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"Si me das a elegir, bohemio siempre"

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Gaston Machado fue entrenador de Wanderers.
Gaston Machado fue entrenador de Wanderers.
Foto: archivo El País.

Gastón Machado, el DT que tiene a Wanderers puntero, era el clásico “diez” destinado a seguir fomentando el buen fútbol que aprendió en la frontera.

Gastón Machado habla pausado y reflexivo, meditando siempre cada palabra antes de pronunciarla y buscando llegar a cada respuesta de la mejor forma posible. Detrás de su mirada profunda y curtida, de esas que parecen que con un sólo vistazo al cielo son capaces de saber si por la tarde habrá que utilizar paraguas, se esconde un hombre que, como tantos, entregó su vida al fútbol y que hoy disfruta su dulce momento entrenando al puntero del Torneo Apertura. "Me sobran dedos en una mano para contar los momentos de alegría que me dio el fútbol. Pero sí te digo que, si me das a elegir, recorrería el mismo camino".

Una trayectoria como futbolista que llevó al hoy DT de Wanderers a debutar en Primera con apenas 15 años en su ciudad natal, Rivera, a la que siempre regresó después de sus aventuras capitalinas, como su etapa en Danubio, y también en tierras brasileñas, donde militó en clubes como el Esportivo Bento Gonçalves y el Mogi Mirim. "Digamos que era un 10 clásico", se autodefine antes de explicar por qué su vida en la frontera marcaría para siempre su estilo. "Teníamos la influencia de un fútbol diferente al que se jugaba aquí. Fuimos criados viendo fútbol brasileño: no se agarraba la TV uruguaya pero sí la señal de O Globo. Los volantes de la frontera eran diferentes, con otra madurez conceptual en relación a un fútbol con asistencia de gol. El diez tenía que tener gol y pase de gol", narra Machado, que también es capaz de rememorar los golpes que sufría: "Se pegaba mucho en esa época", sentencia mientras levanta su pierna derecha y muestra las tres enormes cicatrices que pueden dar fe de ello. "Tuve tres operaciones de rodilla, de los ligamentos cruzados", pero aún así logró recuperarse, al menos para poder jugar junto a su hijo mayor, cuando éste tenía 16 años y él 37. Gastón colgó las botas y pasó a ser el entrenador, una experiencia que le hizo crecer al verse ante la situación de dirigir a su primogénito. "Si había que impartir justicia tenía que partir por la injusticia de poder desnivelar la balanza en contra de mi hijo y no a favor", recuerda.

Esta sensatez que muestra Machado en sus razonamientos es la misma que reconoce que le faltó en algunos momentos de su carrera, en los que interpretó mal la rebeldía frente a entrenadores o dirigentes. "Era muy autónomo y cuando torcía la cabeza no había vuelta atrás". Él mismo da la receta que utilizaría en caso de encontrarse con un jugador que fuese como él. "Tendría que tener la capacidad de poder seducirlo para marcarle el camino, pero principalmente caminando delante de él". Sus éxitos actuales cobran todo el sentido al saber que Machado fue el coordinador de las categorías inferiores bohemias desde 2007, donde tuvo planteles campeones con jugadores que hoy son muy familiares. "Yo estuve en ese cargo hasta marzo de 2011. Fue un trabajo con muchísimos recursos logísticos y humanos, con categorías sub 17 y sub 19 que fueron campeonas, de las cuales salieron jugadores como Maxi Rodríguez, Guzmán Pereira, Santiago Martínez, Albarracín, Colombino, Maxi Olivera, Matías Santos... Toda esa cantera inagotable que tiene Wanderers pasó por ese proceso", recuerda Machado, que regresó al Prado cuando Alfredo Arias le abrió las puertas para dirigir a la Tercera, lo que recuerda como un "gesto noble" en un mundo "ingrato" como el del fútbol. Tras su marcha le ofrecieron el cargo y sólo lo aceptó después de hablar con su predecesor. "Los dirigentes apostaron —creo— más que por mi capacidad, por alguien de la casa y con un conocimiento cabal de este club, ahorrándose el tiempo de adaptación", se sincera el técnico, admirador de nombres como Menotti o Telé Santana y consciente de que en pocos clubes mejor que en Wanderers podría poner en práctica ese juego que heredó de la frontera. "En Wanderers siempre se jugó bien al fútbol. Desde las épocas de Etchegoyen, Castelnoble, Capitano, Carreño... si algo heredó esta cantera es el buen pie en el mediocampo. Alfredo le dio un toque especial y mi llegada me permite, en base a esos antecedentes, poder plasmar una idea en un club que tiene un paladar especial: que por encima de ganar está jugar bien".

Machado se siente tan a gusto en el bohemio que ni la llamada de un grande podría tentarlo. "La vida me dio la oportunidad de llegar a Wanderers hace casi 10 años. Ojalá me la hubiese dado hace 40. Si me das a elegir, te digo de corazón que me quedaría toda mi vida aquí".

¿Y con qué sueña entonces el timonel bohemio? "No te digo que no sueñe, pero soy más realista. Tengo una obligación con este club: conseguir dejarlo en un lugar de privilegio, lejos del descenso. Todos los días trabajamos con el objetivo de sumar puntos. Lo que esa suma pueda traer al final, bienvenido será", termina Machado, que sabe lo suficiente de este deporte como para perder la cabeza por este feliz momento que vive junto a su equipo.

El cuidado del Viera es la base para jugar bien.

Mientras el DT atendía a Ovación, el operario al cargo del césped del Viera retocaba el terreno de juego, uno de los mejores del medio hoy. "La identidad del club nos obliga a tener una buena cancha. Han mejorado mucho el estado de muchas y por ello el propio juego. El espectáculo que se brinda es mejor que el de hace 20 años", comenta Gastón.

Un par de cosas en común... ¡con Rivaldo!

Gastón Machado y Rivaldo tienen dos puntos en común: el primero, que ambos jugaron en el Mogi Mirim, uno de los clubes de formación del crack paulista y que él mismo preside actualmente. El segundo, que los dos pudieron jugar junto a su hijo antes del retiro.

Una linda aventura entre Paraguay y Bolivia.

Tras su salida de Wanderers en 2011 y antes de su regreso, Machado fue invitado por su amigo el "Chavo" Díaz para acompañarle tres meses en el Guaraní. Después se fueron juntos un año al Club Blooming, donde aprendieron a jugar ante un enemigo terrible: la altura, cómo afrontarla y cómo preparar a los suyos.

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