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Qatar 2022: el infierno es… un paraíso

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Qatar apunta al Mundial 2022.

En Qatar sobra calor y tránsito, y faltan escuelas; pero, pese a lo mucho que se habló, los obreros que trabajan entre 48 y 60 horas semanales en las obras de infraestructura, viven con confort en un barrio privado, con gimnasio, piscina, internet y cobertura médica.

El Mundial de Qatar va a dar mucho que hablar desde ahora hasta 2022, no hay caso. Como viene ocurriendo, también desde hace buen tiempo a esta parte, primero por las condiciones laborales -y hasta de vida- de los obreros que trabajan en la construcción de los estadios y el resto de la infraestructura referida al campeonato, y después por el clima del país organizador y, más precisamente, de las altas temperaturas que hay en el verano del hemisferio boreal, que es la época durante la cual se disputan los mundiales cada cuatro años.

Respecto al primer tema, el gobierno de Qatar decidió en los últimos días abrir las puertas de los barrios obreros para “demostrar que no hay esclavitud ni malos tratos”, según señaló Kiran Bairagi, un ingeniero hindú de la constructora qatarí HBK, que es la que contrata los operarios para la estadounidense AECOM, es el encargado de que se cumplan las normas: “No hemos tenido ningún problema, más allá de alguna discusión por las máquinas del gimnasio, que son pocas para tantos”.

Un periodista del diario “Marca” de Madrid recorrió el lugar y, en ese sentido, refrendó que los obreros viven en una urbanización que efectivamente tiene un gimnasio; una piscina cubierta, una sala para internet y una mezquita para los musulmanes, que es la religión del país y también la de la mayoría de los obreros que trabajan en Qatar, quienes viven en módulos con cocina, comedor y baño. Son dieciocho trabajadores por vivienda, nueve por planta y tres por habitación.

En las obras de construcción del estadio de Al Wakrah, situado a 14 kilómetros de la capital de Doha, la capital de Qatar, trabajan unos 500 obreros, y respecto a los dormitorios de la viviendas, las mujeres tienen, incluso, una preferencia: “Nosotras somos dos por habitación, yo vivo con una chica serbia”, contó Mónica, una española de 18 años, estudiante de turismo, que trabaja en la piscina del hotel St. Regis muy cerca del lujoso barrio de “La Perla”, donde fondean yates de 50 metros, quien dijo que “yo también estoy bien aquí”, haciendo una salvedad: “Sólo me quejo de que en el trabajo no me dejan llevar pantalón corto y paso mucho calor; ¡y eso que soy de Marbella!”

Otra mujer, llamada Megan, es una abogada australiana, y madre de tres hijos, que realiza otro tipo de tareas: “Me ocupo de los recursos humanos, de las contrataciones y del seguimiento de los trabajadores. Estoy contenta, bien pagada y no he tenido problemas”.
El régimen laboral es de 48 horas semanales, extensibles a 60; las extra se pagan un 25% más que las del horario regular; y en los meses de más calor no se trabaja entre las 11:00 y las 15:00 horas. Asimismo, cada trabajador tiene derecho a un día libre por semana y a asistencia, médica y hospitalaria, gratuitas.

Cabe una precisión, de todas maneras; o dos: los obreros -procedentes de Sri Lanka, Pakistán, Bangladesh, Nepal, Filipinas, India y Kenia- viven sin sus familias y deben cumplir lo que firman, excepto por causas extremas.“En el país nos falta gente, personas para cumplir con los compromiso, y por les pagamos (a los obreros extranjeros) un buen sueldo porque necesitamos su ayuda; pero no pueden irse, dejar esto a medias y a Qatar en vergüenza”, le dijo a “Marca” uno de los 200.000 mil qataríes (menos del 10% de la población del país) que defiende el Khafala, vínculo laboral cuyo nombre significa “firme”.

La empresa contratista debe abrir cuentas a los trabajadores en planilla, pues el pago en efectivo es ilegal y sólo se admite la transferencia, con el objetivo de que el gobierno pueda comprobar el pago de los sueldos. Así, si una auditoría revela que los trabajadores no han cobrado, el Estado qatarí les abonará el sueldo y deducirá el importe de los pagos al contratista.

Además, las empresas contratistas están obligadas a instalar una línea telefónica para que los obreros presenten sus quejas en forma confidencial, sin correr riesgos de represalias, y en su propia lengua.
Igual, no es oro todo lo que reluce, según apunta “Marca”, porque el día a día de Qatar indica que frente a esta “explosión” laboral, sobra tránsito y faltan escuelas, ya que cada familia qatarí tiene entre tres y cinco autos, lo que depende del número de hijos, pues los niños y las niñas no pueden ir al mismo colegio, ante lo cual los padres y los coches “se multiplican” para llevarlos a las escuelas.

Además, en Doha todavía no hay metro y, como está en construcción, los embotellamientos pueden ser eternos.

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