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Mira al horizonte

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Foto: Ricardo Figueredo

El extécnico de Peñarol asegura que no saldrá de su chacra en La Barra hasta que sus hijos empiecen la escuela o le surja un trabajo, pero tiene las valijas prontas.

Desde que regresó de Italia, el 24 de diciembre pasado, está recluido en su chacra de La Barra. Cinco o seis kilómetros camino a San Carlos. "De acá no salgo hasta que mis hijos empiecen la escuela, o hasta que me salga un trabajo", dice Paolo Montero recién llegado de la playa junto a unos amigos argentinos y su hijo mayor, Francisco.

La chacra, que el excapitán de Juventus compró hace unos seis años, está siempre repleta de amigos. "Yo no le puse ningún nombre. No me gusta. Si le pongo la Juve soy un terraja", agrega en su estilo.

Paolo se considera una persona autocrítica, pero muy positiva. Por eso saca buenas conclusiones de su pasaje por Peñarol, tanto por la Tercera División, como por Primera. "Siempre me quedo con lo mejor. La Tercera me dio la chance de estar frente a un plantel y darme cuenta si podía lidiar con 25 futbolistas. Se portaron muy bien conmigo, como también los de Primera. Lo que pasa es que cuando trabajás con jugadores que ya están hechos y que hasta son ídolos, es otra cosa. Pero también con su experiencia, me hicieron las cosas más fáciles. Tenía el plus de haber jugado con ellos, y de sentir por ellos un aprecio importante. Nunca hubo un conflicto, íbamos todos al frente, a pesar de los problemas que tuvimos en la selección", dice sobre uno de los momentos más dolorosos de su carrera. Pero vuelve enseguida a Peñarol. "Yo corrí con un plus, con el mismo que corre hoy Bengoechea. Y él más todavía, porque estuvo mucho más tiempo en Peñarol y ganó el último Quinquenio. Eso le va a facilitar muchas cosas, porque ya lo conocen. Saben cómo jugaba, lo simple y lo bien que jugaba", afirma convencido.

Es frontal y no tiene problemas en reconocer que le hubiera gustado seguir dirigiendo a Peñarol, pero no cree que el último partido que perdieron frente a Racing haya sido la razón.

"Obvio que me ilusioné con seguir. Es normal, es natural. No analizo lo del tercer partido, para mí fue un tema político. Y no lo digo como crítica. Estuve hablando con el Tío (Sánchez), y la decisión que tomaron de que volviera Diego (Aguirre) fue correcta, más con el tema político que se venía. Le dije al Tío que había actuado bien. Es cierto que después no se dio, pero de eso no voy a opinar".

Antes de las fiestas estuvo en Italia para visitar a un extécnico suyo y también para sondear un poco el ambiente. Y averiguar qué debe hacer para dirigir allí. Es más, durante su estadía recibió una oferta para dirigir a Cagliari, pero aún no está habilitado para hacerlo según las normas de la UEFA. "Estoy viendo la posibilidad de ir en marzo a hacer un master. Me arreglan para que lo haga en Torino donde tengo una casa en la que viví casi más tiempo que en Montevideo. Tengo que estar allá un mes y medio, y eso me habilita para dirigir en la Serie B. Luego tendría que hacer otro para quedar habilitado. Es un tema de UEFA, que no considera válido el título que hacés en Sudamérica, por más que es autorizado por la FIFA. Y yo lo hice acá. Podía haberlo hecho en Italia, pero bien de porfiado y banana no lo hice. De cabeza dura. Si no agarro ningún equipo acá, me voy en marzo y hago el master", contó y explicó que hoy no se ilusiona con volver algún día a Peñarol. "Estoy enfocado en otras cosas. estoy pensando en marzo. Cuando me pasa algo, no me lamento. Lo pasado lo tomo como experiencia positiva por más que haya sido negativa. Nada más. No me interesa el pasado".

Cuando Paolo decidió no volver a la Tercera de Peñarol, aún sin saber si seguiría en Primera, estaba a dispuesto a dirigir cualquier equipo uruguayo. Ahora ya no está tan convencido. "Hoy no lo sé. No lo tengo claro. Se hace difícil por todos los problemas que hay en el fútbol uruguayo. Yo, como jugador, luché por muchas cosas. Y si hoy o mañana estoy en un equipo que tiene problemas económicos y los jugadores me vienen a plantear la situación, los tengo que apoyar, obvio, pero sé que me perjudica el laburo. Si es un equipo que no tiene esos problemas, sí lo agarro. Dirigiría un equipo en el que los jugadores no tengan inconvenientes, que puedan pensar sólo en el fútbol. Esa fue la lucha que tuvimos en la selección en la época nuestra", explica y da la sensación que todavía le duele.

GRUPOS.

Si hoy mira atrás en su exitosa y larga carrera, se queda con los grupos que integró. "En Juventus y en la selección. Al de Juventus le sumaría a Barrientos, a Lavezzi, a Orión, a Saja, a Ortiz, gente que en Argentina se portó muy bien conmigo. Y al de la selección le agregaría a Fabián ONeill, a Marcelo Otero y a Gustavo Méndez. Así estaría completo".

Al pensar en lo peor de su carrera, no duda. "Quedar afuera del Mundial de Alemania 2006. Eso fue lo peor de todo. Estuve a punto de dejar el fútbol. No lo hice porque, en ese momento, San Lorenzo se había portado muy bien conmigo y yo no le había rendido porque me lesionaba mucho. Me vinieron a ver a mi casa el técnico Alfaro, que conmigo fue 20 puntos, y el presidente Sabino, para que siguiera seis meses más. Y seguí por agradecimiento".

Es imposible preguntarle a Paolo qué hubiera sido de él si no hubiera triunfado en el fútbol, porque en su cabeza nunca hubo otra cosa. "No quiero quedar como un agrandado, pero a los 14 años le dije a mi madre que iba a triunfar en el fútbol. No te preocupés, que yo voy a llegar y voy a triunfar, le decía. En mi cabeza no hubo otra cosa nunca. Tenía esa ilusión y esa idea. Y ese convencimiento fue el que me permitió llegar. Yo me lavaba los dientes, o estaba en el liceo y siempre pensando lo mismo. Estaba re convencido. Y viví para eso también".

Los días en la chacra pasan en familia con sus hijos Francisco, Alfonso y Serrana, y con muchos amigos. "Por suerte vienen muchos amigos porque si no me colgaría de uno de los muchos árboles que hay acá", bromea mientras uno de ellos prende el fueguito para tirar algo a la parrilla.

En la chacra se levanta al mediodía, salvo que le toque ocuparse de la más pequeña de la familia, Serrana, de ocho meses. Si la que se ocupa es su esposa Patricia, sigue de largo.

Su padre suele darse una vueltita por La Barra. Julio Montero Castillo y su hijo son muy diferentes, pero se llevan muy bien. "No choco con mi padre porque él es así y lo acepto de esa manera. Y eso es lo que más me gusta, que es como es, no anda con vueltas. Es como dice la gente: El Mudo es así. Mi padre será como será, pero no es traidor y lo quieren en todos lados. Yo ando con él por la calle y lo saluda todo el mundo. Muchos más a él que a mí, ¡olvidate! Y lo bueno de él, es que lo saluda tanto el cuidacoches como el que vive en el edificio. Y él los saluda a los dos de la misma manera. Y esos son aprendizajes".

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Foto: Ricardo Figueredo

PAOLO MONTEROSILVIA PÉREZ

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