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Toque de distinción

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Marcelo Zalayeta
Archivo El País

Zalayeta la dejó servida para hacer el balance.

Marcelo Zalayeta sorprendió el lunes pasado cuando, sin que mediara una pregunta en el sentido de si podía estar cerca su retiro de las canchas, comentó que "estoy pensando que éste puede ser mi último año".

Enseguida el delantero precisó al respecto que "no quiero decirlo ya, como que es confirmado, porque es demasiado pronto"; pero, sin duda, la dejó picando. Al mejor estilo suyo, acaso: con profundidad, con sutileza, con clase.

Ante tal posibilidad, de que se fuera aproximando la hora de hacer un balance de lo que ha representado el segundo ciclo de Zalayeta como futbolista de Peñarol, a donde llegó procedente del Kayserispor de Turquía en mayo de 2011, cuando firmó contrato, para luego debutar oficialmente ante El Tanque Sisley en agosto por el Torneo Apertura 2011/2012, en un partido que los aurinegros ganaron 2 a 0 y en el que metió un gol e hizo el pase para el restante, esos tres conceptos deben sintetizar, quizá, lo que ha sido hasta ahora el aporte del atacante.

Es que no hay un indicador futbolístico tradicional para definir el significado de este nuevo paso de Zalayeta por Peñarol, a donde llegó por primera vez en 1997 para integrar el plantel que cerró la conquista del segundo quinquenio, y enseguida irse a Italia; porque no se trata de un goleador de raza, tampoco un típico punta de área, ni un letal ejecutante de pelotas quietas, o un cabeceador nato, por más que tanto Jorge Fossati como Pablo Bengoechea han señalado últimamente el valor que adquieren en el rendimiento defensivo del equipo su corpulencia y capacidad para el juego de alto; en este caso, tanto más cerca del arco propio que del adversario.

Delantero, al fin y al cabo, y aún a pesar de que su gravitación se manifiesta tanto por los goles que hace como por los que gestan sus asistencias claras, ese es el patrón más fiel —al menos desde el punto de vista matemático— para medir lo que ha sido la gestión de Zalayeta en Peñarol desde hace cuatro años a esta parte.

En ese sentido, tal vez, la conclusión primera es que el atacante respondió a las expectativas que hicieron que Peñarol "lo repatriara": anotó 54 goles en 140 partidos oficiales; 0,38 por partido, una marca superior a los 0,27 cada 90 que convirtió por los 148 tantos que hizo en los 537 encuentros que disputó en los diez clubes en los que ha actuado.

Es más, siguiendo en el mismo rubro, Zalayeta tuvo un promedio de 0,41 goles por partido —48 en 117— en el marco del Campeonato Uruguayo, y alcanzó a 0,53 cada 90 al cabo del Torneo Apertura 2011/12, donde convirtió 8 en 15 cotejos, y se constituyó en el goleador del campeonato, marca que repitió en el Torneo Clausura de esa misma temporada, aunque ahí con ese registro hubo cinco jugadores de otros equipos que resultaron más eficaces.

Incluso, no sólo ha tenido un buen rendimiento en los clásicos, donde Zalayeta registra un promedio de 0,42 goles por partido, pues anotó 3 en los 7 oficiales que ha jugado.

Esa regularidad habla de la clase del atacante, que está en consonancia no sólo con la vigencia de un indicador de valor matemático, como el de su capacidad para vulnerar los arcos rivales, sino también con el fino estilo futbolístico que Zalayeta tiene adentro de la cancha.

El déficit, tal vez, pueda encontrarse en la actuación del delantero en las copas Libertadores y Sudamericana, donde tuvo el promedio de goles más bajo: 0,25 por partido, con sólo 6 en 24 disputados; magro saldo que se ha acentuado en lo que va de la actual temporada, donde Zalayeta todavía no anotó ningún tanto en los 6 encuentros que ha jugado.

Debe ser por esto último que el lunes pasado Zalayeta reveló que "estoy pensando que éste puede ser mi último año"; si así fuera, hizo lo que Peñarol quería cuando lo reincorporó hace cuatro, y si pese a eso hasta ahora salió campeón uruguayo una sola vez (2012/13), y no resultó gravitante en las copas internacionales, en parte puede ser también por su estilo de fútbol: cadencioso, más realizador que ejecutante, nunca —o pocas veces— tuvo a un goleador de raza, a un "pescador del área", como "compadre". De haber sido así, quizá hasta pudo haber ayudado de nuevo a hacer historia, como en 1997, antes de irse a Italia.

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Marcelo Zalayeta

PEÑAROLJORGE SAVIA

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