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"Quería quedarme con un buen recuerdo"

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Diego Forlán
DANIEL GARCIA - AFP - AFP

Diego Forlán, el jugador que se transformó en leyenda, habló sobre su retiro, las historias de la habitación 12 del Complejo de la AUF que compartió nueve años con Lugano, y de Peñarol.

Me imagino que a medida que avance el tiempo, que llegue la Copa América y que ya no vuelva a los lugares en los que estuve tanto tiempo (13 años), se empezará a ver diferente. Pero ya está". El exjugador de la selección, Diego Forlán, hace una pausa muy larga del otro lado del teléfono, en Japón —donde se empieza a apagar el viernes—, tanto que el periodista cree que se interrumpió la comunicación, cuando de pronto prosigue: "Es un buen momento para poner punto final a mi carrera en la selección. Preferí quedarme con una buena imagen. Estoy más que conforme con todo lo que viví. Sin dudas, era el momento más oportuno para dar un paso al costado".

En la noche del miércoles de Uruguay, Diego anunció su alejamiento de la selección tras 112 partidos y 36 goles, un título de Copa América y el Balón de oro del Mundial de 2010.

—¿Cuándo tomó la decisión?

—En febrero, hablando con mi padre, mi hermano y mi familia. Pero mirá que si hubiera sido por ellos (Cerezo Osaka), por los tiempos que manejan para todo, recién iba a anunciar mi alejamiento de la selección en abril.

—¿Piensa volver al Complejo de la AUF?

—Eso espero. El "Maestro" me pidió que no me pierda y me dijo que tengo las puertas abiertas… y en broma le respondí que estaba lejos.

—¿Está en pleno duelo? O ya superó todo esto que implica cerrar un ciclo que marcó su carrera deportiva.

—Ya lo procesé. El duelo ya lo viví, porque, al menos a mí, no me sucedió que dejé de un día para el otro. Se fue dando una maduración natural, los años van pasando, van sucediendo cosas… y esto va a ser igual cuando mañana me toque dejar de jugar. Porque vas midiendo las ganas que tenés. Lo importante, y eso es lo más difícil, es darse cuenta que llegó el momento de decir hasta acá llegué. Nada más. No me hubiera gustado seguir, seguir... hasta que se te complica salir. Quería quedarme con un buen recuerdo de mí en la selección. Porque esto lo hago por mí. Sé que por ahí muchos piensan o dicen que lo hacen por los demás. Vos sabés que siempre lo dije: soy el tipo más feliz del mundo cuando hago un gol, porque lo disfruto yo, y si lo disfruto yo lo disfrutan los demás. Porque hago los goles por mí, no por los demás.

—Fue difícil desprenderse de ese imán que tiene la actividad que con gran suceso, en su caso, se desarrolló por tanto tiempo.

—A mí no me costó. Es la verdad.

—Será porque usted es diferente.

—No creo. No me costó, porque soy así: desde el primer día quise verme dejando la selección en un buen momento. ¿Qué más puedo pedir después de todo lo que viví? Si fue soñado, y hasta más que soñado, porque lo de 2010 resultó mágico. Y además porque procuro analizar todo y ya lo venía procesando, como te decía, porque estás más grande e hice este ejercicio: el "Maestro" empieza a preparar el ciclo para el Mundial de Rusia 2018. ¿Sabés cuántos años voy a tener en 2018? 39. Y ya está… Di todo a la selección, soy un agradecido y es más que suficiente lo que viví.

—Pero hace tres o cuatro años me dijo que creía que físicamente estaba para jugar hasta los 39 o 40 años.

—Sigo pensando lo mismo, porque físicamente estoy muy bien entrenando. Ando a la par de los japoneses. Además, me gusta entrenar, lo disfruto, lo hice siempre. Ahora dependerá de las ganas, que el técnico te motive o no.

—Debe haber sido emocionante todo lo que vivió desde su anuncio. ¿Llegó a las lágrimas?

—No, no, cuando veo que me voy a quebrar, cambio de tema, salgo, me distraigo.

—Algunos de los mensajes que recibió fueron increíbles. Al menos los que se leyeron públicamente.

—Sí. Los tengo todos guardados. Y los que no se hicieron público, que me los guardo para mi. Fue una demostración de cariño impresionante. Eso tiene un valor tremendo. Hablé con Luis (Suárez) por teléfono, Nico Lodeiro me mandó un mensaje... ¡es-pec-ta-cu-lar! Diego (Godín), "Tata" (González), el "Mono" (Pereira), el "Cebolla" (Rodríguez) y muchísimos más. No te los puedo nombrar a todos, porque me olvido de alguno.

—¿Siente que con esta decisión arrastró a Lugano a tomar el mismo camino?

—No, para nada. Cada uno hace lo que quiere. Con esta decisión no presioné a él ni a nadie.

—¿Qué va a extrañar del Complejo?

—Pufff... ¡tantas cosas!

—Una en particular será la habitación que compartió durante 13 años con Lugano.

—¡La habitación 12!

Esa habitación se fue transformando desde 2004, cuando llegó Lugano a la selección, en el punto neurálgico. Los dos símbolos, Forlán y el capitán, compartieron cientos de horas, de charlas, de experiencias.

—Cuénteme una historia de esa habitación 12

—La primera: antes que con la Tota, compartía habitación con el Ruso (Pérez), que no estaba viniendo. Entonces me llama Mengueche, un amigo de mi padre. ¿Quién es Mengueche? Andá a Colonia y preguntá por él... ¡lo conocen todos! Me llama, porque la Tota había jugado allá, y me dijo que lo cuidara, que era un buen pibe. Y tá... lo que vino después fue impensado. Hay mil historias, desde que él quería ver el canal rural y yo los programas deportivos argentinos, porque en ese momento venía de jugar cuatro años en Argentina, y me dormía con el control remoto en la mano. Del silencio después del partido que perdimos con Perú en Lima. Eso no fue en el Complejo, pero con la Tota siempre compartimos la habitación. De los grandes triunfos. Que yo era muy prolijo, y él no tanto. Que somos muy diferentes, pero nos complementábamos. Él se calentaba, yo soy muy tranquilo. Un día, después de un partido con Ecuador en el Estadio en el que metió una patada dura que era para amarilla y ya tenía una, le dije en la cancha que no le hablara al juez y después de noche, viendo la jugada, me dice: No fue para tanto. Y le respondí: ¡Dejá Tota!.

—Sabe que pasó a ser una leyenda.

—No le pongas color.

—En serio, Diego. En unos años será recordado como Scarone, Nasazzi, Schiaffino…

—Soy Diego Forlán, el mismo que jugó toda la vida, el que soñó de niño con llegar a la selección y que trabajó y peleó por sus sueños, el que está feliz por lo que hizo y nada más. Y te voy a contar cuándo fue el día que sentí que más de lo que había conseguido era imposible: cuando recibí el Balón de Oro del Mundial, algo que queda particularmente en la historia, El País puso una foto y un título que decía: Nota 10. Que mi gestión haya sido aprobada ya no solo por los periodistas sino por el pueblo uruguayo, que por lo que sabe de fútbol es el más exigente del mundo, fue el mejor premio que me pudieron haber dado.

—¿Y ahora? ¿Vuelve a Peñarol?

—Hoy no es ni un sí rotundo, ni un no cerrado. Tengo contrato hasta julio. Voy a Rusia, invitado por FIFA, al sorteo de los calendarios de las Eliminatorias (el 25 de julio), y después veré. Aquí me ofrecieron seis meses más de contrato, porque hay un proyecto, quieren subir y me siento muy a gusto con el entrenador (Paulo Autuori). También te digo que hoy las decisiones van más allá de lo económico y están más atadas a los proyectos, como volver al equipo a Primera, y los desafíos grandes que me puedan ofrecer que a otra cosa.

—En 2013, cuando se fue de Inter, dijo que no volvería más a jugar en Sudamérica, porque sufrió los últimos tiempos de su pasaje por Brasil. Con su llegada a Peñarol no implica perder más de lo que pueda ganar...

—Si lo miraba así no hubiera ido de Manchester United a Villarreal, ni de Villarreal a Atlético de Madrid. ¿Te acordás lo que era Atlético de Madrid cuando llegué? Ahora quieren ir todos, pero en ese momento el club se "comía" a todos los jugadores que llegaban con cierto nombre. Y eso cambió. No por mí, sino por un montón de futbolistas que variaron ese rumbo. Peñarol es especial por lo que significa jugar en el mismo club que mi padre, del que soy hincha, que está haciendo las cosas bien...

—... que inaugura su estadio. Eso también debe ser un llamador, ¿no?

—Sin dudas. Te mueve el piso. Pero no quiero crear tantas expectativas, porque no sé qué va a suceder. Antes decía que no, ahora va cambiando...

Ya es sábado en Japón. Forlán agradece, se despide y, antes de cortar la comunicación, le pregunta al periodista por Peñarol. "¿Cómo lo ves?". La charla deja de ser entre el periodista y la leyenda, y se transforma en un diálogo de futboleros.

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