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El regreso a la disputa con local y visitante

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El golero de Peñarol Miguel Capuccini se estira pero la pelota, impulsada por el Manco Castro, ya está en la red del Parque Central

HACIENDO HISTORIA

El Parque Central en 1929 fue sede del último partido oficial en la cancha de uno de los rivales. En 1930 comenzó la era del Centenario y el domingo se abrirá otra.

El clásico del fútbol uruguayo se apresta a iniciar una nueva era, la de los partidos en los estadios de ambos rivales, luego de 89 años en los que el Estadio Centenario fue el escenario casi exclusivo. Antes de eso, durante el período amateur lo habitual fue que jugaran en las respectivas canchas, con la breve excepción en que funcionó el estadio del Parque Pereira, propiedad de la Comisión Nacional de Educación Física.

Hasta ahora, el último clásico oficial con un locatario “real” se jugó el 13 de octubre de 1929 en el Parque Central y lo ganó Nacional por 1 a 0. El primero en el Centenario fue el 28 de septiembre de 1930 y fue para Peñarol, también por 1-0. Entre ambos habían transcurrido 11 meses, pero la organización del fútbol había cambiado drásticamente con la construcción del gran estadio.

En la segunda mitad de la década de 1920, la actividad oficial comenzaba avanzado el año y culminaba ya iniciado el otro, en gran medida debido a la participación del seleccionado en competencias internacionales. El Campeonato Uruguayo de 1928 terminó en febrero de 1929. El de 1929 empezó en mayo, tuvo una pausa por el Sudamericano de Buenos Aires, siguió disputándose a comienzos de 1930, se volvió a parar con el Mundial y finalizó en diciembre del 30.

Durante ese prolongado desarrollo, el clásico de la primera rueda tuvo lugar en el Parque Central y el de la segunda rueda en el Estadio Centenario. Con este último, tricolores y aurinegros iniciaron la tradición de disputar allí casi todos sus encuentros.

Resulta difícil establecer si en aquellos tiempos del amateurismo jugar el clásico en casa representaba una ventaja apreciable, pero es posible conjeturar que no. El Parque Central, por su mayor capacidad, era el estadio más utilizado de Montevideo. Allí jugaba la Selección uruguaya, muchas veces los clubes chicos lo fijaban para enfrentar al propio Nacional e incluso Peñarol hizo partidos allí, como el amistoso ante el Deportivo Español de 1926 en el cual José Piendibene le convirtió su famoso gol a Zamora. Los clásicos “neutrales” tenían lugar también en ese estadio. Y nadie parecía escandalizarse por ello.

Aquel 13 de octubre del 29, Nacional era locatario, por lo cual jugó en el Gran Parque Central, como lo venía haciendo desde 1900. Se vendieron 16.081 entradas y hubo en total unos 20.000 espectadores.

“Solo a la escuela de Scarone debe Nacional su triunfo”, tituló El País al otro día. El comentario asegura que Peñarol dominó, pero no consiguió vulnerar al triángulo final albo, en especial a Andrés Mazali. A los 15 minutos del segundo tiempo, por ejemplo, el arquero tuvo una atajada increíble. Desde dos metros, el delantero Sarni remató contra un palo, pero Mazali -cuya agilidad era famosa- voló y desvió la pelota al corner.

Al rato apareció Héctor Scarone para resolver el partido. El Mago tomó la pelota tras una salida rápida de su equipo. Consiguió atraer a la defensa y entonces cedió la pelota a Píriz, que la mandó al medio del área, donde el Manco Castro remató fuerte. La pelota dio en el travesaño y entró.

Además de la información del clásico, la prensa dio cuenta por esos días de la preocupación del ambiente del fútbol por el atraso en las obras del “stadium nacional”, el escenario todavía sin nombre del Mundial de 1930. Lo que se podía ver entonces era solo una enorme excavación en el antiguo Campo Chivero.

Pero el Estadio Centenario estuvo listo para el Mundial. Y luego, el 28 de septiembre de 1930, recibió al segundo clásico de la temporada 1929. Aquel domingo asistieron unos 43.000 espectadores. Según el cálculo de El País, se vendieron 36.000 localidades, más 6.000 socios de Peñarol que no pagaban entrada, más unas mil tarjetas de libre acceso de la AUF.

El desarrollo y el resultado fueron exactamente inversos a los del partido del Parque Central: el equipo que jugó mejor perdió 1-0. Nacional dominó durante largo rato, pero a los 19 minutos Antonio Sacco definió el encuentro con un remate desde adentro del área. Fue un pase por elevación de Juan Peregrino Anselmo que el defensa tricolor Buceta no pudo cortar con su salto. La pelota le quedó a Sacco, quien de sobrepique venció a Mazali.

Scarone tuvo dos oportunidades para empatar, pero hasta los magos pueden fallar. Anselmo tampoco jugó bien: estuvo “sencillamente mal”, comentó El País. Leyendo la prensa de entonces resulta curioso cómo se criticaba a los jugadores que hoy son vistos como nombres sagrados. José Leandro Andrade, por ejemplo, fue considerado “figura decorativa” por El País en el partido del 29. Así se decía cuando un futbolista prácticamente no la tocaba durante los 90 minutos.

Nacional anunció que protestaría en la liga tres incidencias: dos penales y una pelota que supuestamente entró y salió del arco aurinegro. Fue un centro de Urdinarán que se cerró y después retuvo el arquero Capuccini. La revista Mundo Uruguayo dio la foto de la incidencia, pero resultaba imposible confirmar si había entrado o no. El resultado no cambió y Peñarol estiró su ventaja en la tabla a cinco puntos, a cuatro fechas del final. Habría tiempo para la revancha y nuevas contrarrevanchas en el Centenario: casi nueve décadas...

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