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Salcedo: el relator del fútbol alemán y sus famosos apodos

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Andrés Salcedo

BUNDESLIGA

Mañana recomienza la Bundesliga y muchos recordarán a “Migajita” Littbarsky y al “Espía que vino del frío”; el creador de los sobrenombres contó cómo se inspiraba.

Mañana se reanuda la Bundesliga y el mundo futbolero, ávido de partidos, se ubicará en su sillón dispuesto a disfrutar.

Los mayorcitos de estos lares no podrán evitar sentir algo de nostalgia al volver a sentarse frente al televisor para ver fútbol alemán. Es que Andrés Salcedo, quien relató durante 20 años la Bundesliga para América Latina y le puso más de 100 apodos a los futbolistas germanos, es difícil de olvidar.

Cómo no recordar a Pierre “Migajita” Littbarsky; a Norbert “El Espía que vino del frío” Nachtwe; a Franz “Escopetita” Mills; a Wolfgang “el Osito” De Beer; a Karl-Heinz “Caperucita Roja” Rummenigge; a Lothar “Mateito” Matthaeus y a tantos otros que se hicieron famosos los sábados en Canal 5.

Andrés Salcedo tiene hoy 80 años y vive en su Colombia natal. Concretamente a unos kilómetros de Barranquilla, en una playita frente al mar. “Son lujos que nos podemos dar los pobres cuando se nos da la oportunidad”, bromeó con su encantador estilo intacto al principio de su charla con Ovación.

Salcedo llegó a trabajar en Alemania por pura casualidad. Es más, cuando se lo propusieron se negó y el mismo día que llegó se hubiera tomado un vuelo de regreso a Madrid. “Era radioactor, trabajaba en las radionovelas en Radio Madrid de la cadena SER. Y lo hacíamos para algunas emisoras internacionales como radio Francia, la BBC de Londres, Deutche Welle y la RAI de Italia. Yo ya tenía un hijo de meses y esa era mi mayor fuente de ingresos. Un día cuando llegué, el portero me dijo que tenía que ir a hablar con el ‘Sordo’ como le decíamos al jefe del elenco. Mis piernas se volvieron de gelatina, pensé que me iba a echar. Subí las escaleras y lo primero que me preguntó fue si me gustaría irme a Alemania. Le dije que no, que me encantaba Madrid. Me explicó que me habían pedido de la Deutsche Welle para sustituir a un locutor por un mes. Seguí negándome hasta que me dijo lo que me iban a pagar por ese mes. Era bastante más de lo que yo ganaba por un año en España. Y acepté. Es más, un colega -José Luis Peker-, muy famoso en la radio española, me ayudó con el pasaje aéreo. Trabajaba en una agencia de viajes y me fió el pasaje. Así fue como llegué a Alemania y sinceramente me hubiera vuelto a Madrid en el mismo avión. Por fortuna no lo hice. Me quedé y Alemania me dio muchísimo”, relató.

En 1972, Transtel y la Deutsche Welle transmitieron los Juegos Olímpicos y fue tal el éxito que hasta ganaron el premio Ondas. Tras esa experiencia y teniendo en cuenta que dos años después se jugaría en Alemania el Mundial, decidieron hincarle el diente al fútbol y compraron los derechos. Para América Latina contrataron a José María Muñoz, el conocido relator argentino, pero faltando 10 días para el inicio de la Bundesliga, Muñoz avisó que por razones familiares no podía ausentarse de Argentina. “Entonces comenzó lo que hoy se llama el casting. Le pidieron a todos los representantes que enviaran propuestas. Y llegaron de México, de Chile, quizás hasta de Uruguay, no lo sé”, recordó Salcedo.

“Yo pedí que me hicieran una prueba. Nunca había narrado fútbol, pero había trabajado en Colombia con Carlos Arturo Rueda, el mejor relator. Yo era su locutor comercial y aprendí mucho con él. También me influyó un español que relataba las corridas de toros y era muy poético y un par de relatores chilenos. Todo eso me llevó a cometer el atrevimiento de presentarme a ese casting. A los cuatro días me dijeron que el sábado comenzaba con el partido Colonia-Frankfurt. Primero pensé que era broma, pero luego vi que me habían escogido”.

Visita
Visita. Salcedo estuvo en Uruguay para una convención de Transtel en 1989.

SOBRENOMBRES. “América Latina tiene una gran influencia europea en su cultura: de España, Italia, de Francia y algo de Inglaterra. Pero no de Alemania, entonces no podía utilizar a las grandes figuras germanas que no le iban a decir mucho a los televidentes de América Latina”, dijo al explicar cómo inventaba los apodos. “Entonces me basé en los que se ponen en las barriadas, en las esquinas de todas las ciudades de América Latina, allí donde la cultura popular nos enriquece. Como me pasó a mí al dar mis primeros pasos en el barrio San Roque de Barranquilla”, explicó y destacó a “Pata de Palo” Hotsmein.

“En su caso no tuve que exprimirme mucho el cerebro porque hotsmein en alemán significa pata de palo”, rió. Y destacó los mejores apodos; o los más famosos. “Digamos que el ranking lo gana ‘Migajita’ Littbarsky y Rummenigge, a quien le puse ‘Caperucita Roja’ porque siempre tenía las mejillas coloradas como pintaban a Caperucita en los cuentos. Y ‘Mateito’ Matthaeus. Esos están en el ranking, pero hubo más de cien”, contó quien se enamoró del fútbol cuando vivía en Madrid.

“Lo mío era el béisbol y luego el boxeo. El fútbol no estaba entre mis preferidos, pero un día me apasionó”. Y confió a su vez que, aunque vivía en Colonia, no era ese su equipo preferido en la Bundesliga. “Los cerveceros amarillos del Dortmund eran los que me gustaban. No sé por qué, quizás porque siempre tuve mucha simpatía por la gente de la cuenca del Ruhr”.

NOSTALGIA. No niega que mañana, cuando recomience la Bundesliga, sentirá nostalgia; y no le gusta. “Cuando leí que volvía el fútbol en Alemania primero sentí un poco de preocupación. Viví 22 años allá y eché raíces. Dejé muchos amigos allá donde tengo dos hijos y una exmujer. Pero conociendo la mentalidad alemana estoy seguro que, como decimos en Colombia, no dan puntada sin dedal y todos sus pasos están medidos y controlados. Le tengo un gran cariño a la Bundesliga, que me dio muchas satisfacciones. Pero la nostalgia me afecta mucho. Sufro y me pongo triste. Y entonces, como una autoprotección, huyo de la nostalgia y miro las cosas con un poco más de frialdad para que no me afecte”, reconoció y agregó que lo que más le produce nostalgia son sus compañeros. Y contó como funcionaban las transmisiones.

Andrés Salcedo
Andrés Salcedo hoy, a los 80 años.

“En cada partido cada uno tenía su cabina. El inglés en una, el francés en otra, el árabe en otra y yo. Arrancábamos a transmitir como si estuviéramos al aire. Todas esas grabaciones eran reducidas a 53 minutos por los técnicos en una sala de edición. Se eliminaban las partes en que no pasaba nada. Se enviaban los rollos en una motocicleta de Colonia, donde estaba la Deutsche Welle, al aeropuerto de Frankfurt y un avión de Lufthansa los repartía por toda América Latina”.

Regresó a Colombia en 1989 tras la reunificación de Alemania. “Para mí la Alemania rica absorbió a la pobre y la Deutsche Welle, que tenía su sede en Colonia, se mudó a Berlín”, argumentó. Volvió varias veces y su última vez en tierra germana fue en el 2006, cuando viajó para transmitir el Mundial.

Al regresar a Colombia siguió trabajando con su voz. Como locutor comercial e incluso presentando un noticiero de televisión. “Hace unos ocho años decidí no mostrar más la jeta como dicen ustedes. Quise estar un poco más retirado, pero sigo siendo la voz oficial de un canal y escribo novelas. En este momento estoy terminando la segunda. en esas ando", finalizó.

en barco a españa

Una vida de película: tuvo ocho mujeres y seis hijos

Un muy joven Salcedo ya tenía dos hijos en Colombia cuando se enamoró perdidamente de una muchacha que soñaba con irse a vivir a España. “Era de Bogotá, pero hablaba como una andaluza y se acentuaba un lunar que tenía en la cara para parecer española. Yo pensaba que era la mujer de mi vida y me embarqué con ella”, contó.
Pero durante el viaje una noche su enamorada no volvió al camarote: estaba con un marinero muy apuesto. Cuando llegaron a Cádiz, Salcedo se bajó y ella siguió en el barco. “¡Cuánto llanto dejé en ese barco! De todos modos, antes de despedirnos le dije que si llegaba a necesitar algo me escribiera a la embajada de Colombia. Ya en Madrid, yo iba todos los días a la embajada a preguntar si había una carta para mí”.
Ella estaba en Málaga y un día le escribió. Quiso volver y él le hizo un lugar en la pensión en la que vivía y fue la madre de su tercer hijo, que era un bebé cuando él se fue a Alemania. Luego ella y el pequeño se le unieron en tierra teutona.
“Estuvimos varios años juntos y fue una buena mujer, allí el que falló fui yo. Era la época de los hippies y la libertad sexual. Bastaba con mirar a una chica en cualquier lado y terminabas en la cama”, admitió el locutor, quien hoy vive con su octava mujer y espera que sea la última.
“Muchas veces mis amigos me dicen que me envidian por la vida que he llevado. Y que les hubiera gustado tener una vida así. Sin embargo, no saben que a mí me hubiera gustado enamorarme a los 15 o 16 años y quedarme con esa mujer hasta que la muerte nos separara”, aseguró.

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