pero hoy el símbolo de Sud América lo que más valora es el reconocimiento de la gente. "Ese es mi gran logro deportivo", dice "Pechu".

N o se crió en Sud América, sino en Danubio y Bella Vista. Sin embargo y aunque le cuesta mucho reconocerlo, Fabián Yantorno, el “Pechu” se ha convertido en un símbolo del equipo buzón. Por algo no duda en afirmar que el descenso del año pasado fue lo más triste de toda su carrera. Incluso más que la lesión de ligamentos cruzados que sufrió en Escocia.

“Hace tiempo que estoy en el club y pasé cosas buenas y de las otras. Y eso te hace ser parte de la institución. Conozco a todo el mundo y todo el mundo me conoce a mí. Todo eso hace que yo quiera a la institución y que muchas personas en el club me tengan un poco de aprecio”, dijo, intentando explicar su papel en el club, donde lleva el brazalete de capitán.

100 PARTIDOS. La semana pasada fue especial para el volante. Venía de haber anotado el gol de la victoria frente a Tacuarembó, cumplió 36 años y en el partido ante Cerro Largo llegó a los 100 juegos con la camiseta naranja, por lo que fue homenajeado. “Fue muy emocionante. Entré a la cancha y estaban mis padres, que tratan de ir siempre a todos los partidos, mi esposa y las dos nenas. Estuvo buenísimo, aunque antes de los partidos no me gustan mucho esas cosas. Pero fue impresionante y le estoy muy agradecido al club y a la gente”.

Se crió cerca del Hipódromo de Maroñas, por Centenario y Carreras Nacionales. Hizo el baby fútbol en Danubio y estuvo allí hasta Quinta, cuando se fue con un amigo a Bella Vista. En el equipo papal hizo Quinta, Cuarta y el técnico argentino Sergio Batista lo subió a Primera cuando tenía 17 años. Recuerda el día de su debut como uno de los más importantes de su vida. Es que siempre había querido ser futbolista. “Fue contra Cerro en el Saroldi, porque estaban arreglando el Nasazzi. Empatamos 0 a 0 y yo entré por Rodrigo Lemos. Siempre me había apasionado el fútbol. Ya de más grande mi madre me mostró cuadernos míos del preescolar o la escuela y eran todos dibujos de fútbol”.

Hizo la escuela y el liceo en Crandon y le daba vergüenza que sus compañeros del fútbol lo supieran. Los viernes salía corriendo del colegio, se comía de apuro un sandwich enfrente y se tomaba el ómnibus para ir a entrenar al Charrúa con la selección juvenil que dirigía Víctor Púa. Pero antes de llegar, se escondía atrás de un árbol en el Parque Rivera para cambiarse el uniforme. “En ese tiempo había bastantes prejuicios, creo que todo eso cambió a partir de Diego Forlán. Yo no vivía en Carrasco ni en Pocitos, y mis padres eran docentes, pero a mí igual me daba vergüenza”.

EN INGLÉS. De Bella Vista se fue a Italia, a jugar en el Sambenedettese de la C. Apareció un empresario que los llevó a él y a Damián Macaluso.“Fue medio complicado porque el equipo dio quiebra. Y los interventores nos dijeron que nos iban a respetar el contrato, pero que si queríamos los extranjeros nos podíamos volver a nuestros países. Muchos lo hicieron, pero con el ‘Maca’ decidimos quedarnos. Nos sacaron diez puntos en la tabla por la quiebra. Descendían dos clubes en forma directa y después había que jugar un ‘play out’ para no bajar. ¡Y nos salvamos! La gente estaba muy agradecida porque nos habíamos quedado. Estuvo bueno más allá de las vicisitudes”, relató sobre la experiencia que vivió con solo 21 años.

“Macaluso tenía dos o tres años más que yo nomás, pero siempre fue muy maduro. Ya era casado y se fue con la familia. La verdad es que me apadrinó. Estábamos todo el día juntos, y hasta a veces me quedaba a dormir en su casa. Eso me ayudó mucho”, añadió.

Tras un breve regreso a Uruguay, en el que jugó seis meses en Miramar Misiones, volvió a hacer las valijas. Esta vez para defender al Gretna F. C. de Escocia. Un equipo que jugaba la Premier League escocesa. “Era un equipo de un pueblito chico. Ahí estuve un año y pasé al Hibernian en Edimburgo, que es un lugar divino”. Jugó allí dos años, al principio le fue muy bien, pero luego se lesionó la rodilla. Los ligamentos cruzados.

“Aprendí el idioma, conocí gente y me recorrí casi todo el país. Ya estaba de novio, con Lucía, hoy mi esposa, y cuando ella iba recorríamos todo. Además, yo pensaba que los escoceses eran fríos y la verdad, son gente bárbara. Siempre contentos y con un gran sentido del humor”, contó quien perfeccionó el inglés aprendido en Crandon. “Cuando llegué me di cuenta que no sabía nada y me arrepentí de no haber prestado más atención en el colegio. Además, ellos hablan un inglés muy raro y cuesta entenderles. Pero al final terminé hablando con acento y todo”.

Del Hibernian se fue al Hartlepool de Inglaterra, un equipo de Ligue 1, en el norte bastante cerca de Escocia. Tras ese tiempo en Europa volvió a Uruguay para defender por primera vez a Sud América. Estuvo seis meses y salió otra vez, para jugar un año y medio en el Bucaramanga colombiano. “Me fue bien, pero ahí ya estaba medio grande y me agarraron las ganas de volver y formar una familia. Estaba con esa idea de no querer salir más. Terminé el contrato y me vine”, explicó sobre sus experiencias en el exterior.

“Al principio me costó jugar afuera. El ritmo del fútbol y de la vida, todo me parecía muy acelerado. Además, como al principio no entendía nada capaz que me decían apretá y yo entendía reculá. Y todo eso me embarullaba. No le entendía nada ni al técnico. Pero el fútbol es fútbol siempre y además, las ganas de que te vaya bien te hacen adaptarte a todo”, confió “Pechu”. “No me hice millonario, pero lo económico fue importante. De todo modos, lo que yo más quería era jugar en Europa y conocer como era todo eso”.

OTROS TIEMPOS. No le gusta mucho hacer docencia con sus jóvenes compañeros de Sud América, a pesar de que es hijo de un profesor de educación física y una maestra. “Es algo que te llega por los años nomás. En lo que puedo ayudar lo hago, pero no me gusta aconsejar mucho. Además, con los gurises de hoy no se da. Los tiempos cambiaron mucho. Y lo que me pasó a mí hace diez años, ya no corre. Cuando yo debuté en Primera División era otro fútbol, otra cosa. Antes los planteles estaban conformados por todos jugadores grandes y algún chico y ahora es al revés. Hoy son todos jóvenes y dos o tres grandes. Antes había otro respeto, ahora no. O muy poco. Los grandes tampoco lo imponemos, porque el mundo cambió. Todo, la educación de los padres también es otra. Ahora los jóvenes se sientan en tu lugar en el vestuario y te terminás corriendo vos. O llegamos a un acuerdo y nos corremos un poquito cada uno”, admitió riendo.

Tiene el curso de técnico hecho y dice que de todos los entrenadores que tuvo sacó cosas buenas. Ahora está haciendo el de gerente deportivo en la ACJ. “En alguna rama del fútbol voy a seguir porque estuve en esto toda la vida. Pero lo de querer ser técnico me dio hace poco, antes ni lo pensaba. Ahora analizo los partidos de otra forma. Me gustaría ser ayudante técnico, pero capaz que sea una etapa”.

Cuando mira hacia atrás no se reprocha nada. Está convencido que las cosas pasan por algo. “Las decisiones que tomé por algo las tomé. Y además, siempre me entrené y fui profesional en todo lo que pude”, dijo. Y destacó como lo mejor de su carrera, además de su debut en Primera División, cuando vistió la camiseta de Uruguay en un amistoso con la selección Sub 20. Así como los goles que le anotó a dos grandes: a Peñarol acá y al Celtic en Escocia. Pero sobre todo valora el reconocimiento de la gente. “Sinceramente, no me tocó ganar muchas cosas en lo deportivo, pero el otro día con lo de los 100 partidos me llegaron tantos mensajes y llamadas, que me di cuenta que mi gran logro deportivo es ese. Que mucha gente me quiera. Ese es mi logro deportivo. Y creo que lo prefiero antes de levantar una copa, me parece que es lo más importante”, reconoció.

“Soy un trabajador y adentro de la cancha también. Trato de estar todo el partido haciendo algo en pos del equipo. Y siempre concentrado, no me voy del partido y después aparezco para hacer algo bueno. Como no hago muchas cosas buenas, trato de suplir lo esporádico por lo contínuo. Je”, se definió Yantorno, cuyo gran objetivo hoy es regresar a Primera División con la IASA.

Dermatóloga en casa y dos niñas hermosas

Conoció a Lucía por intermedio de unos amigos cuando aún jugaba en Danubio. Están juntos desde la adolescencia. Ella es dermatóloga y haciendo medicina lo visitó muchas veces cuando jugaba afuera. “Creo que lo hicimos bien porque estábamos juntos pero nunca perdió un año ni una materia”, dijo Fabián. Hoy son padres de dos hermosas niñas: Martina, de seis años, y Joaquina, que está apunto de cumplir el año. “Lo que quiero con todo mi corazón es que sean felices. Darles una buena educación y que encuentren un buen grupo de amigos”. “Pechu” fomenta que Martina juegue al fútbol, pero por ahora, sin suerte.

Fabián Yantorno
 

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