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EL reto: reconquistar un trofeo que hicieron grande

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Nacional y Peñarol inician el camino de una Libertadores cada vez más difícil.

L as canciones de las dos mayores hinchadas del fútbol uruguayo siguen hablando del sueño de ganar la Copa Libertadores, pero cada año los hechos resultan más fuertes que los deseos. El reto es reconquistar un trofeo que entre los dos ganaron ocho veces y contribuyeron a hacer grande, aunque el libreto ha cambiado tanto que de protagonistas, Nacional y Peñarol se han transformado en simples actores de reparto.

Entre la edición inaugural en 1960 y la de 1971, aurinegros y tricolores estuvieron en diez de las doce finales disputadas (con tres títulos del manya y uno del bolso). Por entonces, cualquier campaña que no llegara a esa instancia era señalada como un fracaso. Pero en lo que va del siglo XXI se alcanzó solo una final, y eso después de más de dos décadas de espera.

Esta semana vuelven a iniciar el camino que parece más largo cada año, aunque no le faltará el entusiasmo a Peñarol en Bolivia y a Nacional en Buenos Aires.

Rebobinando la historia, en 1972 los dos llegaron al último encuentro del grupo semifinal con posibilidades: el empate le daba el pasaje a Peñarol, Nacional necesitaba ganar por cinco goles de diferencia. Al final se impusieron los tricolores 3 a 0, con lo cual se clasificó el tercero del grupo, Universitario de Lima. Nadie lo imaginaba, pero aquella noche se iniciaba un período en el cual la Copa estuvo lejos.

Peñarol alcanzó las semifinales de 1974, 1976 y 1979, que por entonces se disputaban en dos grupos de tres equipos cada uno, aunque solo en el 74 llegó al último partido con posibilidades de ser finalista.

Después vino la década de 1980, que volvió a traer sonrisas y cuatro Libertadores más. Y a partir de los 90 comenzó el declive, como puede observarse en la gráfica al pie. Lo más común fue que alguno de los dos llegara a los octavos de final, con suerte a los cuartos, en tanto el otro resultaba rápidamente eliminado. Solo en 2002 los dos grandes arribaron juntos a los cuartos de final. Muy lejos de aquellos duelos que toda América miraba.

Cómo se ganaba.

Para repasar razones y contexto de las conquistas continentales de los dos grandes uruguayos se pueden distinguir tres épocas.

Hasta 1971 inclusive, ambos eran favoritos de primera línea gracias a sus ricos planteles. Casi todos los integrantes de las selecciones uruguayas del momento eran aurinegros o tricolores. Y ellos compartían equipo con varios de los mejores jugadores sudamericanos: Peñarol contó con el ecuatoriano Spencer, el peruano Joya, el paraguayo Lezcano, el chileno Figueroa, el argentino Onega; Nacional con los argentinos Sanfilippo y Artime, el chileno Prieto, el brasileño Manga. Uruguayos y extranjeros, por lo general, permanecían varias temporadas en el club, con los períodos de adaptación necesarios.

Además, Peñarol y Nacional le prestaban cada año toda su atención a la Libertadores, pues el Campeonato Uruguayo se disputaba recién a partir del segundo semestre. Así, con planteles que no dependían del último período de pases, realizaban la pretemporada, preparaban los viajes y planificaban los partidos de la Copa. Y si quedaba una semana disponible, pactaban amistosos contra rivales extranjeros para mantener el equipo en competencia.

Los 60 están identificados con una era dorada de Peñarol. Pero Nacional tuvo también grandes equipos, que lo llevaron tres veces a la final de la Libertadores. Y, pese a que no pudo ganarlas, fue formando pacientemente la base para la conquista de 1971.

La segunda época comenzó en 1980, cuando Nacional reconquistó la Libertadores. Dos años más tarde, también Peñarol volvió a ganarla. Ambos seguían disponiendo de la mayor parte de los futbolistas celestes, pero ya no contaban con estrellas extranjeras. Apenas el brasileño Jair tuvo destaque en el aurinegro, pero llegó como parte de la transferencia de Ruben Paz al Inter de Porto Alegre.

Todo el fútbol uruguayo de los 80 dispuso de varias generaciones de cracks, que se presentaron conquistando cuatro sudamericanos juveniles consecutivos. Y muchos de ellos pudieron mantenerse varios años sin emigrar al exterior pues la artificial cotización de la moneda nacional establecida por la dictadura (la "tablita") abarató los dólares. Eso también facilitó el retorno de Fernando Morena desde España. De esa forma, Nacional 80 y Peñarol 82 también tuvieron tiempo para asentar jugadores, ganar experiencia y delinear un estilo.

A diferencia de lo ocurrido antes, sin embargo, ambos tuvieron que compaginar sus partidos por la Libertadores con la actividad del Campeonato Uruguayo, pues se disputaron en forma simultánea. Nacional mantuvo siempre a sus titulares, en tanto Peñarol apeló en varias oportunidades a un equipo de emergencia. Los dos ganaron también el Uruguayo, otra señal de su poderío.

Las Libertadores aurinegra de 1987 y la tricolor de 1988 resultaron totalmente diferentes. Peñarol fue campeón con un equipo casi juvenil, que se formó el año anterior cuando los problemas económicos llevaron al club a desprenderse de futbolistas con mayor trayectoria. Pese a ello, produjo grandes actuaciones internacionales ante rivales poderosos hasta alcanzar el título. Un año más tarde, Nacional obtuvo la Copa con un plantel más experiente pero sin estrellas, que en base a oficio, personalidad y temple fue obteniendo resultados de incuestionable autoridad. Claro que ambos descuidaran totalmente la actividad local, por lo cual terminaron lejos de la punta en el Uruguayo.

Año tras año, la Copa Libertadores fue aumentando su complejidad. Primero estaba reservada a los campeones nacionales. En 1966 se agregaron los vicecampeones. Y ya en el siglo XXI se extendió a tres, cuatro o más representantes por país, con preferencia a las potencias Brasil y Argentina. Incluso hubo participantes mexicanos.

En los últimos años, el panorama de los uruguayos en la Libertadores podía resumirse así: el plantel se terminaba de formar en enero, con varias bajas y varias altas en el equipo titular; apenas salidos de la pretemporada viajaban a Colombia, México o Brasil, para enfrentar en pocas semanas a rivales de gran poderío económico. Y al mismo tiempo debían cuidar el torneo local.

¿Una misión imposible? Con este esquema, Peñarol fue finalista en 2011. Y Nacional perdió por penales el pasaje a las semifinales el año pasado. Para dar los pasos decisivos hacia la reconquista no conviene mirarse en el espejo de Spencer, Rocha, Cubilla o Artime, porque son imágenes que no se repetirán en este fútbol del siglo XXI, sino tratar de emular las campañas de 1987 y 1988: equipos jóvenes o sin relumbrón pero convencidos de su estilo y de su objetivo.

Aquel ‘61 aurinegro - Pionero de la Libertadores.

Juan Joya, el presidente Gastón Güelfi, William Martínez con la Copa Intercontinental y el dirigente Carlos Zeni con la Libertadores (sin la base). Peñarol fue el primer club sudamericano en avizorar las grandes posibilidades de la competencia internacional.

Aquel ‘71 tricolor - A mano con la mejor historia.

Luis Ubiña (con la camiseta del rival, Estudiantes) levanta la Copa Libertadores en Lima: aquella noche, Nacional se puso a mano con la mejor historia, al alcanzar el trofeo que tanto había buscado. En 1971 también fue campeón intercontinental y uruguayo. Y sumó la Interamericana en 1972.

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