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Peñarol se despertó y le mandó un mensaje fuerte a todos: "¡acá estoy yo!"

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Abrazo ganador en Peñarol
MARCELO BONJOUR

TORNEO CLAUSURA

Primer objetivo conseguido: quedó a tiro de la Copa Libertadores; ahora quiere seguir de largo para poder pelear por el Torneo Clausura.

Ganar así, con actitud y juego, empuja para adelante. La victoria ante Montevideo City Torque es una de esas que ayuda a levantar vuelo. Es un triunfo que entierra dolores físicos, que deja atrás malos recuerdos. Peñarol apareció en el momento preciso. Y con ello pasa de la sombra a la luz.

Tenía que ganar para superar en las tablas al rival más peligroso en la búsqueda de una clasificación a la Copa Libertadores, y lo hizo.

Gracias a ello ahora quedó absolutamente mejor perfilado que su adversario, porque lo ayuda el calendario. No tiene por delante ninguno de los rivales que se encuentran en la gran lucha por el Clausura ni por la posición copera, mientras que a los “Ciudadanos” les queda nada menos que el mano a mano con Liverpool.

Primer paso, en este remate de campeonato que lo obliga a ser infalible, ¡cumplido!

Y lo mejor de todo es que este gran giro, convertido quizás en el golpe más importante que se dio en la fecha 12 del Torneo Clausura, lo pudo dar pasándole por arriba a sus propios defectos, a un nuevo mal primer tiempo.

Peñarol levantó el resultado, cambió el trámite, obligó al equipo de Pablo Marini a cargarse de infracciones. A caer en un mar de equivocaciones, de pases mal entregados y hasta perder la sorpresa que suele fabricar con la precisión en velocidad y los cambios de posiciones de sus futbolistas.

Si eso aconteció, si en la segunda mitad se disputó otro partido, fue porque el Carbonero terminó jugando mejor que el equipo que se identifica con el fútbol bien jugado. Lo desinfló. Lo anuló.

Fueron 45 minutos cargados de buenas noticias. Con una modificación oportuna -hasta pudo entrar antes- que tuvo gran influencia en el juego, con una decisión colectiva de rebelarse y ponerle fin a la pérdida de los duelos individuales, de llegar más tarde que los rivales a la pelota, de ocupar mejor la cancha para presionar y no dar tregua.

Fueron 45 minutos para mandar un mensaje fuerte a todos. Como si les avisaras con orgullo: “Acá estoy yo”.

En realidad hasta fueron menos de 45 minutos, porque todo comenzó a partir de la aparición en el campo de Ariel Nahuelpán. Allí se terminó con las facilidades para sacar del camino a los atacantes aurinegros y, además, llegaron los lugares libres para Agustín Álvarez Martínez y Facundo Torres. Entonces, la reacción se veía venir. Se anunciaba en cada pique. En cada pelota dividida. En cada trancazo. Y hasta en el trabajo que se hizo cuidando mejor la pelota.

rincón aurinegro

Para la hora de la verdad

Los goles de Agustín Álvarez Martínez
Con sus cinco goles en el Torneo Clausura, el “Canario” le permitió a Peñarol ganar ocho puntos. Hizo el segundo ante Boston River (2-1), anotó ante Deportivo Maldonado (1-1) y frente a Cerro Largo (1-1) y convirtió el gol del triunfo frente a Montevideo City Torque (2-1).

El trabajo de Joaquín Piqueres
El lateral izquierdo fue decisivo en la segunda mitad. Además de darle profundidad al juego ofensivo entregó bien la pelota y fue figura porque participó en la gestación de los dos goles. Jugando del medio hacia arriba tiene un juego que beneficia a sus compañeros.

El regreso de Giovanni González
Cumplida la sanción por acumulación de tarjetas amarillas, es fácil concluir que Giovanni González irá a ocupar el carril derecho del mediocampo. Peñarol ganará en una utilización más adecuada de la banda y también tendrá mejores habilitaciones para los delanteros.

La campaña final en el Apertura
Con viento en la camiseta Peñarol afrontará el remate del Torneo Clausura. En estas tres finales no parece, al menos en los papeles, que le sea suficiente lo que hizo en el Apertura, cuando sumó 7 puntos porque venció a Plaza Colonia y a Progreso, pero empató con Fénix.

Gracias a ello Joaquín Piqueres se soltó mucho más y David Terans dejó de ser un caminante abandonado a una soledad desesperante y casi con participación nula en el juego por el lugar que le habían entregado para ocupar.

Entonces, el aluvión típico de tiempos pasados, como si el empuje fervoroso que solían entregar los hinchas desde la Ámsterdam hubiese caído de golpe en el Centenario, es lo que fomenta la esperanza de que no hay nada perdido. Que entrar en la definición del Campeonato Uruguayo aún es posible.

Mucho más cuando entre otras cosas por primera vez se logran dos victorias consecutivas en el Clausura, se gana de atrás, se pudo llevar puesto al adversario, y se lo obligó a sufrir el partido. Curioso o no, esta vez no fue Peñarol el que terminó con el corazón en la boca. Y, tampoco es menor, que el técnico Mauricio Larriera realizó la mejor lectura del juego y metió un buen cambio. Una de esas variantes que terminan teniendo un enorme peso el trámite y en el resultado del choque.

Es cierto que esta superación y hasta un recorrido perfecto de aquí al final quizás no sea suficiente. La matemática pura y dura deja en claro que Peñarol no depende de sí mismo, necesita incluso que más de un equipo le ofrezca una colaboración generosa quitándole puntos a Liverpool, pero primero se empieza por casa.

Y ahí, teniendo ahora la fortaleza de una racha positiva, porque ya van diez partidos sin conocer la derrota, habiendo alcanzado la línea de Nacional en el Clausuray con un fixture mucho más accesible que ese que deben afrontar sus adversarios directos, quizás a Peñarol le aparezcan las flores de su eterna primavera ahora mismo, sin necesidad de que espere por el mes de septiembre.

Para llegar a este punto fue necesario que se levantara cabeza en la noche que más se lo precisaba. Ahí en el Centenario, atronó su grito de lucha. Quedó claro, volvió Peñarol.

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