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Un sueño que cumplen muy pocos

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Foto: Archivo El País
Fernando Ponzetto

Apenas el uno y medio por mil de los niños que juegan en el baby solucionarán su vida con el fútbol. Y cada vez menos de clase baja.

Los futbolistas que se consolidan hoy en primera división pertenecen por lo común a la clase media, provienen en su mayoría de Montevideo y el área metropolitana y más del 90% ha llegado a cursar secundaria. Este perfil del jugador responde a los cambios sociales y económicos registrados en el país y también a los esfuerzos que se realizan las instituciones para que no abandonen los estudios.

Pero el camino es muy largo: de los 13.000 niños que practican baby fútbol cada año, apenas el 10% se integra a algún club de la AUF. Y de todos ellos, apenas el uno y medio por mil alcanzan la elite.

Una parte de los que quedan afuera de la AUF van a jugar a OFI y otras ligas, pero muchos abandonan la práctica.

Como resultado de las transformaciones socioeconómicas, actualmente le resulta cada vez más complicado a un chico de clase baja mantenerse en la competencia del fútbol organizado, mucho más exigente que nunca. Los que llegan a destacarse de manera continua son de clase media, aunque sea la clase media baja. Por ejemplo, cada vez hay más jugadores provenientes de los torneos de ADIC, o sea los colegios privados.

Este perfil responde a las conclusiones de Alejandro Garay, técnico de la Selección sub 17, que trabaja con juveniles desde hace años y observa desde adentro los procesos que conducen del campito o el baby a la primera división y, en muy contados casos, al gran profesionalismo internacional.

“Los campeones mundiales uruguayos fueron resultado de aquel país de la bonanza durante las guerras, que tenía buenas camas para descansar, buena alimentación y buena educación básica. El crack podía salir del barrio y llegar a primera”, explica.

“En los años ‘70 un volante corría seis, siete kilómetros durante un partido. Hoy corren de 12 a 14 kilómetros en un partido de alta exigencia. Y eso con mayor velocidad de pelota, campos más rápidos, rivales también más rápidos. Y las diferencias no solo se ven en el campo de juego, sino en el día a día, con la alimentación, el descanso, el tiempo libre correcto. Por eso, los jugadores que salen de estratos más bajos llegan y se mantienen menos, de la misma forma que llegan menos a ser médicos o ingenieros”, asegura.

Se trata de una población cuyas carencias básicas condicionan en forma drástica su desarrollo humano. “Es una existencia-destino, como dice el filósofo José Pablo Feimann”, añade. Y el fútbol, con requerimientos físicos e intelectuales cada vez mayores, también representa una cuesta demasiado empinada para esos chicos.

Otra dificultad para la correcta inserción en el profesionalismo es la pérdida de límites claros y espejos donde mirarse, no siempre relacionados con el deporte. Por ejemplo, los padres. “Por suerte, este proceso de Selección va generando gente a seguir, como pueden ser Lugano o Godín”, indica.

Sin embargo, en el siglo XXI hay campo para el desarrollo de otras habilidades. “Hoy los jóvenes traen una altísima adaptación al cambio, porque los cambios son permanentes. Las pocas transformaciones tecnológicas que viví en mi juventud fueron de la radio a bujías a la de transistores y luego a la televisión en blanco y negro, que había en dos o tres casas del pueblo. Si podemos aprovechar esa adaptación al cambio al deporte, tendríamos jugadores mucho más versátiles. No hay que olvidar que el fútbol es la dinámica de lo impensado, como decía Dante Panzeri”, asegura el entrenador.

Del baby fútbol a la pre séptima de los clubes existe un largo trecho, pese a que el pasaje podría darse en pocas semanas. En todo el país juegan al baby de 10 a 13 mil niños, de los cuales entran al circuito de los clubes unos 1.300 por año. “Hay un eslabón cortado entre el baby y el fútbol de AUF, que deja afuera a casi el 90% de los chicos del baby, aunque algunos se van a otras ligas, al fútbol universitario o a OFI”, comenta Garay.

Franjas. Las estadísticas marcan que de aquellos que practican baby, llega apenas uno y medio por mil a la elite de la actividad, es decir, al círculo de futbolistas que pueden asegurar su vida a través del fútbol.

Entre los futbolistas profesionales existen algunas franjas, según Garay. Además de los que alcanzan un gran pase internacional, hay otros que logran hacer una buena base para el futuro porque tuvieron una transferencia al exterior, aunque no haya sido a uno de los grandes mercados. Un tercer sector lo forman los que pudieron irse poco tiempo al exterior y administraron adecuadamente el dinero obtenido, así como quienes sin salir del cabotaje tienen una formación integral que les da herramientas para la vida posterior al fútbol. Y una última franja, donde están futbolistas de la C, la B e incluso la A que no lograron el éxito económico y están expuestos a la incertidumbre el día que abandonan la práctica.

“Ahí es cuando explota el problema que los entrenadores queremos prevenir: la persona que sin el fútbol tiene que enfrentar la vida -dice Garay-. Es difícil para alguien que fue figura de alguna manera en el fútbol salir a buscar un trabajo reservado para los menos capaces, por el hecho de no haber podido estudiar. Por eso nosotros insistimos a los chicos que estudien, que se preparen, porque nadie tiene asegurado el éxito. Como dice el Maestro Tabárez, la semilla del fracaso germina en pleno éxito”.

Trabajo. Garay recuerda que cuando llegó como jugador a Cerro, en 1977, buena parte del plantel tenía un empleo aparte, más alguno que estudiaba. “Yo hice de todo, pero en aquella época era utilero de la Orquesta Filarmónica. Como a veces no cobraba en el fútbol, necesitaba otro ingreso. Hacía seis horas y me daba para además entrenar. Nadie podía entrenar a doble horario, salvo Peñarol, Nacional, Defensor o Danubio. Y así fue hasta los años 80 y pico. Luego comenzó a cambiar todo y la exigencia profesional y física del fútbol actual impide que el futbolista tenga otro empleo”, explica.

Otro cambio es la procedencia de los jugadores. En un tiempo, en el fútbol de AUF había mayor porcentaje de jugadores del interior que de la capital, pero también esto ha ido cambiando y hoy de la zona metropolitana (Montevideo más departamentos vecinos) proviene el 60% de los jugadores.

“Los chicos que vienen del interior con 13, 14 años, están en segundo o tercero del ciclo básico. Los traen a Montevideo, pero la inserción de esos chicos es difícil, les cuesta a nivel deportivo y social y se complica más el estudio. Es un nudo gordiano que cuesta desatar. Algunos siguen estudiando, otros dejan. Al final, siempre depende del apoyo de los padres”, explica Garay.

El técnico recuerda el caso de un chico de Bella Unión, buen estudiante en su pueblo, en un liceo de 600 alumnos en tres turnos, lo que representaba un recreo con 120 chiquilines. Y pasó a un recreo de 1.500 alumnos en el liceo Bauzá y así era difícil que se adaptara. “Terminó dejando el liceo. Esos casos hay que cuidarlos”, dice. También cuenta sobre otro chico que vino a jugar a la capital y después de varios meses nunca había ido al Centro o al cine, solo a la playa o al shopping. “El desarraigo es algo muy difícil, porque se deja al entorno, la familia, el liceo, todo lo que le da seguridad”, comenta.

Cuando en 2009 se inició el programa Gol al futuro, el 50% de los jugadores jóvenes estaba fuera del sistema educativo. Hoy el 96% asiste a un instituto, sea liceo, UTU o similar. La organización puso a un educador por club para realizar la coordinación de horarios y poder compaginar estudios y entrenamientos. Gol al futuro controla estas situaciones y a cambio compensa a los clubes con material deportivo.

“En los seleccionados juveniles ofrecemos talleres de educación sexual, prevención de adicciones de todo tipo, ese tipo de cosas, con gente especializada. Contamos con un equipo de sicólogos. Estuvieron Elizabeth Barreiro y Laura Ferrari, ahora están Axel Ocampo y Hugo Pereyra. En eso Tabárez nos apoya mucho”, indica Garay.

Alejandro Garay, entrenador de la sub 17 de la selección uruguaya. Foto: Archivo
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