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El partido distinto de Tabárez

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Atento. Así, desde un palco con capacidad para unas 100 personas y sin inconvenientes, vivió el encuentro el DT celeste. Foto: @saviajorge

Ovación vivió el encuentro en el palco junto al técnico de la selección celeste.

Cuando iban dos minutos de los descuentos, se sacó los lentes de armazón marrón, los puso cuidadosamente en su estuche, luego los guardó en el bolsillo derecho de su campera y, antes de que Loustau terminara el partido, giró hacia su izquierda y se confundió en un abrazo con Mario Rebollo.

El saludo fue breve y no muy efusivo. Visto desde unos tres metros de distancia podría decirse que fue testimonial, porque Uruguay había logrado en La Paz algo que jamás había conseguido antes; pero no por ello es para creer que Óscar Tabárez vivió el partido —y menos aun el triunfo— con cierta frialdad, porque hasta hubo momentos en los que se le vio más nervioso que al costado del campo.

El maestro habló mucho con Rebollo durante todo el partido, en lo que dos filas más atrás de la que ambos se encontraban pareció ser un intercambio de opiniones, consideraciones y comentarios acerca de lo que estaba pasando, y en uno de esos episodios se vio que el entrenador gesticulaba y movía una de sus manos, aunque a esa altura Uruguay ya iba ganando 2 a 0.

De la misma forma, notoriamente contrariado, se acomodó en el asiento, echó el cuerpo hacia adelante y golpeó enérgicamente el bastón contra el piso, al tiempo que buscó la mirada de Rebollo para decirle lo que pensaba, en una jugada donde los celestes perdieron la pelota al salir de contraataque, pese a que Bolivia estaba con 10 jugadores y ya se había entrado en los minutos finales.

Eso sí, desde que llegó al amplio palco de enormes ventanales y con capacidad para más de cien personas —que obviamente en su mayoría eran bolivianos—, Tabárez se paró una sola vez en toda la tarde: al terminar el primer tiempo, cuando le pidió a las autoridades bolivianas (ver aparte) para ir a saludar a Evo Morales.

Incluso en los dos goles celestes, contrastó con el griterío de los dirigentes uruguayos, "Maxi" Pereira y el "Cacha" Arévalo Ríos (que se sentaron separados en la fila de adelante, contra los ventanales) y la actitud del propio Rebollo, que al menos se paró a su lado: Tabaréz no, se quedó en su butaca, con los ojos fijos en la cancha, como si prefiriera disfrutar lo que estaba observando.

Más allá de los nervios, y de que estuvo en un palco compartido por gente local que —bueno es decirlo— nunca gritó nada como para aludirlo aunque todos sabían de quién se trataba, el técnico de Uruguay vivió una tarde atípica, pero no agitada. En ese sentido, la única tensión breve por la que atravesó se produjo cuando llegó al palco procedente del subsuelo del estadio: dos policías le decían e insistían ante su negativa que debía sentarse en otra butaca y cuando preguntó por qué tenía que correrse y le respondieron que esos lugares eran para los jugadores expulsados, Tabárez les dijo en tono severo y casi renegado: "Bueno… entonces, yo me quedo y cuando vienen los expulsados me corro y se sientan ellos".

Antes del partido Roberto Pastoriza e Ignacio Alonso le ofrecieron traerle café o té de coca y no quiso y ya al final yacía bajo su asiento una botella descartable de agua. Fue ahí cuando guardó los lentes, se abrazó con Rebollo y, ya camino a los vestuarios, caminando, volvió a hacer otro tanto con Roberto Pastoriza, "Maxi" Pereira y el "Cacha" Arévalo Ríos. El maestro había asistido a una clase de historia que dieron sus pupilos y bajó por el mismo ascensor en el que, cuando iba a entrar temprano, para ir desde el subsuelo al palco del quinto piso del estadio, se dio cuenta que adentro iban dos periodistas uruguayos y reculó, sin entrar, dejándolo que se fuera, igual que si hubiera visto al diablo.

La visita al palco en el que estaba Evo Morales.

Al terminar el primer tiempo, Tabárez habló con los custodias que velaban por su seguridad, éstos hicieron consultas con sus superiores y enseguida se vio al maestro ir con uno de los efectivos policiales por un corredor que pasaba por detrás de los palcos, a uno que estaba ubicado a su derecha. Ese otro palco era nada más ni nada menos que el presidencial, donde estaba Evo Morales. El entrenador quiso ir a saludarlo y ni siquiera tuvo que hacer "lobby" en la puerta del recinto: apenas llegó hasta ella, lo hicieron pasar. Tabárez habló con el mandatario boliviano durante unos minutos y antes de la mitad del entretiempo volvió a su lugar.

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Atento. Así, desde un palco con capacidad para unas 100 personas y sin inconvenientes, vivió el encuentro el DT celeste. Foto: @saviajorge

EliminatoriasJORGE SAVIA - ENVIADO

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