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Maracaná: Caro, glorioso... y abandonado

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Foto: Reuters.

Después de su remodelación que costó 400 millones de dólares, nadie se hace cargo del estadio.

Por algún sitio, entre el césped ya amarillo y las redes a medio descolgar, andará él, con su sábana celeste, inamovible de su lugar en la historia, más ligado al estadio que sus propias columnas y gradas, que fueron demolidas y reemplazadas por otras para el Mundial 2014. Pero por Maracaná vaga hoy otro fantasma, el del abandono, rodeado por los espectros ambulantes de la corrupción, la desorganización y la desidia que rodean la vida política y futbolística de Brasil.

En los primeros días de enero, un equipo del diario O Globo ingresó al glorioso estadio, sede de dos ediciones de la Copa del Mundo y una de los Juegos Olímpicos, para encontrar el recinto sucio y desastrado, mientras a su alrededor se libra una batalla en la cual las partes solo repiten: “No es asunto mío”. Las multitudes que lo colmaban fueron reemplazadas por un montón de gatos que encontraron en las tribunas vacías un hogar amplio y cómodo.

La descripción del lugar resulta patética: vidrios rotos, puertas que no cierran, agujeros en la pared, basura acumulada desde el último partido allí disputado (el “Jogo das Estrelas”, organizado por el ex crack Zico el 28 de diciembre). La cancha adquirió un tono amarillento, ya que nadie riega el césped. Claro, el estadio no tiene agua. Tampoco energía eléctrica. Faltan siete mil butacas. Y otras que se fueron reemplazando luego de los Juegos Olímpicos no respetaron el diseño original que formaba un mosaico de colores, por lo cual de lejos lucen como remiendos. Los palcos privados están vacíos y algunos parecen haber sido saqueados. Incluso se robaron el busto de Mário Filho, el periodista que da nombre oficial al complejo deportivo.

Todo esto, tres años después de una completa remodelación, que significó la demolición de buena parte de la estructura original para volverla a levantar, a un costo de 400 millones de dólares, pagados con fondos públicos. Un porcentaje de la suma quedó en bolsillos de funcionarios corruptos, según se ha denunciado.

Detrás de esta situación de abandono del que fuera alguna vez el estadio más grande del mundo hay un conflicto empresarial y político. Tanto el gobierno del estado de Río de Janeiro como la firma concesionaria Maracaná SA. dicen no tener responsabilidad sobre la conservación del estadio. Y ambos le echan la culpa al Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Río por no haber completado el retiro de todos los elementos utilizados para esa competencia. En esa situación, Maracaná SA se niega a tomar posesión de las instalaciones, ya que afirma no se está cumpliendo la exigencia principal del contrato que autorizó su utilización, que era devolverlo en las mismas condiciones en las que se entregó.

El Comité Río 2016 admite sus omisiones, pero argumenta que tiene muchas deudas para pagar, entre ellas el reembolso del dinero por las entradas devueltas por sus compradores. Curiosamente, en los últimos meses hubo algunos partidos de Flamengo, Fluminense y Vasco da Gama, pero fueron autorizados a usar el estadio de manera informal.

Los actores

El consorcio Maracaná SA está formado por la firma Odebrecht, con un 95% de participación, en tanto la estadounidense AEG posee el resto de las acciones. Odebrecht anunció hace tiempo que pretende desvincularse de la concesión del estadio y, de hecho, ya no se ocupa de su mantenimiento: retiró a sus funcionarios que todavía trabajaban allí y dejó de pagar la luz y el agua.

La decisión de abandonar el estadio se origina en lo que denuncia como un cambio en las condiciones de la licitación. La empresa pretendía demoler el estadio de atletismo y el parque acuático que forman parte del complejo para levantar allí un shopping con su estacionamiento, única forma de obtener lucro si se cumplía con el plan de inversiones por 600 millones de reales (unos 186 millones de dólares) previsto en la licitación.

La presión popular llevó al entonces gobernador de Río, Sergio Cabral, a impedir esas demoliciones. Odebrecht asegura que ello le ocasionó pérdidas por el equivalente 53 millones de dólares.

Para volver más oscuro el problema, Odebretch -un gigante de la construcción presente en 27 países- está en el ojo de la tormenta por denuncias de corrupción. En diciembre pasado, el Departamento de Justicia de Estados Unidos informó que 12 países (la mayoría latinoamericanos) habían recibido millonarios sobornos por parte de la empresa a cambio de contratos. En Brasil, es uno de los nombres mencionados en el escándalo de Petrobras. Uno de sus fundadores, Marcelo Odebrecht, fue condenado a más de 19 años de prisión en su país por crímenes de corrupción pasiva, asociación criminal y lavado de dinero.

Las propias obras de remodelación de Maracaná están siendo investigadas por la Justicia, ya que se estima que costaron el doble de lo previsto inicialmente. El exgobernador Cabral se encuentra preso, acusado de haber recibido coimas de constructoras en al menos tres grandes proyectos realizados durante los ocho años de su mandato: el Arco Metropolitano, el programa de crecimiento de las favelas y la reforma del Maracaná. Recibía, según la fiscalía, el 5% de cada contrato, con lo cual embolsó unos 66 millones de dólares.

Pero no fue el único que “mordió”: el testimonio de un ejecutivo de la empresa asegura que también se pagaron comisiones a miembros del Tribunal de Cuentas del Estado.

El futuro

En esta situación, ¿se volverá a jugar al fútbol en Maracaná algún día? Hay movimientos en este sentido del gobierno estadual y de algunos clubes cariocas. Las autoridades encomendaron un estudio de viabilidad para una nueva licitación del estadio que no incluya la construcción de un shopping. Dos consorcios internacionales se mostraron interesados en gestionar el complejo deportivo. Por un lado, la empresa británica de marketing deportivo CSM, la francesa GL Eventos y los administradores del estadio del Ajax de Holanda; por otro, las compañías Lagardère y BWA, que ya gestionan estadios en Fortaleza y Belo Horizonte.

El gobierno estadual analizará si estos grupos están económica y técnicamente habilitados para hacerse cargo de Maracaná. Si resultan aprobados, cada uno podrá negociar con Odebrecht la venta de los derechos sobre el estadio.

Mientras tanto, la Federación de Fútbol de Río convocó a una reunión de clubes la semana que viene para debatir el problema. El equipo más popular de Río, Flamengo, ya ha mantenido conversaciones con CSM para el caso que asuma la concesión. En ese caso disfrutaría de algunas ventajas, como disponer de todo lo recaudado por venta de entradas. Sus dirigentes aseguran que no volverán a jugar en Maracaná si la concesión recae en Lagardère y BWA. Incluso tienen un plan para construir un estadio propio en Barra da Tijuca. Otro de los grandes de Río, Fluminense, se mantiene en silencio.

“Ante las recientes y preocupantes noticias sobre el estado del Maracaná, la Federación considera que, en un movimento de unión entre los clubes, es preciso actuar para reabrir y devolver el templo del fútbol carioca y mundial a su verdadero propietario: el hincha”, señaló el organismo en un comunicado. Estadio de Maracaná, Corrupción en Brasil

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