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La pasiones de Guillermo: fútbol y campo

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Foto: Marcelo Bonjour
Marcelo Bonjour

El zaguero regresó de México y entrena en Atlántida, donde recibió a Ovación, esperando una propuesta para volver a las canchas.

Dice que tiene todas las personalidades en una, según como se levante. Sin embargo es bastante huraño y no le gusta mucho hablar. Quizás por eso, cada vez que vuelve a Uruguay se instala a unos 5 kilómetros de Atlántida. A unas cuadras de la ruta 11. Allí, rodeado de campo y animales, preparando un buen estofado, un costillar de cordero a las brasas o la masa para una pizza, se siente feliz. “Me gusta estar tranquilo y estar solo. En el día prefiero estar solo, estoy acostumbrado. Uno se acostumbra a estar solo. Me gusta tener mi espacio y mi tiempo. Pero también disfruto de los amigos y la familia. Cuando estoy acá estoy siempre rodeado de gente”, contó Guillermo Rodríguez sentado frente a la estufa a leña.

Su pasaje por Jaguares de Chiapas no fue bueno. Se lesionó el tendón de Aquiles en el partido en que debutaba y estuvo todo el semestre parado. Ahora, ya recuperado, entrena en el campo. Sabe que moverse solo es muy distinto a hacerlo con un grupo. Pero no ha llamado a nadie. “No me gusta complicar a nadie, ni molestar”. Corre, deja kilómetros atrás en bicicleta y hace pesas mientras espera que suene el celular y su representante le cuente sobre una nueva propuesta laboral.

“Estoy de vuelta, disfrutando de todo un poco y esperando. Por ahora no hay nada concreto. Siempre hay que esperar hasta el último momento”, contó. “Con mi representante nos manejamos siempre de la misma forma hace años. Cuando hablamos es cuando hay algo concreto. Nada de si puede salir esto o lo otro, porque si no te enloquecés un poco y a mí me gusta estar tranquilo. Me avisan cuando hay algo que ya está prácticamente hecho”, explicó. “Yo lo que quiero es jugar. Me siento bien y ganas me sobran, pero a veces no depende sólo de uno. Hay que tener un poco de suerte también”.

No está ni ahí con la tecnología. Le cuesta entenderse con el celular y lo agarra poco. Ni siquiera para ver a sus hijos en una video llamada cuando está en el exterior. “No sé ni activar el celular, me dice configurar y no sé cómo hacerlo. No le doy pelota, no me interesa. En eso soy de terror”, admitió. Aunque eso no significa que no viva para sus tres hijos. Es más, ahora se han reencontrado y los está disfrutando mucho. “Cuando uno está lejos de los hijos es bravísimo, para uno y también para los niños. Uno se pierde muchas de sus actividades diarias. Pero son cosas que se dan en la vida. Por suerte no tengo ningún problema para verlos. Los veo cuando quiero y estoy con ellos cualquier día”, contó sobre Milagros de 15 años, quien nació cuando él era muy joven y Joaquín y Juan, de 9 y 5 años respectivamente.

Hoy está solo pero asegura que no es complicado. “Entre mis actividades del día, los entrenamientos y estar con los nenes no tengo mucho tiempo para una relación. Tampoco tengo apuro. Y no soy complicado. Amor y paz. Soy todo amor, je”.

Lo mejor.
Jugó en México, Argentina, Francia e Italia. En Uruguay sólo defendió las camisetas de Danubio, donde se crió, y Peñarol. Vistió nueve camisetas, la única que repitió fue la aurinegra. A la hora de repasar y elegir cuál fue su mejor momento, se queda con dos: la Copa América de 2004 con Uruguay, año en el que debutó en la selección mayor y la Libertadores de 2011 con Peñarol.

“En la Copa América se dieron muchas cosas, buenas y de las otras. Y en las malas se valora más lo que hizo el plantel. Había muchos problemas. Ahora la selección está bien, pero antes había muchos inconvenientes que solucionaba el plantel. Yo era muy chico y aprendí mucho de los más grandes. Yo los miraba a todos, escuchaba y aprendía. Estaba Darío (Rodríguez), Marcelo (Zalayeta), Paolo (Montero), el ‘Chino’ (Recoba), pero tendría que nombrarlos a todos. A mí me aceptaron como uno más, de la mejor manera, y era un chiquilín. El grupo era muy unido y tiraban todos para el mismo lado”, contó sobre aquella selección dirigida por Fossati.

“Uno en ese momento en que está ahí, se da cuenta que está aprendiendo muchas cosas. Capaz que lo valorás después, te das cuenta lo que hicieron por vos más adelante”.

Hoy el zaguero trata de hacer lo mismo con los jóvenes. Y espera que también lo valoren. “Yo creo que si vos respetás a una persona, te va a respetar. Lo que pasa es que ahora están todos medio nerviosos. La gente está acelerada con el tema de los celulares y todas esas cosas. Pero en los grupos en que he estado hasta ahora, todavía está eso de juntarse a compartir un momento con los compañeros. Tomar un mate y dejar los teléfonos de lado”.

El otro momento que valora de su carrera fue el vicecampeonato de la Libertadores de 2011 con Peñarol. “Más que por lo que conseguimos, por el grupo que tenía todo eso que hablábamos recién. Compartíamos mucho. Eso me quedó grabado y sé que a la mayoría de los compañeros también. Para mí los grupos siempre son clave. Cuando te llevás bien con todos y sabés a lo que querés llegar se pueden lograr cosas. Cuando el grupo está fuerte no se precisa ni hablar, te mirás con el compañero y sabés lo que piensa”.

Los hinchas de Peñarol le tienen mucho cariño y le valoran aquella falta a Sebastián Fernández, que se iba derecho al gol en el clásico del Clausura 2015-2016, que luego terminó empatado 2 a 2 con el agónico gol de Marcel Novick, cuando Guillermo ya no estaba en la cancha. “Para mí fue una falta normal, siempre la tomé así, en aquel momento y ahora. Tenía sólo dos segundos para pensar y era lo único que podía hacer. Si lo dejaba definir a ‘Papelito’ en el mano a mano era muy difícil que Gastón (Guruceaga) se la pudiera tapar porque define muy bien. Me dio para pensar eso y lo hice. Hoy haría lo mismo, más en un clásico, que por eso repercutió tanto. Tuvimos la suerte de empatar y ese punto nos sirvió”, reconoció. “Sin esa falta mía, el gol de Marcel no hubiera servido y lo mismo al revés. Si yo hacía la falta y perdíamos no estaríamos hablando de esto”.

Aquel clásico disputado en mayo de 2016 permitió que el equipo dirigido por Jorge Da Silva siguiera primero en la lucha por un Campeonato Uruguayo que luego terminó ganando. Sin embargo, y a pesar del valor de esa jugada a Guillermo Rodríguez no se le renovó el contrato.

“No me pareció injusto. Lo tomo con tranquilidad. Tuve la suerte de irme campeón y punto. Claro que me hubiese gustado seguir, pero no se dio. Esto es fútbol y es clarísimo. Si te llaman estás y si no te llaman, no. Hoy estamos mañana no, es como en cualquier trabajo. Soy frío y lo tengo claro”.

Futuro. A los 33 años el defensa tiene aún mucho para dar. Y no se inquieta por saber qué va a hacer en el futuro. “Lo pienso porque sé que me quedan pocos años de fútbol, pero no sé lo que haré el día de mañana. Primero preocuparme de que la familia esté bien y después dedicarme a lo que más me gusta que es el campo y los animales. Eso me apasiona mucho”.

Muchos futbolistas hacen el curso de entrenador antes de colgar los zapatos. No es el caso de Guillermo. “Todavía no lo he hecho, por más que lo he pensado. Capaz que en el día de mañana me puede servir. Pero hoy no lo sé. No sé si seguiría vinculado al fútbol, pero uno nunca sabe las vueltas de la vida. Capaz que un día me llama un amigo y me invita a trabajar con él y si me gusta la idea, voy. Pero hoy no lo sé”, insistió, quien sueña con tener algún día su propia estancia cerca de Minas.

Trae su pasión por el campo desde niño. Su familia vivía en las afueras de Montevideo, por donde hoy está el estadio Campeón del Siglo. “Antes esa zona no estaba tan poblada como ahora. Y me gustaba mucho andar con mis caballos, mis perros, mis gallinas. Siempre me gustó mucho tener animales y sigo así hasta el día de hoy”.

Se siente muy bien entre animales, pero eso no significa que no crea en el ser humano. “Pienso que todo el mundo es buena gente. Mi filosofía es que si vos te portás bien con una persona, se va a portar bien contigo. Y que si la respetás, te va a respetar”, señaló.

“Obvio, que alguna vez no recibí lo mismo que di, pero todo el mundo tiene problemas. Capaz que te llevas bien con alguien y un día la hablas y te contesta mal. Le puede pasar a cualquiera, y a mí también. A veces uno se levanta nublado y no quiere hablar con nadie. Pero son momentos. A la larga, si vos sos buena gente van a ser buena gente contigo”, aseguró convencido.

Para ir al campo extraña a su amigo Luis Aguiar, hoy en el Alianza Lima de Perú. Juntos se internaba en el monte a pescar y cazar cuando estaban los dos en Peñarol. Así aprovechaban sus días de descanso. “Cuando estamos juntos y tenemos tiempo, es lo primero que hacemos. Nos gusta pescar y salir de cacería. Nos gusta la cacería de chanchos. Tenemos muchas amistades por el lado de Young y tenemos permiso para entrar a una estancia que tiene un rancho contra el río”.

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Foto: Marcelo Bonjour

ENTREVISTASILVIA PÉREZ

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