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Los números en las camisetas que son mucho más que una simple identificación

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La 14. Johan Cruyff fue el jugador que salió de la numeración del 1 al 11. Foto: archivo.

HISTORIAS DE DOMINGO

Las camisetas numeradas en el fútbol dicen muchas cosas sobre quiénes las usan y cómo las usan. Parece mentira que en Uruguay recién se establecieran en 1950.

Los números de las camisetas están tan integrados a la organización de los equipos, la identificación de los jugadores y hasta las tradiciones del fútbol que parece mentira que durante décadas no se utilizaran. En Uruguay, donde se sigue llamando “cinco” a quien ocupa el puesto de mediocampista central y “nueve” al centrodelantero, la inscripción de las cifras en la parte posterior de las camisetas comenzó recién en 1950.

El estreno se realizó en el Mundial de Brasil, donde Obdulio Varela fue el 5, Alcides Ghiggia el 7 y Julio Pérez el 8. Al regreso, junto a la copa Jules Rimet en la valija, llegó este sistema que hoy resulta imprescindible para saber quiénes están jugando.

En el mundo la costumbre es más antigua, aunque tampoco tanto. Si bien existen datos sobre equipos que aparecieron esporádicamente con números en su uniforme en la década de 1920 ya en Australia, Estados Unidos o Inglaterra, se considera que la primera vez que se ordenó este tipo de identificación fue para la final de la FA Cup inglesa de 1933: esa vez Arsenal presentó del 1 a 11 y Sheffield Wednesday del 12 al 22. Pero el experimento fue abandonado. Recién en 1939 el fútbol inglés estableció el uso obligatorio de números del 1 al 11 para sus clubes. El estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que la norma recién se aplicara en 1945. En Argentina comenzó en 1949 y un año más tarde llegó al Uruguay.

El primer Mundial con números fue el de Brasil 1950, está dicho. A partir del siguiente la FIFA exigió que cada seleccionado presentara una lista de futbolistas numerados del 1 al 22, y que cada uno mantuviera esa identificación durante toda la copa. Lo mismo ocurrió con la Copa Libertadores, aunque allí iban del 1 al 25. Un caso curioso ocurrió con el seleccionado uruguayo en el Mundial de 1962: para evitar la supuesta mala suerte del 13, se pidió a la FIFA saltear ese número y agregar un 23. Sorprendentemente, la FIFA accedió. No sirvió de nada: Uruguay resultó eliminado ya en la primera fase.

Una imagen poco conocida del partido entre Uruguay y Suecia en 1950. El que salta es Schiaffino.
Una imagen poco conocida del partido entre Uruguay y Suecia en 1950. El que salta es Schiaffino.

En la actividad interna, sin embargo, lo habitual era usar del 1 al 11. Cuando se autorizó el uso de suplentes, estos llevaban los números inmediatamente posteriores. Y si faltaba el titular, quien jugaba en su lugar “heredaba” el número.

Para distribuir esos números, lo usual en todo el mundo fue que se trasladaran las posiciones de los jugadores en el campo. En Uruguay, donde en 1950 predominaba el tradicional “método”, o sea el esquema 2-3-5 , 2 y 3 fueron para los zagueros; 3, 4 y 5 para la línea media y del 7 al 11 para la delantera. En Argentina, donde ya se había extendido el sistema de la WM, los zagueros fueron 2 y 6 y los marcadores de punta 4 y 3. Por ejemplo, Ricardo Pavoni usaba el 3 en Independiente, pero cuando vino a defender la Selección uruguaya en 1972 vistió la casaca con el 6.

La vinculación del número con la función se hizo tan marcada que se mantiene hoy en el pensamiento de los hinchas para varios puestos: el 4 es el marcador lateral derecho, el 5 el volante central, el 9 el centrodelantero… Y se los nombra así: “¡Qué golazo hizo el nueve!”, por ejemplo.

En su primer pasaje por Defensor, el profesor José Ricardo de León se permitió una picardía : cuando le tocó enfrentar a un club grande, decidió que sus futbolistas tomaran la primera camiseta que encontraran en el vestuario. Un zaguero pudo haber salido con la 10 y un puntero con la 5. Y esa simple circunstancia complicó al rival, acostumbrado a utilizar los números como referencia.

Las cifras se estampan en la espalda de las camisetas. De ahí que en España los llamen “dorsales”. Pero cuando el Celtic de Glasgow se presentó en el Estadio Centenario para disputar la Copa Intercontinental de 1967 contra Racing argentino, el público uruguayo pudo ver una rareza: sus números no estaban en la casaca verde y blanca a franjas horizontales, sino en los pantalones, adelante y atrás. Más recientemente, la FIFA pasó a pedir un número más chico en el pecho en las selecciones nacionales.

Como de Inglaterra vienen las reglas y hasta las costumbres, en 1993 la Premier decidió que cada futbolista tendría un número fijo durante toda la temporada. Poco después, el resto de Europa copió esta medida, que al final se extendió a todo el mundo. Además de facilitar todavía más la identificación de cada protagonista, la decisión tuvo repercusión comercial: se podía vender la camiseta de una figura convocante, debidamente “autenticada” con su nombre y su número en la espalda.

Pelé con la 10 del Santos en el Centenario, en la década de 1960.
Pelé con la 10 del Santos en el Centenario, en la década de 1960.

El holandés Johan Cruyff fue pionero en este aspecto ya en sus tiempos del Ajax, donde usaba el 14. Cuando pasó a Barcelona en 1973 debió cambiarlo por el 9, pues en España era obligatorio del 1 al 11.

El 10 tiene significado propio a partir de Pelé (aunque dicen que la primera vez que lo usó O Rei, en Suecia 1958, fue por simple casualidad). La cifra pasó a identificar al más talentoso del equipo. Así ocurrió con Maradona o Messi en Argentina.

Para el Mundial 78, Argentina numeró a su plantel por orden alfabético, con lo cual la lista se entreveró. Quizás por cábala, repitió la idea en las copas siguientes, pero Maradona tuvo el privilegio de la 10, que no le hubiera tocado con ese sistema.

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