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A un siglo de la primera Copa en propiedad

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Foto: archivo El País.

HACIENDO HISTORIA

Tres títulos uruguayos seguidos marcaron el momento de auge del equipo de los hermanos Scarone. Y todo empezó con una aguda crisis interna.

Foto: archivo El País.
Foto: archivo El País.

El gran tema en el mundo de noviembre de 1917 era la Guerra Europea, que luego pasó a ser conocida como Primera Guerra Mundial. Pero los cañonazos retumbaban muy lejos de esta orilla del Plata. Los montevideanos hablaban más del clásico que se jugaría el domingo 11 en el flamante field oficial del Parque Pereira. Y al mismo tiempo corría un rumor: si esa tarde Nacional lograba el campeonato y por consiguiente la Copa Uruguaya en propiedad, el club podría retirarse de la Asociación Uruguaya de Football por considerar “cumplida su misión en el fútbol”.

En tiempos sin redes sociales o televisión, ni siquiera radio, la caja de resonancia de los comentarios en la calle o los bares era exclusivamente la prensa. Y al comenzar noviembre del ’17 los diarios dieron cuenta de ese rumor. Finalmente, el dirigente Rodolfo Bermúdez envió una carta a los medios para desmentirlo. “Es carente de todo fundamento la referida versión y solo con fines subalternos pudo haberse propalado”, escribió.

Un siglo después de aquellos hechos, el episodio quizás pueda interpretarse como una broma de quien suponía que con la copa en propiedad, logro hasta entonces inédito, el club entonces llamado albo ya había ganado todo lo que había por ganar en el fútbol y por eso no tenía sentido seguir compitiendo. Los tres títulos consecutivos, que daban derecho a quedarse con el trofeo, según un reglamento luego modificado, se sumaban a la obtención en 1915 de la triple corona: la Copa Uruguaya y las copas de Honor y Competencia rioplatenses.

Para explicar ese momento de auge, el más importante del período amateur, es necesario regresar hasta 1911, cuando se produjeron dos hechos clave. Por un lado, Nacional atravesó una aguda crisis derivada del enfrentamiento interno entre “populistas” y “cuelludos”, es decir, quienes pretendían incorporar al plantel jugadores de extracción humilde y quienes defendían una concepción estricta, y por consiguiente elitista, del amateurismo. Se impuso la primera postura y así llegaron al club futbolistas que harían historia. Un pase fundamental fue el de Carlos Scarone, no solo por sus virtudes como delantero, sino porque después hizo ingresar a su hermano menor, el tantas veces laureado Héctor.

Por otro lado, en 1911 Nacional inauguró las nuevas instalaciones del Parque Central, en el predio concedido por la compañía de tranvías A la Unión y Maroñas. Esas reformas convirtieron al estadio en el más grande del país y centro principal de la actividad futbolística, incluso de los partidos de la Selección uruguaya, salvo durante el breve período de existencia del estadio del Parque Pereira. En el período 1915-1917, Nacional jugó allí 40 de sus 52 partidos por el Campeonato Uruguayo, pues muchos rivales lo elegían para ser locatarios aunque el rival fuera el propio Nacional.

Además de los dos Scarone, aquel equipo reunía a varios de los mejores de su época. Por ejemplo, el zaguero Alfredo Foglino, distinguido con el apodo de Mariscal antes que José Nasazzi. Ángel Romano, extraordinario delantero que unió el fútbol de 1912 con la medalla olímpica de Colombes. Rodolfo Marán, entreala o puntero izquierdo, el primer uruguayo en lograr un gol olímpico válido. Pascual Somma, un puntero imparable. Angel Landoni, que jugó por Nacional en los once puestos, incluso de arquero. Y Abdón Porte, hoy símbolo del club, que cumplía sus últimos partidos sin que nadie lo supiera.

En 1915, los albos obtuvieron el título con 13 triunfos, tres empates, dos derrotas y dos puntos de ventaja sobre Peñarol. Un año más tarde, finalizaron invictos (14 victorias y dos empates), con 12 puntos más que Peñarol. Y volvieron a resultar imbatidos en 1917, con 16 ganados y dos empatados.

El tricampeonato se decidió en la fecha final, con el clásico disputado el 11 de noviembre en el Parque Pereira, poco después de la consagración de Uruguay como campeón sudamericano allí mismo. Se agotaron las entradas, que iban desde $ 0,15 las generales hasta $ 4 los palcos. Como Nacional llegaba con dos puntos más en la tabla, el 0-0 significó la consagración.

Las viejas crónicas aseguran que fue un buen partido, pese al calor sofocante. No se marcaron goles porque los delanteros no tuvieron buen rendimiento. El Día, por ejemplo, criticó la labor de Héctor Scarone, Romano y Piendibene, lo cual demuestra que hasta las leyendas tuvieron sus días malos.

No hubo vuelta olímpica pues no se había inventado, pero los hinchas albos organizaron una marcha para celebrar. Salieron desde Bulevar Artigas y 8 de Octubre con una banda musical al frente y luego los futbolistas, y recorrieron 18 de Julio.

Como el reglamento de la Copa Uruguaya establecía su conquista en propiedad a quien lo obtuviera tres veces seguidas, el trofeo (adquirido en 1900 por la League al costo de 80 libras esterlinas) pasó a las vitrinas de Nacional. Lo mismo ocurriría con el segundo trofeo, que Nacional hizo suyo en 1924. Peñarol obtuvo en tercero, en 1935, ya bajo el régimen profesional. Actualmente está en disputa la cuarta copa, llamada “Aníbal Z. Falco”, por el dirigente que lo donó) pero ya no se otorga en propiedad.

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