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Mario Saralegui: "Tuve la suerte de ganar un clásico que quedó en la historia"

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ENTREVISTA

Desde Artigas, donde alterna la casa de su niñez con el campo familiar, pasó raya a sus cuatro meses en el club que ama. “Si le va bien a los que están ahora, nos va bien a nosotros los hinchas”

"¡Papá, sos famoso!”, le dice Angelina a Mario Saralegui cuando caminan juntos por Artigas y no hay quien no salude al extécnico de Peñarol. “Soy más famoso que Barbie”, la pelea él, pero la niña, que tiene seis años y pasó a segundo año, siempre tiene algo para retrucarle.

Apenas terminó su vínculo con Peñarol se volvió a Artigas, donde sigue viviendo en la casa de su niñez en la calle Río Branco. Enfrente a la de sus abuelos y donde ahora está un tío suyo. Su hermana también vive en el barrio que antes llamaban de la Terminal y ahora le dicen de Tata.

“Sólo salgo de acá cuando tengo trabajo”, explicó, aunque admitió que también viviría en Portoviejo, Ecuador, donde dirigió a Liga, el equipo de la ciudad. “Disfruté en todos los lugares donde viví, pero Portoviejo es una ciudad chica, de 200.000 personas, hermosa, cerca del mar, con un clima espectacular y aman el fútbol”.

Es más, lo acaban de llamar para que regrese, pero decidió no repetir lo de su anterior salida de Peñarol, tras la cual se fue a dirigir a Uruguay Montevideo. “No es que haya estado mal aquella vez, pero ahora tengo posibilidades de agarrar un equipo mejor. Salir de un grande a un equipo de la B es un salto bastante bravo. Aunque sigo sosteniendo lo que me enseñó el profesor Gesto: no importa el equipo sino la calidad del trabajo”, afirmó el artiguense quien tiene posibilidades de seguir su carrera en Chile.

La charla se centró en el fútbol y Mario reconoció que no vio la revancha entre Palmeiras y River Plate porque desde que salió de Peñarol no miró más fútbol. Decidió tomarse una pausa. “Me saturé. Fueron cuatro meses muy intensos, que por un lado me dejaron satisfacción y por el otro amargura, por no haber podido llegar más lejos”.

La cerrazón

Admitió que la cerrazón era muy grande en Peñarol y que al principio le costó ver. “La cerrazón no era sólo futbolistica, era de toda índole. Nunca es por un solo motivo, se juntan un montón de cosas que provocan que uno no pueda divisar la realidad en forma clara. Luego uno va haciendo un diagnóstico y viendo lo que pasa. Al principio te equivocás y cuando al final ves con claridad viene lo más difícil que es tomar las decisiones”, explicó.

"Muchas cosas estaban mal en Peñarol, logramos corregir bastante, pero no todas. Un entrenador tiene que levantar el rendimiento de los jugadores y no es algo solo futbolístico, solo físico o psicológico, es integral. Cuando no todos reman para un mismo lado es difícil que el barco avance. Pero creo que terminamos siendo un equipo que jugaba al fútbol, que sabía lo que quería y que estuvo a la altura de lo que es Peñarol”, añadió quien estuvo al frente en su departamento del proyecto social Tendiendo Redes, que apuntó a utilizar los valores del deporte, buscando impactar sobre la desigualdad de oportunidades de los niños y jóvenes, sobre todo en el interior. 

Reconoció que cometió errores en Peñarol, sobre todo al principio. “Por más que uno mire el equipo de afuera, una cosa es ver el mapa y otra el territorio. No me equivoqué demasiado porque no hubo tantos cambios entre el equipo que empezó jugando y el que terminó. Me demoré en darme cuenta en el primer partido de la Copa frente a Colo Colo. Fueron ocho minutos fatales. Ese fue mi mayor error. No me di cuenta que cuando pusieron al enganche debí hacer un cambio posicional, o sacar a Gargano que estaba cansado”.

No cree, sin embargo, haberse equivocado al decir que iban por la sexta Libertadores el día que firmó su contrato. “Yo creo que no porque si no ves algo como posible, si no lo tenés en la mente, nunca lo vas a lograr. Es imposible conseguir algo que ni siquiera se piensa”.

psicólogo

Una tesis que se demora

Sólo le falta la tesis para recibirse de psicólogo. Es algo que tiene pendiente, pero cada vez que se dispone a hacerlo, sale algo y se va del país. “Por alguna razón no la hice todavía, cuando más demore en hacerla mejor va a ser. Es una materia pendiente”, dijo, pero insistió en que es entrenador y no psicólogo. “Me gusta la carrera, pero estudié psicología para entenderme más a mí mismo y para entender a los jugadores. Porque lo más importante de los futbolistas no son los pies, sino la cabeza”, explicó.
“Me conocí un poco más sí, pero a veces cuando uno más sabe, menos sabe. Y no soy uno solo, soy varios”.

Estaba convencido que debía quedarse y por eso lo dijo públicamente. Al menos hasta que terminara el Uruguayo. “Me parecía que era lo normal. Yo ya estaba ahí, habíamos conseguido algunos resultado y ganado el clásico. No pedía más contrato, me parecía lógico dirigir el Clausura y terminar el campeonato. Pero tomaron otra decisión y también estuvo bien”.

saralegui

A propósito de Mauricio Larriera, dijo que no le sorprendió su designación a pesar de que no sea un técnico identificado con el club. “Eso forma parte de los estereotipos que se hace la gente. Larriera va a demostrar quien es cuando el equipo empiece a jugar y le toque ganar o perder. No pasa por si es alto, flaco, gordo, morocho o de Peñarol. Yo en otros momentos me enojé mucho cuando llevaron a determinados entrenadores, pero después con el tiempo se me pasó. Yo me saqué una espina al volver a Peñarol. Porque había gente que decía que yo no iba a volver y lo esperé once años. Volví y tuve la suerte de ganar un clásico que quedó en la historia, el primero en el Campeón del Siglo. Tengo que estar satisfecho”.

A pesar de su amor por Peñarol no tiene claro si quiere volver. Y estudia otras cosas: “No sé si voy a volver o no, el tiempo pasa y no soy monedita de oro para que todo el mundo me quiera. Hoy no es mi intención volver. Y si les va bien a los que están ahora, nos va bien a nosotros que somos hinchas del cuadro”.

artigas

Entre el campo y el disfrute diario con Angelina

Su mujer, que es enfermera, se va temprano a trabajar. En tiempos de pandemia tiene mucho de que ocuparse, tanto en la policlínica donde cumple su tarea como en el puente, controlando el ingreso de la gente. Mario, que se levanta temprano, espera que se despierte Angelina y se ocupa de su desayuno.
Aunque vive en la ciudad muchas veces arranca para el campo familiar, que queda a una hora y media de la capital departamental, a hacer algún trabajo. “Siempre hay algo que hacer con las ovejas o el ganado. Ahí se hace doble horario todos los días. Yo no, pero para eso están los peones. Yo soy uno de los dueños, pero hay un administrador”, contó sobre la estancia San Juan.
No niega que le gustaría vivir allí, en el campo, pero es lejos y eso complicaría la escuela de Angelina. “Además, si te llega a pasar algo estás a una hora y media de auto, mientras que yo acá en mi casa estoy a cuatro cuadras del hospital. Pero a veces me quedo a dormir. Hay mucha gente que va y viene, incluso la gente que trabaja no se queda más”, explicó.
Tanto él como Angelina esperan con ansias que la enfermera salga de licencia para ir a la playa.

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