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Maradona, Kempes, Garrincha y Ronaldinho pudieron jugar en clubes uruguayos

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Diego Maradona

HACIENDO HISTORIA

Un repaso a las estrellas internacionales cuya llegada gestionaron Peñarol y Nacional en algún momento

a actuación de José Manuel Moreno en el Defensor de 1952, mencionada en esta página hace dos semanas, trajo a la memoria los casos de supercracks extranjeros que pudieron defender a clubes uruguayos pero cuya anunciada incorporación no se concretó, por una razón u otra. O tuvieron una presencia fugaz, que despertó ilusiones no concretadas.

Por supuesto, hubo uruguayos que fueron verdaderas figuras mundiales, pero en este repaso están fuera de concurso, lo mismo que los extranjeros que por sus importantes campañas se identificaron plenamente con los colores de algún club local, desde Domingos da Guía a Alberto Spencer.

Por Peñarol pasó brevemente y sin mayor notoriedad Léonidas da Silva, considerado el mejor futbolista brasileño antes de la aparición de Pelé. Llegó muy joven (19 años) en 1933, cuando el naciente profesionalismo atrajo a varios foráneos, pero no pudo afirmarse como titular y volvió a su país. En 1938, Léonidas sería el goleador del Mundial de Francia.

Raimundo Mumo Orsi, argentino nacionalizado italiano, fue campeón del mundo con la Azzurra en 1934 y vicecampeón olímpico por la albiceleste en 1928. Y con la camiseta de Juventus ganó varias veces el Scudetto. En enero de 1938 jugó por Peñarol el Torneo Nocturno de verano, pero al final no arregló su contrato y se marchó al Flamengo. Tenía entonces 37 años.

En la década de 1950, Nacional estuvo a punto de traer a dos figuras de los dorados años 40 argentinos: Norberto Tucho Méndez y René Pontoni. El primero llegó a jugar amistosos pero no se incorporó porque en su puesto estaba el ascendente Javier Ambrois, Pontoni, en tanto, tenía una grave lesión de rodilla y no superó el examen médico previo.

El brasileño Garrincha fue, quizás, el mejor puntero derecho de la historia. Para algunos cariocas fue superior a Pelé. Pero en 1968 era menos que la sombra de sí mismo, afectado por las lesiones y especialmente por el alcoholismo. Un contratista lo trajo a Montevideo porque Nacional buscaba puntero derecho. El presidente Miguel Restuccia lo recibió en la sede y el jugador pasó la prueba médica. Pidió mil dólares de prima y 500 de sueldo, sumas importantes entonces, pero no llegó ni siquiera a practicar con el equipo, pues regresó imprevistamente a Brasil. Eso hizo que Nacional desistiera de la contratación. Garrincha intentó luego en Boca, donde tampoco tuvo suerte.

A fines de los 60, el contador José Pedro Damiani se postuló a la presidencia de Peñarol por primera vez. Para sacudir el ambiente, prometió que si era elegido iniciaría gestiones por Franz Beckenbauer, el astro alemán. Una idea así hoy provocaría asombro y chanzas, pero en esa época el poderío de los clubes grandes llevaba a imaginar contrataciones alocadas. No pasó claro, de una promesa de campaña...

Otro goleador mundialista que pudo jugar los fines de semana en el Estadio Centenario fue el argentino Mario Kempes, que se probó en Nacional a comienzos de 1973, cuando era un juvenil desconocido fuera de Córdoba. Pero no quedó. Existen dos versiones sobre eso. Una, que el entrenador a cargo de la prueba lo rechazó por considerarlo “un gordito”. La otra, que sí llenó el ojo de quien lo examinó, pero la familia no quiso que se alejara de su país tan joven. Cinco años más tarde sería el máximo artillero del Mundial 78.

Paulo Silas, que había jugado con la selección brasileña el Mundial de Italia 90, pocos meses después apareció en Central Español. Fue un milagro atribuible a la complicada ingeniería de los “pases puente”. Pese a su elevada cotización, no se hizo problemas y jugó tres partidos, antes de enrolarse en el Cesena italiano. Dejó un grato recuerdo entre los palermitanos.

A comienzos de 1997 se anunciaba que Diego Maradona jugaría en Peñarol. El propio Diego lo afirmaba y Gregorio Pérez había dispuesto todo para que se integrara al equipo que iba por el segundo Quinquenio. Pero, como suele ocurrir en el universo Maradona, de un momento a otro su llegada se cayó, debido a dilatorias del propio futbolista, que pareció más interesado en regresar a Boca Juniors. En su lugar fue contratado Juan Carlos de Lima, de gran rendimiento. Mientras tanto, entre nuevos controles positivos y otros problemas, Maradona dejó el fútbol ese año.

No fue la única vez que Maradona pudo desembarcar en el fútbol uruguayo. Un año antes, cuando todavía estaba suspendido por su dopaje en el Mundial 94, se lo vinculó a un grupo empresarial que supuestamente iba a invertir en Sud América. Sí, a la vieja IASA. Quedó en la nada también.

El último supercrack que pudo venir al fútbol uruguayo fue Ronaldinho, a comienzos de 2017. Dirigentes de Nacional tuvieron conversaciones con el representante y hermano del jugador, Roberto Assis Moreira. El plan involucraba mucho dinero, incluso se habló de alquilarle una casa en Carrasco, pero eran demasiadas erogaciones por un futbolista que, se sospechaba, ya había entrado en su ocaso. En 2015 había defendido a Fluminense, donde le cancelaron el contrato por bajo rendimiento, tras lo cual estuvo sin club. Y de hecho, no volvió a jugar oficialmente tras el fugaz interés de Nacional.

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