Las dos primeras décadas del siglo XX marcaron el rumbo en el deporte uruguayo; promovieron el nacimiento de cientos de clubes y quedó plantada la semilla que colocó luego a Uruguay como referente mundial en fútbol, básquetbol, remo, boxeo y ciclismo.
Lejos de los tiempos de esplendor y bonanza, pese a la refundación que promovió Tabárez en la AUF, la segunda década de un siglo después, cuando los clubes comienzan a celebrar su centenario (hoy, Liverpool), el deporte uruguayo necesita reforzar aquellos pilares que levantaron aventureros y visionarios dirigentes —que se encontraron con un siglo que castigó a los europeos con guerras que detuvieron su desarrollo—, y deberán pensar en un modelo sostenible y responsable a nivel profesional y amateur. Mientras el deporte uruguayo recorrió los caminos del amateurismo, Uruguay fue exitoso. Posteriormente, el país, como organización que cobija a sus instituciones, y sus dirigentes no supieron brindar las señales para marcar el nuevo rumbo. Aunque suene utópico en un país que piensa al día y no proyecta más allá de sus narices, qué bien vendría que planteen un proyecto para los próximos 100 años. ¿Será posible?
El análisis