Muchas veces se le preguntó a Gustavo Munúa si para el debut en la Copa Libertadores iba a cambia su estrategia por tener a Rosario Central, uno de los mejores equipos del fútbol argentino, del otro lado. Y el entrenador tricolor fue fiel a su estilo, aunque estudió mucho a su rival, apretó las clavijas y lo minimizó.
El planteo de Nacional fue el de un equipo solidario que se paró muy bien en defensa, que tuvo un mediocampo compacto y dos delanteros que se replegaron para ayudar en la marca y, sobre todo, a salir rápido de contragolpe.
Fue el partido casi perfecto para un conjunto que no precisó acumular volantes de marca para ser ordenado en la mitad de la cancha. Leandro Barcia y Kevin Ramírez entendieron a la perfección lo que pretendía Munúa y si bien no se lucieron en ofensiva, dieron una gran mano en la zona que les tocó jugar. No se lanzaron tanto al ataque, pero cumplieron su rol por y para el equipo. Ayudaron a Santiago Romero y Gonzalo Porras para conformar dos líneas de cuatro muy ordenadas que obligó a Rosario Central a buscar otros caminos para atacar. Nacional no le hizo las cosas fáciles a Rosario Central y, como por si eso fuera poco, tuvo pasajes en los que pasó por arriba a su rival en base a la velocidad de Sebastián Fernández y Nicolás López.
El tricolor rozó la perfección y demostró cómo se le puede jugar a un equipo que tiene demasiada ambición ofensiva. Anoche lo logró y estuvo a punto de llevarse un triunfo de Rosario.
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