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Nacional 1955-1957: el primer equipo de autor

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El equipo campeón en Nacional de 1955: Leiva (arquero suplente), Raúl Pini, Taibo, Leopardi, Santamaría, Kirchberg (masajista), Carballo, Ramos (parados); Britos, Rodríguez Caraballo, Ambrois, Escalada y Romero (hincados). Foto: Archivo El País

HACIENDO HISTORIA

Hace 60 años, el club tricolor logró el tricampeonato uruguayo con la firma de un técnico sagaz e innovador que hizo su fama en Brasil

Cientos de obreros anónimos levantaron el Estadio Centenario en pocos meses, justo a tiempo para la primera Copa del Mundo. Entre esos trabajadores estaba un joven llegado de Cerro Largo con la intención de jugar al fútbol en la capital. La fama no lo alcanzó dentro de la cancha del nuevo escenario, pero muy pronto hizo conocido su particular nombre de pila del otro lado de la línea de cal.

Ondino Viera fue seguramente el primer director técnico-figura del fútbol uruguayo. Por supuesto, antes que él hubo otros que dejaron su marca, como el húngaro Américo Szigethi, responsable del planteo que permitió que nueve tricolores mantuvieran su arco en cero ante once aurinegros en la final de 1934. O su compatriota Emérico Hirsch, con papel importante, aunque discutido, en el armado del Peñarol 1949. Marcelino Pérez, el primero en aplicar la WM en el país antes de dedicarse de lleno al periodismo. Enrique Fernández, que trajo su experiencia de España. Pero Viera fue el primero que hizo identificar a un equipo con su nombre: el “Nacional de Ondino”, de cuyo tricampeonato uruguayo se cumplen ahora 60 años.

Después de dirigir a Nacional en los tiempos de la Máquina de 1933, se fue a Brasil, donde cumplió una larga y exitosa carrera. Su influencia táctica fue fundamental, al punto que se afirma creó la línea de cuatro defensas y con ella el sistema 4-2-4, que más tarde llevó a la selección verdeamarilla a su primer título mundial y fue base de casi todos los esquemas modernos. Pero ya entonces Viera estaba de regreso en el país: en Brasil algunos lo acusaban de haber sido espía celeste durante el Mundial de 1950.

Ondino Viera en su Nacional. Foto: Archivo El País
Ondino Viera en su Nacional. Foto: Archivo El País

Los tricolores lo trajeron en 1955, luego que Peñarol sumara dos títulos consecutivos. Y Ondino logró cambiar el estado de cosas con varias medidas que reflejaban su amplio poder de decisión, una novedad para la época. De entrada, aplicó “su” 4-2-4 y puso énfasis en la preparación física, a través del trabajo del entonces mayor del Ejército Humberto Mendivil. Dio realce a figuras del club (José Santamaría, Javier Ambrois, Walter Taibo). Promovió novatos como Walter Brienza, Roberto Leopardi y Omar Ramos, además de recuperar veteranos como Julio Pérez y Schubert Gambetta. También dio nuevas oportunidades a dos ex Peñarol en busca de revancha, Julio César Britos y Hugo Villamide, e hizo contratar valores ya reconocidos: entre ellos, Néstor Carballo y el paraguayo Juan Ángel Romero.

De esa forma, el Nacional que conquistó los Campeonatos Uruguayos de 1955, 1956 y 1957 tuvo numerosas caras, aunque siempre sobresalió la de su entrenador. Un momento clave se registró en diciembre de 1956. Ya campeón, el tricolor realizó un amistoso contra Independiente. Y Ondino colocó a una delantera casi juvenil: Héctor Pichón Núñez, Raúl Núñez, Julio Acosta, Héctor Ciengramos Rodríguez y Guillermo Escalada. Los seis goles que le marcaron a los Rojos representaron su pasaporte a la titularidad, por lo cual el entrenador renovó el equipo sin detener la marcha triunfal.

Héctor Núñez en la tapa de la revista Fútbol Actualidad.
Héctor Núñez en la tapa de la revista Fútbol Actualidad.

Unos meses más tarde, esos jóvenes fueron protagonistas del triunfo clásico que le dio a Nacional el Torneo de Honor y comenzó a definir el Uruguayo. Esa tarde, Pichón Núñez marcó un golazo para la apertura. Poco después se lo llevó el Valencia e hizo el resto de su carrera en España. Volvió mucho después como técnico del tricolor y más tarde de la Selección uruguaya.

Otra figura era Ciengramos Rodríguez, cuyo apodo lo describía perfectamente. Pese a su escaso físico, tenía una habilidad extraordinaria, no desprovista de eficacia: una vez le convirtió tres goles a Peñarol.

A mediados de 1958 Nacional realizó una gira por Europa, llegó a jugar hasta en Moscú y se trajo un trofeo tradicional del verano español, la Copa Teresa Herrera, venciendo a Flamengo de Brasil.

El ciclo de Viera en Nacional se cortó cuando empezó el de Peñarol de su primer Quinquenio, aunque las definiciones de los torneos de 1958 y 1959 resultaron apretadas.

Después, Ondino fue el técnico de Uruguay en el Mundial de Londres 1966. Su sagacidad táctica le permitió “ver” el debut contra Inglaterra en Wembley antes de jugarlo, y se lo explicó al plantel utilizando saleros y pimenteros sobre una mesa, como si fueran futbolistas en la cancha. Todo salió según lo previsto y los celestes mantuvieron el empate, único punto que dejaron los dueños de casa en su camino hacia el título.

Sin embargo, aquella Copa no terminó bien para Uruguay. La noche de la eliminación ante Alemania, Ondino desapareció de la concentración. Y regresó al país dos días después que el plantel, anunciando que presentaría un informe de lo ocurrido en una conferencia de prensa. La expectativa fue tan grande que la televisión la emitió en directo, algo inusual entonces, pero el técnico resultó parco ante los periodistas y no se aclararon todos los temas.

Su carrera, empero, se extendió mucho más. Pese a que ya superaba los 70 años de edad, tuvo tiempo para dirigir a Peñarol, formar el famoso Liverpool del ’71, irse de nuevo al exterior y trabajar con Sud América, River y Liverpool a fines de la década de 1970, cuando ya tenía ganado su lugar en la historia hacía rato.

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