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La pandilla de los De Souza: Julio y Marcelo trabajando juntos

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Trabajando
Darwin Borrelli

HISTORIAS

Hoy comparten una empresa familiar y hace unos años participaron en un programa de fútbol en las cárceles que fue un éxito y los enriqueció tanto que esperan poder repetirlo.

Julio y Marcelo De Souza trabajan en una empresa de descarga de mercadería que heredaron de su padre. En realidad el que está al frente de la misma es Jorge, otro de sus hermanos, que fue quien convenció a Julio de arrancar cuando dejó de jugar y pasó mucho tiempo sentado en su casa. Para Marcelo fue volver a la adolescencia, dado que siempre ayudó a su padre en su trabajo incluso cuando ya jugaba al fútbol.

La empresa familiar donde también trabajan seis de sus sobrinos no tiene nombre. Se la conoce como la pandilla de los De Souza. Muchas veces la gente se sorprende al verlos. Entonces, los dos exfutbolistas se pasan de charla en charla, sobre todo Julio, al que le encanta conversar; y de foto en foto. En esto le lleva la delantera su hermano menor, que no en vano fue cinco veces Campeón Uruguayo con Peñarol. Y son pocas las cajas que bajan.

“Lo que menos hacemos es trabajar. Nos ven los gerentes y nos invitan a la oficina. Es más lo que charlamos que lo que laburamos. A veces estamos bajando las cajas y nos vienen a pedir una foto. Somos los que le hacemos la publicidad a la empresa. Je”, explicó Julio.

“Yo quiero pasar inadvertido, el que habla es Julio. Pasa hablando todo el día. Yo le digo que como no lo dejan hablar en la casa, habla en el trabajo”, dijo mientras tanto Marcelo. “Es un trabajo que yo hice toda la vida porque cuando era gurí trabajaba con mi padre. También en las vacaciones, estuviera en el club que estuviera. Era costumbre”.

Julio tiene hoy 56 años y es abuelo de Catalina, de 7, y de Nahitan, de 2. Obviamente, el varón se llama así por Nández. “Me encanta ser abuelo. Es una etapa nueva, pero disfruto más a mis nietos de lo que disfruté a mis hijos. Estamos todo el día con ellos”.

Nietos
Abuelo, Julio con sus nietos, Catalina Lorena y Nahitan que hoy son la luz de sus ojos. 

Dejar de jugar no resultó fácil para el hermano mayor. “Había fallecido mi padre y mi madre se enfermó. Luego murió también. Estuve esos años ocupándome de la familia y me olvidé un poco del fútbol. Teníamos unos ahorritos y mi señora trabajaba y la gurisa también. Yo no hacía nada. Me pasaba sentado en casa. Llegó un momento en que pesaba 20 kilos más. Hasta que mi hermano me habló para empezar a trabajar en la empresa. Me di cuenta que algo tenía que hacer, empecé a cuidarme y a entrenar un poco”.

CAMPEÓN. Marcelo dejó de jugar hace tres años, pero ahora está a punto de volver en el Progreso de Canelones. “Solo jugaba algún fútbol 5 o un partido a beneficio con Peñarol. Lo más serio que jugué fue el torneo Senior el año pasado. Obvio que no soy el de antes, pero con un poco de entrenamiento me animo a jugar. Tengo un físico privilegiado y el cuerpo tiene memoria. Voy a jugar con la experiencia. Tengo ganas de volver”, dijo sobre su próxima experiencia, la que no le impedirá seguir trabajando porque en el interior entrenan dos veces por semana de noche y juegan los domingos.

No cualquiera fue Campeón Uruguayo cinco veces, lo que logró Marcelo con Peñarol. “Capaz que el que más disfruté fue el de 1999. Hice muchos goles. Fue mi mejor año y lo pude terminar siendo campeón”, explicó el exvolante cuyo fuerte siempre fue el juego aéreo. “Creo que hoy con el VAR yo no podría jugar”, admitió.

“Peñarol fue lo más importante de mi carrera porque estuve muchos años y me formé como jugador y como persona. Fue también cumplir el sueño de jugar en un grande y en el grande en el que yo quería jugar. Estaba en Racing cuando pegué el salto”, relató quien tiene varios récords en su haber.

“Anoté el último gol del Quinquenio, que me quedó grabado a fuego. Soy el que tiene más finales clásicas jugadas: cinco. Y fui el primer jugador uruguayo que hizo un gol en Irán. Son cosas que no van a cambiar”.

En el 2001 se fue al Tianjin Teda de China. “El fútbol era muy parecido y no me costó. Fui con mi familia y pasamos muy bien. China es un país espectacular, maravilloso para vivir y si tuviera la posibilidad de volver, lo haría”. En su primer año en el país asiático fue elegido entre los tres mejores extranjeros. Tuvo que volver a Peñarol porque no hubo acuerdo con su representante de entonces, pero le hubiera encantado quedarse.

de souza
Los hermanos De Souza en Regional Sur que es uno de sus mejores clientes. Foto: Darwin Borrelli,

UN DÓLAR. Julio, por su parte, elige varias etapas en su carrera: Miramar Misiones donde se crió; Defensor donde le enseñaron a entrenar mejor y se hizo conocido; Danubio donde fue muy popular y lo saludaban por la calle; y por último Wanderers. “Siempre le agradecí a Daniel Carreño que me dio una libertad bárbara. Ahí jugué como quise. Fui goleador de la B y sin tirar penales. No sé si fue porque ya estaba más grande, pero en Wanderers disfruté muchísimo”.

En 1989, cuando aún estaba en Miramar Misiones, lo vino a buscar Mandiyú de Corrientes. Le ofrecieron 5.000 dólares por ir tres meses a préstamo y le pagaban 1.000 por mes. “Yo en Miramar no ganaba ni 50 centésimos y nunca en mi vida había visto un dólar. Fui a firmar y me volví en el ómnibus con los 5.000 dólares escondidos. Cuando llegué a mi casa mi madre se puso malísima. Pensó que los había robado y me quería obligar a devolverlos. Mi padre, que era muy callado, le dijo que me dejara hablar. Entonces le expliqué que me iba a jugar a Buenos Aires”, contó riendo. "Yo me quería ir con Teresa, porque ya estábamos de novios, entonces mi padre me dijo que teníamos que ir a hablar con su padre. Lo hicimos y le di mi palabra que nos casábamos a la vuelta. Y así fue".

EN EL COMCAR. Hace un par de años Julio y Marcelo trabajaron para el Ministerio del Interior en el programa “Fútbol en las Cárceles”. Contrataban a exjugadores y los acercó Gustavo Ancheta. “Fue una experiencia que me sirvió mucho, sobre todo si el día de mañana quiero ser técnico. Para ser entrenador hay que usar la psicología y en el Comcar, donde los problemas son mucho más graves y el fútbol es el único escape al encierro, el desafío era mucho mayor”, argumentó Marcelo.

“En mi primer día me encontré solo, sin guardia policial, en una cancha rodeado de 40 personas. Éramos ellos y yo. Les puse las pautas porque estaban acostumbrados a un fútbol carcelero: a pegarse y a trasladar a la cancha los problemas de la celda. Y como yo pegué toda la vida sé cuando se pega sin querer o queriendo. Les dije que si a alguien no le gustaba se podía ir, les metí la plancha de primera. Y siempre me respetaron. Hasta el día de hoy me encuentro en la cancha con gente que entrené y me agradecen porque era lo único que tenían durante el encierro. Más allá de lo que hubieran hecho, mi trabajo no era juzgarlos, era otro”, añadió Marcelo.

"En la cárcel de mujeres pusimos a jugar, a trabajar y a estudiar a 80 mujeres. Y no reincidieron. Se pusieron a estudiar y ya no peleaban en la cárcel”, contó Julio. “Y en el Comcar, en los módulos 10 y 11 en tres meses no hubo un lío. Nos hicimos muy amigos de Luis Mendoza (Director del Instituto Nacional de Rehabilitación) y estaba loco de la vida. La idea era extender el programa a todo el país, siempre con exjugadores de cada lugar. Se cortó con Tabaré Vázquez por un tema de recorte de fondos, pero ahora hablamos con Javier García a ver si puede volverse a hacer”, agregó.

Los dos siguen viviendo en Platense, donde nacieron, se criaron y disfrutaron de la niñez en una amplia familia. Eran siete hermanos. Ellos son cinco hermanos más dos que crió su madre. “Era solo jugar al fútbol o a la paleta descalzos en la calle, o ir a la playa. Fue una niñez maravillosa, de la que tengo muy buenos recuerdos y amigos. Nunca tiramos manteca al techo, pero mis padres me dejaron buenas enseñanzas, las de luchar por lo que uno quiere”, finalizó Marcelo.

cambio de roles

Marcelo fue mascota de Julio

Se llevan 12 años. Marcelo llegó a salir como mascota de Julio cuando jugaba en Miramar Misiones y lo iba a ver siempre con sus padres. “Quería ser como él. Era un espejo a seguir. Quería subirme a un avión y ser conocido, pero por mí, no por ser el hermano de Julio. Por eso recién empecé en Racing cuando él ya se había ido. Quería ser yo. Igual, al principio fui el hermano de Julio, pero ahora él es el hermano de Marcelo. Je!”, contó el menor.

Grupo
Junto a varios compañeros. Foto: Darwin Borrelli.

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