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De aquel sueño... a esta pesadilla

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Las dos caras del tricolor: el contraste entre el enorme Torneo Apertura y las dudas que ha sembrado en sólo dos fechas del Clausura.

Apertura: El semestre de la perfección

Los 42 puntos conquistados en 45, con un histórico registro de 93% de efectividad que depositó a Álvaro Gutiérrez en un pedestal. Los 15 goles de Iván Alonso, que lo hicieron parecer al goleador temible que todos soñaron tener en su equipo. La frescura y calidad de Gastón Pereiro. La velocidad de Carlos De Pena. El valor agregado de Gonzalo Porras, un polifuncional volante que mostró toda su versatilidad. La interminable magia de Álvaro Recoba. La perfección defensiva, con solo siete goles recibidos en 15 partidos, a un promedio de un gol cada más de dos encuentros. La racha de 12 partidos sin perder, después que en la tercera fecha cayó ante El Tanque Sisley. El invicto de Diego Polenta, que desde que debutó en la cuarta fecha solo festejó triunfos. Todo estaba alineado a favor del tricolor.

Incluso hasta los imprevistos. Cuando en la tercera fecha se lesiona Jorge Fucile, y Santiago Romero -que iba a perder su lugar en el equipo con el regreso de Diego Arismendi- juega como lateral de la misma forma que si se hubiera desempeñado toda la vida en esa función. Guillermo De los Santos, afectado por un problema personal que se refleja en su rendimiento, acelera el estreno de Polenta, que fue un puntal. Y el día que se lesionó “Nacho” González, aparecieron Pereiro y Recoba. Uno con la juventud y empuje propio de su edad, y el otro con toda la categoría. Ambos con los pies llenos de fútbol.

Cada partido en el Parque Central es una fiesta. Los hinchas reciben y despiden de pie a sus jugadores. El “Chino” recibe reconocimientos como nunca en su carrera. Nacional juega el clásico de su vida, que disfrutaron los jóvenes parciales y emocionó a los veteranos. El triunfo, con dos goles en la hora para dar vuelta el 1-0, tuvo ribetes de hazaña. Pereiro se tatúa a Recoba en su antebrazo. Los jóvenes aprenden de los mayores y los mayores dejan sus enseñanzas.

En Los Céspedes se vive a diario una fiesta. Es todo felicidad. Nacional disfruta de sus juveniles y del acierto en sus contrataciones. Todo parece soñado. Incluso, Peñarol queda a 17 en la tabla de posiciones y no hay rival que pueda tumbar a la máquina tricolor.

Clausura: Un arranque regado de dudas

Hacía tiempo que a la salida de un partido del equipo de Álvaro Gutiérrez no se escuchaba tanto silencio en el Parque Central, como el sábado después de la derrota 2-1 de Nacional ante Sud América. El pasado reciente, cargado de emociones inolvidables para el hincha, controlaba hasta el impulso irracional de gritar la bronca y exteriorizar con insultos la sensaciones que dejaba un partido de fútbol. En el corredor del primer piso del sector de palcos, Raquel Methol -uno de los puntales que tiene el Nacional que trabaja en silencio-, apoyada en la baranda no entiende lo que sucede con su equipo. Tampoco los otros 15.000 hinchas que llegaron al estadio tricolor para disfrutar como hasta hace dos meses con el fútbol del equipo que hizo historia en el Apertura.

De pronto, Nacional dejó de ser Nacional. Se apagó el fútbol. Se consumieron las ideas. Se acabó esa estructura sólida que presentaba el equipo. El impacto de la eliminación de la Copa Bridgestone Libertadores resultó indisimulable, y el Clausura, lejos de allanarle el camino, se lo hizo empinado.

Frente a la disyuntiva de cambiar o no, después de la salida de la Copa y el empate con Defensor Sporting, el técnico decidió sacudir con una modificación táctica y un nuevo rumbo futbolístico, que lo expusieron a otra cachetada.

Nacional cambió el dibujo: 4-2-3-1, por un 4-4-2. La idea del DT era que su equipo tuviera mayor protagonismo en el juego. Que dispusiera del balón y que se acabara el juego frontal. El resultado quedó a la vista: inoperante, desorganizado, desconcentrado y nervioso, sufrió una tarde de terror en el Parque Central.

La primera prueba con el nuevo sistema, resultó deficitario para Nacional. Falló la fórmula, fallaron los hombres. Quedó una estancia entre las líneas, y el rival aprovechó los espacios que dejó el tricolor.

También a Gutiérrez lo abandonó la suerte del Apertura. El árbitro perjudicó a los albos, al permitir que el golero hiciera el tiempo que quisiera. A Alonso le falta efectividad. Irazún fue la figura. Y los hinchas jugaron en contra: lanzaron proyectiles a la cancha.

Este no fue el Nacional que habían imaginado.

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NACIONALLUIS EDUARDO INZAURRALDE

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