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Paolo Rossi: el goleador que pasó del cielo al infierno y de nuevo al cielo

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Paolo Rossi
MARCO BERTORELLO

FUERA DE SERIE

Era el ídolo de Italia cuando lo suspendieron por el arreglo de un partido, pero volvió justo a tiempo para ser campeón mundial

Paolo Rossi, el goleador italiano fallecido la semana pasada, quedó en la historia como el gran artífice del título mundial de Italia en 1982. Pero aquellos episodios fueron solo una parte de un itinerario increíble: su vida, más que su carrera deportiva, pasó del cielo al infierno y después nuevamente al cielo, durante cuatro años intensos, discutidos, increíbles.

Entre 1978 y 1982 fue el goleador joven que saltó directo al seleccionado en una Copa del Mundo y alcanzó la consagración. Cuando era el ídolo de toda Italia fue duramente sancionado por su supuesta participación en un escándalo de apuestas y partidos arreglados. Regresó apenas a tiempo para disputar su segundo mundial, donde se destapó hasta ser absolutamente decisivo. La fama y la gloria le duraron, pero nunca más alcanzó cumbres como las de España 82.

Muy joven, Rossi fue contratado por Juventus. Sin lugar en el primer equipo, lo cedieron al Como. Allí tampoco le fue bien y lo prestaron al Lanerossi Vicenza, un club muy chico. Pese a que muchos lo veían demasiado flaquito como para jugar en un fútbol con marcas tan duras como el italiano en la década de 1970, Paolo empezó a convertir goles, muchos goles. Era un delantero rápido, oportunista, con buena técnica para llevar la pelota o para rematar.

En 1977, cuando terminaba el préstamo, Vicenza y Juventus tuvieron que definir quién se quedaba con el delantero. Lo resolvieron poniendo sus ofertas en sobres cerrados. La Juve propuso el equivalente en liras a un millón de dólares, Vicenza nada menos que cinco millones: al parecer, creyeron que los bianconeri iban a ofertar cuatro millones... Paaron de más, pero se quedaron con la joven promesa.

Cuando llegó el Mundial 78, la selección italiana atravesaba problemas, sobre todo en la ofensiva. Para colmo, les tocaba el grupo más complicado, contra Argentina, Francia y Hungría. Muchos pedían una oportunidad para Paolo. En la víspera del debut ante los franceses, el técnico Enzo Bearzot decidió aceptar ese clamor y lo puso como titular.

Los hechos le dieron la razón. Rossi resultó la gran revelación de aquel Mundial y contribuyó en importante medida con el cuarto puesto de los azzurri.

Pablito, como lo comenzaron a llamar en castellano por su consagración en Argentina, se convirtió en ídolo de toda Italia. Sin embargo, la nueva temporada 1978-1979 no resultó igual y Vicenza se fue al descenso. En ese momento apareció Perugia para contratarlo.

Mientras tanto, el calcio estaba gestando una enorme tormenta. Un frutero de Roma, Massimo Cruciani, junto al dueño de un restaurante de esa ciudad, Álvaro Trinca, habían armado un esquema de apuestas clandestinas sobre partidos de fútbol. Para asegurar sus ganancias establecieron contactos con futbolistas y arreglaban partidos. Alguno de ellos le falló, perdieron dinero y entonces Cruciani reveló públicamente la trama. El llamado Totonero fue una noticia bomba, sobre todo cuando la policía comenzó a arrestar jugadores, muchos de ellos muy conocidos, con operativos en los propios estadios.

Para sorpresa general, uno de los acusados fue Rossi, como uno de los partícipes del arreglado empate entre Avellino y Perugia el 30 de diciembre de 1979. Fue 2-2 y los dos goles de su equipo los hizo Paolo.

Según se dijo después ante la justicia deportiva, el plantel de Perugia estaba concentrado, esperando el encuentro con Avellino, cuando uno de sus jugadores, Della Martira, llegó acompañado por Cruciani y otros dos tipos. “Paolo, vení que te presento a una persona”, le dijo.

A partir de allí difirieron los testimonios. Según Cruciani, le indicó a los futbolistas que el partido debía terminar empatado. Y que Rossi aceptó, siempre y cuando pudiera convertir dos goles. Cruciani afirmó haber pagado por ese empate 8 millones de liras, unos pocos miles de dólares entonces. Paolo, en cambio, declaró que el encuentro con Cruciani duró solo unos segundos y se marchó, luego de recriminarle a Della Martira por haberle “presentado tontos”.

Las sentencias fueron muy duras. Milan y Lazio fueron descendidos a la Serie B. Otros clubes, como Perugia y Avellino, sufrieron descuentos de puntos. Algunos dirigentes fueron suspendidos de por vida. A Enrico Albertosi, arquero del Milan y titular italiano en el Mundial de 1970, le dieron cinco años de suspensión. Y a Rossi le cayeron con tres años.

Pocas semanas después se disputó la Eurocopa en Italia. Sin Rossi, el torneo fue un fracaso de público y la selección italiana un fracaso deportivo.

Al final, los tres años de sanción fueron rebajados a dos. Durante ese período, Juventus decidió adquirir su pase, incluso sabiendo que debería esperar para poder alinearlo.

En abril de 1982 se cumplió la pena y Rossi tuvo tiempo para jugar los dos últimos encuentros de la Serie A, que le dieron el título a la Juve en final de bandera verde ante Fiorentina.

Enseguida llegó el Mundial 82. Pese a la larga inactividad, Bearzot no solo lo convocó, sino que lo puso como titular.

Italia avanzó a duras penas en el torneo. Se clasificó en su serie con tres empates, algo insólito. Luego venció a Argentina, jugando de contragolpe y también por la despiadada marca de Claudio Gentile sobre Diego Maradona. Y todo eso sin noticias de Rossi, que prácticamente no tocó la pelota en cuatro partidos.

El siguiente compromiso era con Brasil, que venía arrasando y le alcanzaba empatar con los azzurri para alcanzar la semifinal. Sin embargo, en uno de los mejores partidos de la historia de los mundiales, una espectacular tarde de sol en el hoy desaparecido estadio Sarriá de Barcelona, Italia ganó 3 a 2 con tres goles de Rossi.

Después, convirtió los dos a Polonia en la semifinal (2 a 0). Y el primer gol en el triunfo sobre Alemania en la final (3 a 1). Paolo fue el goleador y la figura del Mundial. En medio de la euforia por el título fue dispuesta una amnistía para todos los implicados en el Totonero que seguían suspendidos.

Luego de España, Juventus se convirtió en el Dream Team del fútbol, aunque el término no había sido inventado todavía. Era la base del seleccionado italiano, empezando por Rossi, más dos extranjeros de primer nivel, el francés Platini y el polaco Boniek.

Entre tantas estrellas, sin embargo, Paolo pasó a ser uno más. Y su estrella se fue apagando. En 1985 se fue a Milan, donde no se destacó. Fue citado para el Mundial 86 y no salió del banco de suplentes. Pasó luego al Verona, pero problemas en las rodillas lo llevaron a retirarse con apenas 31 años.

Después tuvo negocios, fue comentarista de televisión y cumplió un breve pasaje por la política. Nunca volvió a ser el de Sarriá. Claro que nadie lo olvidó en Italia y su grito de aquella tarde fue el emblema cuando su país le tributó la emocionada despedida.

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