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Sócrates, el crack político que marcó toda una época en Brasil

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Sócrates

FUERA DE SERIE

Fue el símbolo de la Democracia Corinthiana, una experiencia original en plena dictadura

Largo y flaco como el Quijote, Sócrates también tuvo su propia cruzada contra las viejas estructuras del fútbol y a favor del compromiso político de los jugadores. Como crack, fue uno de los integrantes del brillante y desafortunado Brasil del Mundial 82. Como “político”, fue uno de los estandartes de la Democracia Corinthiana, una singular experiencia de autogestión en el Corinthians de comienzos de la década de 1980.

El hincha uruguayo conoció a Sócrates un día de 1979, cuando condujo a Brasil a un aplastante 5 a 1 sobre un bisoño seleccionado celeste en el Maracaná: un jugador muy alto y muy flaco que las sabía todas. Sin embargo, en su país ya era toda una celebridad, un poco por su calidad y otro poco porque era médico recibido.

Sócrates Brasileiro Sampaio de Sousa Vieira de Oliveira, tal su nombre completo, había nacido en 1954 en Belem de Pará, bien al norte del gigantesco territorio brasileño. Su padre era un funcionario público muy culto, apasionado por la filosofía griega. Por eso a sus hijos les puso Sócrates, Sófocles y Sóstenes. El más chico iba a llamarse Jenofronte, pero la madre dijo “basta” y lo bautizaron Raid. Con los años también sería un futbolista famoso, con el apodo Raí (campeón mundial con Brasil en 1994 e ídolo en Sao Paulo y PSG).

Cuando en 1964 se produjo el golpe de estado militar en Brasil, el padre quemó sus libros sobre comunismo y socialismo por temor a que lo llevaran preso. De cualquier manera, en la casa se siguió hablando de política. Más tarde, en la universidad, Sócrates conoció los movimientos juveniles opositores a la dictadura.

Por motivos laborales, la familia se mudó después a la ciudad paulista de Riberão Preto. Allí, Sócrates comenzó a jugar en el Botafogo sin dejar de estudiar. Se destacó pronto como un volante con habilidad y talento, lo cual en 1978 atrajo el interés de Corinthians, el club más popular de San Pablo pero que recién estaba saliendo de una larguísima crisis, sin títulos durante un cuarto de siglo.

En 1981, la situación del Timao tampoco era la mejor, por lo cual su presidente Vicente Matheus dejó su lugar al vice, Waldemar Pires y este nombró al sociólogo Adílson Monteiro Alves como director de fútbol del club. Monteiro Alves adoptó una iniciativa inédita en el fútbol brasileño y quizás del mundo: darle plena participación a todos los integrantes del club. Cada tema, desde los premios hasta los horarios de los entrenamientos, era discutido por el plantel, los dirigentes, los técnicos y hasta el utilero, y se decidía por votación. Un planteo revolucionario para el conservador mundo del fútbol y para el propio Brasil, que seguía bajo dictadura.

El encargado de marketing del club, Washington Olivetto, llamó a esa idea ‘Democracia Corinthiana’. No fue una creación de Sócrates, pero lo tuvo como principal defensor, pues era el jugador más famoso y carismático del Corinthians. También fue importante el papel del lateral izquierdo Wladimir, que denunciaba -por haberlo sufrido en carne propia- el racismo imperante en el ambiente. El equipo salía a la cancha con un cartel que decía: “Ganar o perder, pero siempre en democracia”.

La idea tuvo sus defensores y sus críticos. La revista Placar apoyó el proceso a través de su director, Juca Kfouri. Otros ironizaron sobre el sistema: hubo quien dijo que los jugadores votaban hasta si el ómnibus debía parar rumbo al estadio si uno de ellos necesitaba orinar. Sin embargo, los resultados en la cancha fueron muy buenos: Corinthians ganó el campeonato paulista en 1981 y 1982, con muy buen fútbol. Y el club tuvo ingresos suficientes como para saldar una importante deuda.

“Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos”, explicó Sócrates años después. “Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros, no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para afrontar su profesión y su vida”.

En 1983 el fútbol italiano era el más poderoso del mundo y comenzó a importar cracks brasileños. Fiorentina hizo una gran oferta por Sócrates. Por esos días, la dictadura brasileña estaba planificando su retirada y anunció que pasaría el mando en 1985 a un candidato elegido por el Congreso. La oposición democrática reclamó elecciones directa (Diretas Já! era el lema). Entonces Sócrates anunció: “Si se aprueban las elecciones directas yo me quedo en Brasil”. La dictadura insistió con su plan y entonces el jugador se marchó a Florencia.

Sin embargo, Sócrates duró solo un año en el fútbol italiano, demasiado serio para la bohemia de un hombre acostumbrado, por ejemplo, a reunirse con amigos para tomar cerveza luego de los partidos.

La Democracia Corinthiana fue archivada tras la partida de su símbolo y el cambio de presidente en el club. Pero no fue olvidada. Años después, el expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso afirmó que la iniciativa “aceleró la velocidad del proceso de cambio, dado el poder de movilización del fútbol”.

Al regresar de Italia firmó con Flamengo. Pasó luego por el Sao Paulo y el Santos, el club del cual era hincha, para despedirse del fútbol con su primeros colores, los del Botafogo de Riberão Preto, en 1989.

En la selección, Sócrates formó parte junto a Zico, Toninho Cerezo, Falcao y varios fenómenos más de la mejor generación brasileña que no logró un título mundial. En España 82 la verdeamarilla tenía un equipazo pero perdió un partido increíble ante Italia. En México 86, sin mostrar el mismo nivel, quedó afuera por penales ante Francia.

También integró el equipo que perdió la final de la Copa de Oro con Uruguay, aunque él hizo el gol brasileño, de penal. Justamente, Sócrates figuró entre los entrevistados en el documental Mundialito y realizó comentarios sobre las posturas políticas entre los jugadores de fútbol.

Después del retiro dirigió a algunos equipos, con escaso éxito. Incluso, mucho después, intentó ser jugador y entrenador de un equipo de la novena división inglesa, el Garforth Town. Sus inquietudes personales lo llevaron a todo tipo de emprendimientos: fundó un centro médico deportivo, produjo obras teatrales, grabó discos musicales, escribió un libro sobre la Democracia Corinthiana y publicó una columna en la prensa sobre variedad de temas.

Ya en su época de jugador, Sócrates acostumbraba a fumar y beber alcohol. Cuando se retiró, los vicios se agravaron. En diciembre de 2011 llegó caminando para internarse en el hospital Albert Einstein de San Pablo, pero tenía el hígado destrozado. Sabía que era el final y entonces anunció su deseo: “Quiero morir un domingo con el Corinthians siendo campeón”. El domingo 4 de diciembre, a los 57 años, falleció. El mismo día el Timao fue campeón.

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