Ese movimiento de Suárez en el área a los 68’, propio de un artillero excepcional, que terminó en un gol para la historia —el del título de Europa para Barcelona— fue, para aquellos que están en todos los detalles, la revancha más pura que pudo tener el "Pistolero" ante Evrá.

LUIS EDUARDO INZAURRALDE

El error del defensa, que cierra mal, lento, tras el rechazo del golero, promovió para los rencorosos, la acción perfecta para castigar a aquel futbolista que lo hizo sufrir sus peores días en Inglaterra. Para Suárez fue el momento sublime, sin importar detalles. Fue ese instante que soñó toda la vida en la canchita de baby fútbol del Urreta, cuando simulaba ser Ronaldinho o, luego, cargando con aquella mochila que llevaba el escudo de Barcelona con la que iba a entrenar a Los Céspedes. Fue ese en el que la fantasía se hizo realidad, privilegio para unos pocos elegidos que escriben la gran historia.

Así fue, es y será la carrera de Suárez. Sin términos medios, llena de emociones y frustraciones, de esas que con suerte se puede alcanzar una en la vida para el resto de los mortales. La del "Pistolero", propia de un ser diferente, tiene muchísimas de las dos, como para recorrer por el fútbol como un superhéroe y villano.

Suárez recibió ayer esa recompensa que fue a buscar en silencio hace un año, cuando siguió el instinto de su corazón y sus sueños en momentos en que nadie daba nada por él. Se levantó y le mostró al mundo que es capaz de todo.

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