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Sebastián Abreu: "Lo primordial era disfrutar del privilegio de jugar un Mundial"

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Sebastián Abreu. Foto: Mateo Vázquez.

SUDÁFRICA 10 AÑOS

A 10 años del partido contra Ghana que cambió el rumbo de la Celeste, el “Loco” recordó ese inolvidable Mundial para el fútbol uruguayo.

Sebastián Abreu fue un hombre más que importante en la inolvidable gesta de la selección de Uruguay en el Mundial de Sudáfrica 2010. No jugó tanto, pero fue partícipe de una definición que puso a la Celeste entre los cuatro mejores del mundo después de 40 años.

El “Loco” habló con Ovación, repasó 10 fotos de aquel épico encuentro de cuartos de final frente a Ghana en Johannesburgo y recordó varios momentos de esa Copa del Mundo en la que a su entender, la organización fue la clave para que se empezaran a dar resultados deportivos basados en el proceso que impulsó el maestro Oscar Washinton Tabárez.

¿Qué es lo primero que se te viene a la mente a de 10 años del Mundial de Sudáfrica que fue histórico para la selección?
Yo diría que es un momento importante, porque nosotros del lado de los protagonistas tratamos de no quitarle el merito a lo histórico que fue por ejemplo el Mundial del 50. Eso sí fue histórico o lo del 30. Se ganan títulos y quedan en la historia. Lo nuestro creo que fue un renacer o el recolocar al fútbol uruguayo entre las potencias y después de 40 años volver a una semifinal del mundo. El hecho de que se generara una química de manera fantástica entre el equipo y el pueblo también fue importante, que los niños si vas hoy por los barrios, y ese para mí es el premio mayor, tengan puesta la camiseta de Suárez, Cavani, Forlán, Muslera. Con Sudáfrica se recuperó el sentido de pertenencia del niño con la selección y la adhesión a los jugadores. Pero el recuerdo que se me viene a la mente es alegría, satisfacción, emoción y orgullo de poder haber participado de ese grupo.

No es histórico pero tiene un tinte histórico, ¿no?
El punto fundamental fue que el maestro consiguió que entendieran que con organización y a partir de la organización se puede llegar a construir algo. Sin organización, por más buenos jugadores que tengas, no se puede. Y eso no se había podido conseguir antes. Y eso que Enzo peleaba, Paolo peleaba, el “Canario” García peleaba, pero había grandes planteles sin organización y se iban perdiendo generaciones por falta de organización porque las demás selecciones también tenían grandes planteles y además tenían organización. Ahí estábamos en desventaja. Entonces el maestro con mucho esfuerzo primero y después respaldado por un grupo que entendía que también ese era el camino a seguir para poder consolidar un nivel competitivo, empezó a tener esa organización y a partir de ahí se fue llevando con mucha seriedad.

Lugano y Abreu en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez / Archivo El País
Lugano y Abreu en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez / Archivo El País

¿Cómo fueron los inicios del proceso?
Cuando empezó el proceso en 2006 nadie quería hacer amistosos con Uruguay. Solo cuando vino el mundial de Alemania alguna selección nos llevaba de sparring o para jugar un amistoso de preparación para esa Copa del Mundo. Por ahí fuimos entrando hasta que en 2007 tuvimos la Copa América que llegamos a semifinales y el inicio de las Eliminatorias que fueron muy duras. Ahí fue cambiando un poquito la mirada hacia la selección, pero claramente que después del Mundial de Sudáfrica cambió la consideración a nivel mundial de lo que era la selección uruguaya y empezó Uruguay a tener una caché más importante, prevaleciendo el nivel de los jugadores que teníamos, porque contábamos con el mejor jugador del Mundial como Diego Forlán, por lo que venía ya consolidándose de manera muy firme Luis (Luis Suárez) y también Edi (Edinson Cavani), pero fue una etapa en la que vivimos de lo más difícil y lo más complejo que era reestructurar todo a poder disfrutar de la consolidación de un proceso que después del Mundial empezó a ver sus frutos porque todos empezamos a disfrutarlo más y empezaron a decir que había que darle continuidad, respaldo y apoyo, tratar de conseguirle al maestro lo que pide y ahí vino la frutilla de la torta o el broche de oro para esa generación que fue el titulo en la Copa América 2011. Pero todo eso también daba paso a que te ilusionaras con que el proceso iba a continuar y tener bases fuertes que es lo que estamos todos los uruguayos disfrutando hasta el día de hoy.

¿Qué diferencias más notorias recordás entre Corea-Japón 2002 y Sudáfrica 2010?
La organización. Eso fue lo más rotundo. No hubo organización en 2002 y sí la hubo en 2010. No hubo respaldo en 2002 y sí lo hubo en 2010. Y digo respaldo desde lo que lo que tiene que ver en las exigencias de una selección que quiere competir con jugadores de alto nivel, de Clase A. Vos ves el plantel de 2002 y era fantástico pero estábamos totalmente alejados de lo que era el nivel de selecciones desde la logística, pagándonos los pasajes, tratando de viajar de la manera que uno pudiera para poder llegar. La logística la organizaba cada uno. Había cosas que decías teníamos una linda selección pero no iba de la mano con lo que le pasaba a otros compañeros de los equipos en los que jugábamos. Por ejemplo tenía compañeros brasileños, argentinos y mexicanos que nos decían mirá nos mandaron esto detalladito, los pasajes, horarios, día de presentación y demás. Y nosotros nos decíamos ‘¿bo cuando te vas?’ y nos juntábamos. Era todo a la uruguaya y lamentablemente no pudimos tener un desempeño deportivo mas allá de que siempre hubo amor propio. Estuvimos a un gol de clasificar contra Senegal después de un 3-0 en contra y el equipo estuvo dentro de la línea. Perdimos 2-1 con Dinamarca y empatamos con Francia que venía de ser campeón del mundo y de Europa. Con Senegal perdíamos 3-0 lo empatamos 3-3. En el análisis futbolístico para nosotros fue una tristeza no haber pasado pero después cuando estábamos tranquilos haciendo otro análisis detallado no es que nos pasaron por arriba o pasamos vergüenza y ahí es donde te queda el sabor amargo de decir con organización hubiéramos podido llegar a otra cosa. Y vino todo lo contrario en 2010. Y bueno, no sé si es casualidad o causalidad pero se dio que la organización nos llevo a estar en una semifinal del mundo.

¿Qué se hablaba antes de Sudáfrica? ¿Pensaban en lograr algo tan grande?
Primero teníamos la alegría de poder clasificar, porque en el 2006 habíamos quedado afuera. Además, por todo lo que uno estaba viviendo internamente que no se ve para afuera, pero yo desde 1996 jugaba en la selección y pasaba de las peores condiciones a las mejores y viendo que se iba camino a las mejores pero que si no se consolidaba con la clasificación era como barrer y arrancar de nuevo. Había una necesidad de ir al Mundial. Nos decíamos entre nosotros que teníamos que ir al Mundial para que esto siga creciendo, sino rápidamente van a tirar todo abajo y vendrá otro entrenador con sus ideas y no se va a aprovechar lo que se está haciendo. Después había mucha incertidumbre porque solamente dos jugadores repetíamos Mundial que éramos Diego Forlán y yo. Pero había mucha incertidumbre también acerca de lo que se comentaba porque habíamos sido la última selección en clasificar y mediante el Repechaje. No quedás exento de eso y por dentro te entra el cuestionamientos de si preguntarte si estaríamos al nivel competitivo, si nos daría para llegar, hasta dónde podríamos llegar. Había incógnitas pero desde lo positivo, de decir vamos a disfrutar. Lo primordial era disfrutar del privilegio de ser mundialistas. Después veríamos con qué argumento, estrategia y el nivel futbolístico contábamos para competir pero que no nos invada la preocupación por encima del disfrute de estar en la fiesta máxima que tiene un futbolista.

¿Qué tenía ese grupo afuera de la cancha?
Proceso. El proceso es eso. El haber estado tanto tiempo juntos, con momentos de mucha adversidad e ir forjando ese caparazón firme, fuerte, de respaldo, de apoyo, de ayuda, de colaboración y de mentalidad positiva. De no dar espacio a la negatividad, de entender que si hay posibilidades, hay que pelear hasta el final y eso fue llevando a que cuando vino lo bueno ya hiciste todo el otro proceso. Es como que hiciste la escuela, el liceo y la facultad, y ahora ya te recibiste y tenés que empezar a ejercer tu función. La nuestra era estar en el lugar máximo: un Mundial. Pero con todas las experiencias de vida porque después de todas las cosas difíciles y complejas, de tantas adversidades, de casi estar afuera del Mundial y haber recibido tantas críticas, ahora se venía lo lindo y eso hacía que a nivel grupo humano, desde el conocimiento interno de cada uno de nosotros, nos llevara a que trabajáramos para que esa Copa del Mundo quedara marcada, independientemente del resultado porque uno siempre busca lo mejor, pero que quedara marcada en el sentido de recordarla como algo lindo y positivo, sin imaginarnos que iba a suceder todo lo que vino después. Pero claramente esa química y esa convicción después de analizar todo lo sucedido, hizo que el equipo respondiera de esa manera y siempre había un plus ante momentos complejos, un extra. Por ejemplo contra Corea del Sur que nos empataron y parecía que se venía el alargue y se nos complicaba porque ellos estaban mejor físicamente y nos iba a costar, vino la genialidad de Luis. Entonces esas son cosas de química, de astral. Uno siempre trata de explicar que esas cosas existen porque si hay mala vibra, las cosas negativas vienen mucho más rápido, pero si hay vibra positiva y si el astral está bien alto, eso lleva a que también los detallecitos sean a favor y eso nos acompañó también. Más allá del potencial colectivo e individual que esa selección tenia.

Los zapatos de Sebastián Abreu en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez.
Los zapatos de Sebastián Abreu en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez.

¿Qué aspectos resaltás de esa unión del plantel?
Vos mirás a Aldo el cocinero y a “Cachete” el mozo como entran a festejar los goles en Sudáfrica y parece que los hubieran hecho ellos. Eso es la vibra, lo de la química, la vibra positiva que se transmitía en Kimberley en la concentración y ese fue otro punto favorable: la elección del lugar. Era como si estuviéramos en el Complejo Celeste. Nosotros con nuestra convivencia, las familias, sin tabú porque no existía eso de que las familias no podían entrar. Iban los hijos, las esposas o novias, los padres. Había convivencia familiar constantemente, teníamos acercamientos con la gente de Uruguay que había ido a Sudáfrica y entonces como que todo llevaba a que solamente recibiéramos cosas positivas. Y eso generaba un compromiso también porque decíamos entre nosotros, ‘bo viste lo que estamos pasando y cómo está la gente, cómo está la familia y cómo lo están viviendo, lo que está sucediendo en Uruguay con lo que nos llegaba y eso lo único que hacia era inflarte el pecho, apretar los dientes y decir “tenemos que aprovechar al máximo todo esto bueno que nos está sucediendo”. Y las cosas buenas que nos sucedieron dentro del Mundial, porque dentro de un torneo así muchos pueden decir estos cómo pueden tener la mente abierta a visualizar proyectos a futuro cuando estás jugando octavos y cuartos de final, llegaron y era lo que le pasaba a Scotti, Eguren, Lugano y Godín con la Fundación Celeste. Llegamos del Mundial, se hizo la cena de la fundación y hoy es algo espectacular y es con lo que uno siempre aspiró. Eso se dio porque era tanta la vibra positiva que te llevaba a que desarrollaras a nivel intelectual proyectos sociales para poder ayudar y que salieron de esas sobremesas, salieron de esas ruedas de mates, de los asados que ahora empezaron a salir nuevamente las fotos que Diego Forlán publicaba hace 10 años en su Twitter. Vos ves esas fotos y ves realmente lo que sucedía día a día.

¿Y cómo era un día a día en ese Mundial?
Era como si estuvieras en una preparación de un torneo normal o en pretemporada. Concentrados. Se entrenaba fuerte de mañana y de tarde había un grupo que iba fuerte al gimnasio y seguía la misma rutina que en un club con el nutricionista que te deba los suplementos o complementos a cada uno en base a sus necesidades, con la vida tradicional de merienda, la rueda de mates a la mañana antes del entrenamiento. Era como una vida tradicional a la uruguaya pero sabiendo que estabas en una selección que era como un equipo porque estabas con la misma rutina de un equipo, preocupándote por detalles a mejorar, haciendo análisis de video, mirando lo que podían hacer los futuros rivales, había reuniones del maestro para ir anticipando futuras situaciones que podían ir prevaleciendo o con el tema de los arbitrajes. Era una convivencia normal con pocas redes sociales, poco celular. Había mucha convivencia grupal en un mismo espacio y eso si se notaba claramente con grupos de 12-13 personas compartiendo, algunas veces hablando cosas de la vida, bobeando, hablando del fútbol y creo que eso también marcó mucho las sociedades que se fueron generando en el campo de juego y que no solo nacen del entrenamiento, sino que nacen de la convivencia también, de hablar detallecitos, de decirse “mirá que si hago este movimiento es para ir de este lado” y eso le queda registrado al compañero. Entonces mate va mate viene, va quedando una información que en la cancha se ve reflejada.

Sebastián Abreu. Foto: Mateo Vázquez.
Sebastián Abreu. Foto: Mateo Vázquez.

¿Qué recordás de la previa del partido contra Ghana?
Lo que me acuerdo claramente es lo que se vivía en Uruguay. Ya había Twitter y Facebook. Llegaba toda la información y teníamos claro todo lo que pasaba y de lo que podía llegar a pasar si pasábamos a una semifinal del mundo. Eso es lo primero que se me viene a la mente. Después a nivel deportivo es que estadísticamente todos teníamos claro que estábamos a un partido de regresar a una semifinal de un Mundial después de 40 años. Ya no eran cuartos ni octavos, estabas como que acariciando la gloria, lo hablabas y eso te generaba una sensación hermosa y no lo estabas soñando. No era como cuando de niño te levantabas y decías “me gustaría estar en una semifinal del Mundial y poder jugar para ser campeón”. No, no, eso era real, pellizcate porque era real y estabas ahí. Por eso había que bajar un poco las revoluciones porque era tanta la máquina que nos dábamos que a veces faltaban cinco días y trancábamos contra las sillas del comedor de la concentración porque ya querías estar jugando el partido.

¿Cómo se manejaba la ansiedad?
Entrenando a la tarde en el gimnasio. Era un gimnasio que había preparado el cuerpo técnico y cada uno hacía su rutina y se eliminaban las tensiones porque la ansiedad era muy grande y era como que estabas jugando el partido muchas veces antes del momento justo. Te cansabas y a nivel mental te ibas cansando, pero mismo durmiendo te constaba conciliar el sueño porque te aparecían imágenes del partido que por un lado está bueno pero siempre te recomiendan los psicólogos o los coaching que no juegues el partido antes de tiempo porque eso te desgasta. ¡Pero era inevitable! A lo largo de mi carrera me tocó jugar partido de todo tipo: finales, clásicos, para ser campeón, por no descender. Y en esos partidos lo primero que te dicen los profesionales es que no juegues el partido antes de tiempo porque el desgaste psicológico es físico también y si lo hacés, no llegás con las energías que tenés que legar al partido en serio. Pero hay cosas que te dicen mucho desde lo teórico y que después llega la práctica y nada que ver. Por ejemplo en diferentes lugares te hacen un simulacro de terremoto y cuando te toca como me tocó en El Salvador, no hacés ni la mitad de las cosas que te dijeron, como cuando hice las clases de parto con mi señora, toda la preparación, la respiración, el empuje y demás. Pero cuando vienen los dolores, te pegas un cagazo bárbaro y no hacés todo lo que te dijeron antes. En el fútbol es igual. Querés utilizar lo teórico en lo práctico pero te invade todo porque estás rodeado de 50 personas más que están con la misma ansiedad, deseos e ilusiones que vos. Solamente el maestro y el profe Herrera que son los que tienen más temple eran los que estaban con ese perfil de tranquilidad, porque después, Mario y Celso tiene otra forma también y era algo muy difícil de poderlo manejar.

¿Qué notabas en medio de la ansiedad?
Lo veía en la forma de hablar, en los gritos, si había música se ponían a bailar o si se jugaba más partidos de ping pong que lo normal, partidas de pool o veía que iban y venían, te molestaban. Esos eran reflejos individuales de cada uno, de cómo se van tratando de administrar esas sensaciones que en definitiva como eran sensaciones lindas, no perjudicaban a nadie, pero de alguna manera u otra tratábamos de ir regulando eso dentro de las posibilidades.

¿A quién notabas más tranquilo entre los jugadores?
El más inconsciente de todos era el “Pelado” Martín Cáceres porque es así en una práctica o para jugar una semifinal del mundo. La forma de ser de él es totalmente fuera de contexto. Lo sacaría de lo normal porque es anormal. Él está igual ya sea en un sexto día de pretemporada que están todos muertos o en el día previo a la semifinal de un Mundial. Lo ves de la misma manera. Al principio cuando lo empezás a conocer no le encontrás la vuelta para decirle entre comillas “concentrate, metete en esto” y después te das cuenta que es su forma de ser y que cuando llega el partido es el más concentrado, se lo come al que tiene que marcar, está siempre atento a la jugada. Eso es otro de los aspectos del proceso también, que te ayuda a conocer y respetar perfiles porque sabes que a la hora de la verdad o de entrar a la cancha tienen la concentración que se necesita.

Abreu celebra el gol ante Ghana en el Mundial de 2010. Foto: Gerardo Pérez.
Abreu celebra el gol ante Ghana en el Mundial de 2010. Foto: Gerardo Pérez.

Ese partido con Ghana para vos tuvo tres partes importantes: fuiste suplente, entraste y terminaste siendo pieza fundamental.
Me tocó entrar a los 75’, jugué todo el alargue y también me tocó vivir las emociones más complejas del partido desde adentro, de ver que teníamos chance, ver que se podía, que íbamos a los penales y había posibilidades hasta que llegara el momento del último penal y ahí es que uno aprende del maestro que escucha y le da la posibilidad al futbolista en determinada situación con la intuición, porque el jugador puede tener a veces una interpretación, la siente de una manera, la expresa y el entrenador le da la posibilidad a esa intuición que el futbolista tiene. En ese entonces, él me nombra tercero en los penales y yo le pido para patear el quinto porque tenía un presentimiento que lo cerraba, que lo liquidaba yo el partido y la verdad que fue fantástico todo lo sucedido, lo que nos tocó vivir después del partido en el vestuario, cuando llegamos al hotel que estaba lleno de uruguayos y parecía que estábamos en el Centenario, había uruguayos por todos lados mezclados con jugadores. Y uno trata de recordar otras selecciones del mundo en la que los hinchas vayan y se mezclen con los jugadores cantando canciones de Uruguay con la misma alegría y satisfacción, y no lo ves todos los días. Esos recuerdos los tengo guardados y grabados en la camarita. Lo más impactante fue ver a mis hermanos saltando con todos los hinchas, las familias con los jugadores, estaban mis viejos, mis hijos, mi señora. Y que lo puedan contar es otra de las cosas maravillosas porque cuando hablamos antes que los niños, adolescentes y jóvenes recuperaron esa adhesión a la selección, al vivir algo así pueden trasladarle estas historias a futuras generaciones y que no se hayan quedado solo con eso de que las generaciones más grandes nos trasladaron a nosotros lo que habían vivido. Bueno, estas generaciones ahora van a poder trasladarle esto a las siguientes y salvando las distancias, porque lo nuestro no fue un título, van a poder trasladar esa emoción de los momentos vividos en Sudáfrica.

¿Ustedes sentían que le devolvían una alegría al pueblo uruguayo y también a Tabárez que les había pedido algo a cambio de la organización?
Más que devolver estábamos recuperando algo y eso era lo más lindo. Recuperar ese orgullo de sentirnos todos felices con lo que pasaba con la selección, de sentirnos identificados y el hecho de poder refrendar desde el resultado deportivo y confirmar que por más buenos jugadores de elite que tangas, para competir al alto nivel se necesita organización. Ahí teníamos la posibilidad de consolidar el proceso y lo pudimos lograr. La responsabilidad era nuestra y había un compromiso de de decir y comprobar que esa era la única manera para que el proceso siga creciendo y que las generaciones que venían después pudieran tener eso y mucho más para poder seguir siendo competitivas. Eso sí era un compromiso que teníamos porque estábamos consolidando y construyendo algo para ir sintiéndonos tranquilos de que había un futuro alentador.

¿Había alguna cábala o tradición en particular en ese Mundial?
Cada uno siempre tiene sus cábalas, pero a nivel grupal había una canción que trajo Diego Lugano cuando perdimos con Perú. La “Tota” en la concentración pone esa canción que se la había pasado Stephen Appiah de cuando jugaban juntos en el Fenerbahçe de Turquía. Era una canción africana que puso en la concentración y cuando la escucho le digo pásamela que voy a tratar de buscar algún motivado o extra desde lo espiritual, porque era como medio de “macumba”, no sabíamos ni lo que decía pero era pegadiza, la empezamos a usar y ahí después le ganamos a Colombia y nos empezamos a acomodar un poquito, terminamos yendo al Repechaje y luego al Mundial. Entonces esa canción quedó instalada. Era el único tema que escuchábamos en el recorrido rumbo a cada estadio que no era uruguayo, porque después teníamos todas las de Jaime, el Zurdo, Emiliano, Pitufo Lombardo, la Catalina y la última antes de bajar era el Himno Nacional cantado por el Zurdo en el Estadio Centenario. Pero con esa canción africana arrancábamos el viaje. La estuve buscando porque se me quemó un iPad, se la pedí a la “Tota” pero anda con mil cosas así que andá a saber cuándo me la va a mandar.

Abreu y el Tabárez final del partido Uruguay - Ghana en el mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Gerardo Pérez
El abrazo entre el "Loco" Abreu y el maestro Tabárez tras la victoria frente a Ghana. 

¿Qué significa el maestro Tabárez para vos?
Es la pieza fundamental. En todo ese tiempo que estuvo sin trabajo después de dirigir a Vélez, volvió a Uruguay, estuvo preparando y diagramando un proyecto por si le tocaba ser nuevamente técnico de la selección. Él visualizó esa chance y se le generó la posibilidad, entonces llegó con una idea que la empezó a trasladar a los directivos y a los jugadores del momento. Nosotros compramos la idea, creíamos que era lo que lo que se necesitaba en base a todas las anteriores experiencias previas en las cuales no se había hecho nada cercano a lo que él pretendía, pero que necesitábamos obviamente del resultado deportivo. Después ya como entrenador, la enseñanza máxima es la de entender, aprovechar y sacar lo mejor de la característica del futbolística para el colectivo. En su momento se decía que el medio campo de Uruguay no tenía posesión de balón, pero el maestro lo que hacía era sacarle provecho a lo mejor que tenía ese medio campo que era de recuperación y contraataque con el “Cacha” (Egidio Arévalo Ríos)y el “Ruso” (Diego Pérez). Firmes en la marca, recuperamos y contraatacamos. Entonces nos agrupábamos bien y el equipo era compacto y aprovechábamos la velocidad arriba. Después con los años escuchás “ahora sí Tabárez entendió que esto es lo que queremos” respecto a todos los volantes que en aquel momento no tenía y hoy sí tiene. Esos que son de buen trato de balón desde la presión con Vecino, Bentancur, Valverde, Torreira. Pero el maestro adaptó esas características al funcionamiento global, entonces esas son los aprendizajes máximos porque hay que tomar en cuenta que él no tiene el tiempo del entrenador de un club que puede ir día a día desarrollando una idea. Tiene cinco días en las Eliminatorias, 25 días en una Copa América o Mundial para poder sacarle provecho a eso y lo consigue. El equipo lo plasma, se ve el funcionamiento. Entonces ese para mí es el aprendizaje mayor desde la inteligencia, del respetar las características y ensamblarlas para que el funcionamiento pueda tener rédito en cancha.

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