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El más puro "Tola"

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Tola
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Historias

Julio César Antúnez se quedó viudo a los 30 años con una hijita de seis; fue muy duro y muchas veces pensó que Dios estaba en deuda con él

 En el entretiempo del partido que Rampla Juniors le ganó a Peñarol hace cuatro fechas, el “Tola” fue duro con sus futbolistas. Les dijo que si no iban perdiendo 4 a 0 era porque él hablaba con el de arriba, que tenía una deuda muy grande con él. Pocos saben que se refería a la muerte de su esposa Gisel, que sucedió cuando él tenía sólo 30 años y ambos eran padres de Daniela, una niña de seis años.

“Fue un aneurisma. Volvíamos del Parque Rodó, de llevar a la nena, y le empezó a doler mucho la cabeza. Era un derrame, la operaron pero no soportó el posoperatorio. Con Gisel estábamos juntos desde niños. Cuando nos pusimos de novios yo tenía 14 años y ella 12. ¡Y fui a hablar con el padre! Nos casamos con 18”, contó Antúnez. “Fue el amor de mi vida y su muerte fue lo peor que me pasó. Dios me jugó muy duro cuando yo todavía era un mocoso. Muchas veces pensé que estaba en deuda conmigo, pero hoy viendo como está mi hija y teniendo en cuenta todas las posibilidades que me dio para salir adelante, creo que le debo el vuelto. Porque yo podía haber terminado tirado en una cuneta, pero jamás bajé los brazos porque tenía por quién luchar”.

Cuando se quedó viudo vivían con la suegra. Se quedó con ella, pero además se trajo a sus padres para respaldar a la mujer que había perdido a su única hija y a la niña. Luego, con los años volvió a casarse y tuvo otra hija: Agustina. “Lo más lindo es que las dos se llevan espectacular. Hoy están casadas, pero con la plata que me sacan voy a tener que trabajar hasta los 90, je. Son mi gran orgullo”.

Es muy familiero y no tiene inconveniente en juntar a Andrea, la madre de su segunda hija, con su actual pareja, Leticia, con quien encontró la receta perfecta: cada uno en su casa. Él en la suya, donde tiene una tabla atrás de la puerta para plancharse las camisas y donde vive con Estela (su madre) y su hermana Blanca. “Mi vieja y mi hermana son dos mojones en mi vida. Muchos creen que el puntal de la familia soy yo, pero es mi hermana. Es como una madre para mis hijas. Blanca y mi madre son el sostén de la familia. Mi madre es la fogonera de todo esto y la que logra que los domingos haya una mesa de seis u ocho personas”.

Pilares
Pilares. Con su hermana y su madre, que junto a sus dos hijas, son su vida. Foto: Francisco Flores. 

FÚTBOL. Acaba de salvar a Rampla Juniors del descenso, algo en lo que a esta altura es un especialista. Hoy cierra el Clausura con el clásico de la Villa, un partido que espera ganar, pero sobre todo le gustaría que los dos cuadros le dieran un ejemplo de buena convivencia a la sociedad.

Ha demostrado con creces ser un buen técnico, pues generalmente se tiene que arreglar con lo que encuentra en los clubes a los que llega para apagar incendios. Desde que dejó de jugar en Liverpool para dirigirlo allá por 1987 y lo subió, nunca le faltó trabajo. Sabe que lee muy bien el fútbol, pero asegura que su mayor mérito es la comunión con los futbolistas. Pero el “Tola” es, sobre toda las cosas, un personaje.

Nació y se crió en el Cerrito de la Victoria y sería feliz si volviera a vivir allí. Su padre era empleado público. Iba al colegio Misericordista, donde limpiaba su madre, y allí comenzó su romance con el fútbol. “Jugábamos en los torneos de ADIC y el técnico del equipo era enfermo hincha de Racing. Me llevó al club con otros dos compañeros”. Llegó a Sayago para jugar en Sexta con 13 años. A los 15 se fue a River Plate. Ya lo había ido a buscar el “Pato” Galvalisi para llevarlo a Nacional, pero no fue. “Me parecía que en los equipos grandes costaba más llegar”.

En River lo ficharon enseguida y a los pocos días jugó su primer partido en Quinta División. “Ahí arranqué. Debuté en Primera División con el mejor, con el más grande, con mi ídolo, el profesor Luis Grimaldi. Un maestro. Hasta el día de hoy aplico cosas que él me enseñó y que no caducan nunca. Hoy está en Ecuador”, contó.

“Me hizo debutar con 17 años. Ya lo había hecho con otros dos juveniles y no le había ido bien. Cuando me fue a hacer debutar a mí, el presidente Castro Quintela no quería. Pero él insistió y le dijo que yo tenía otra madera y que si fracasaba él renunciaba. El día del partido me trajo una carta, me dijo que era su renuncia y que si yo no rendía, se iba. Fue contra Liverpool en Belvedere. Tuve que marcar a Denis Milar que se iba para el Granada de España. Me fue muy bien, le pegué hasta de gusto y ganamos 1 a 0”.

Dos años después, se convirtió en capitán darsenero. Y se comenzó a escuchar la frase “sale el Tola, sale River”. “En la dictadura, Grimaldi estuvo preso con el profesor José Ricardo De León y tenían escuelas parecidas. Hacíamos trabajos en canchas de básquetbol donde nos ataban a todos para aprender los movimientos. Era otra época y otro fútbol. Hacíamos achique y yo era muy charlatán y hablaba los 90 minutos. Cuando decía ‘sale el Tola’, no salíamos. El fondo se quedaba, pero cuando decía ‘sale el Tola sale River’ era achique de todo terreno. Es impresionante todo lo que me enseñó Grimaldi”, dijo sobre el técnico con quien en el año 80 se fue a jugar a Ecuador, a Liga de Quito, y clasificaron y jugaron la Copa Libertadores.

“Como jugador era fuerte, de muy buen juego aéreo. Era veloz y marcaba, pero más que nada era un técnico adentro de la cancha. Luis Grimaldi me enseñó a ver el fútbol. Él, Ondino Viera, Roque Máspoli y el jorobado Faccio, un mañoso del fútbol. A todos los tuve en River. Máspoli me citó para el Mundialito del 80, pero como me salió el pase a Chile, renuncié a la selección”.

AMISTAD. Jugaba en Chile cuando lo llamó Fidel Ruso, que lo conocía de las selecciones juveniles y Mateo Coll, para que se viniera a Liverpool, que hacía seis años que estaba en la B y no lograba subir. Se vino, sobre todo porque su esposa quería quedarse en Uruguay. Jugó cinco partidos y se desgarró. “Habían hecho un equipo para ascender, pero no andaba bien. Estábamos octavos entre 10. Renunció el ‘Tito’ Goncalvez, que era el técnico y el ‘Cacho’ Coll, un amigo de la vida, me pidió que agarrara el equipo. Que les diera una mano ya que estaba lesionado. Yo le dije que era muy bravo dirigir a mis propios compañeros, más que yo tengo mi carácter. Pero me convenció. Perdí el primer partido y luego ganamos 14 seguidos. Arrasamos, ganamos la Liguilla y subimos. Yo siempre había sabido que iba a ser técnico, porque ya me sentía técnico dentro de la cancha y ahí lo comprobé. Pero tenía 29 años y quería seguir jugando. En Chile, donde había hecho mi carrera, jugaba a las risas. Me quise ir, pero Fidel Ruso me explicó que si me iba después de haber subido al equipo, lo iban a matar. ‘Cacho’ Coll me convenció otra vez, más que nada por amistad”, relató.

Nunca tuvo representante; ni como jugador ni como técnico. Quizás en parte por eso nunca tuvo la chance de dirigir un grande. Aunque una vez estuvo cerca. Se reunió con dirigentes de Nacional antes de la segunda llegada de Daniel Carreño. Él estaba en Central Español. “No llegamos a hablar de dinero. Me preguntaron qué haría si fuera el técnico y pedí dos jugadores: al ‘Chapa’ Blanco y a Julio Mozzo. Me dijeron que en Nacional había varios caciques y jugadores representativos. Les contesté que en mi equipo el cacique era siempre yo. Y que el equipo lo armaba yo. No es que yo sea difícil para transar, pero el que pone la cara todos los domingos soy yo. Creo que no se dio por mi manera de ser”, finalizó quien de no haberse dedicado al fútbol hubiera sido dibujante publicitario, para lo que estudió en la UTU.
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carencia

"Con los años aprendí que a los jugadores les falta cariño"

“Hablo con los jugadores con el lenguaje del barrio, que es el que entienden más rápido. Me lo enseñó Grimaldi, que no me decía ‘Tolita marcame epitelio con epitelio’. Me decía ‘arrancále los huevos’. Términos de fútbol, que aplicás en el vestuario y el jugador entiende. Les hablo individualmente, con los años aprendí que cada vez hay más carencias de cariño y de familia. Al jugador si no le gano la cabeza le gano el corazón. Para mí es lo más importante. Tengo un grupo de trabajo muy bueno y yo controlo, camino por la cancha, hablo con uno y con otro”.

Núñez

"A Carlitos le gané el corazón"

Antúnez fue el que más hizo rendir a Carlos Núñez, cuando lo dirigió en Liverpool. Es más, fue al único que le avisó cuando nació su hija. “Jugamos el fin de semana y le dije a los jugadores que me iba a hacer una escapada a Buenos Aires. Todos tenían mi celular. Una noche me llamó Carlitos y yo, conociéndolo, le pregunté qué había hecho. ‘Nació la cata’, me dijo. ‘Y lo llamo a usted porque es el único que me da para adelante’. A Carlitos le gané el corazón”, contó.

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