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Maracaná: Los accidentados primeros pasos hacia la gloria

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Romeo Vázquez

HACIENDO HISTORIA

En el verano de 1950, la Celeste ya había iniciado una larga pero caótica preparación, por lo cual desfilaron nada menos que 84 jugadores... ¡más un árbitro y un hincha!

Los veranos eran largos para el fútbol de la década de 1950. Tras el fin del Campeonato, se ingresaba en un receso que llegaba hasta el otoño. Los aficionados solían entretenerse con los torneos nocturnos barriales, estrictamente amateurs, aunque a veces aparecían cracks de primera división. Así ocurrió también en enero y febrero de 1950, con una diferencia: entre el calor y la despreocupación del ambiente nació el Uruguay campeón del mundo en Maracaná.

A veces se piensa que para un equipo una buena preparación significa una larga preparación. Hace 70 años, el seleccionado celeste inició sus entrenamientos con vistas al Mundial con una anticipación de ocho meses, pero sería desacertado afirmar que esa fue la razón del triunfo: los trabajos resultaron durante mucho tiempo casi informales, caóticos y desorganizados, lo cual mereció las críticas casi constantes del periodismo.

Por varias semanas esos trabajos se limitaron a “picados” entre los muy numerosos futbolistas citados, a las órdenes del preparador físico Romeo Vázquez, pues el plantel tuvo director técnico definitivo (Juan López) a 20 días del viaje a Brasil. Debe aclararse sin embargo que Vázquez también ejerció como técnico en varias etapas de su carrera.

El “proceso”, por llamarlo de algún modo, comenzó en realidad el 16 de septiembre de 1949, cuando la AUF formó su Comisión de Selección, un grupo de dirigentes que se encargaba de todo lo vinculado al tema, incluyendo la designación del técnico y el plantel. Tres días más tarde se nombró una Comisión de Asesoramiento, formada por exfiguras como José Nasazzi, Alfredo Zibechi y Peregrino Anselmo, que se dedicaban esencialmente a observar jugadores. Y el plan siguió adelante con el nombramiento de Pedro Cea como técnico y Vázquez como preparador físico.

Ghiggia con sus compañeros de Maracanazo. Foto: archivo El País
Ghiggia, Julio Pérez, Míguez, Schiaffino y Vidal, la delantera que inició el Mundial.

Sin embargo, Cea renunció poco después en medio de discusiones entre los clubes grandes (todo el camino hacia Maracaná estuvo lleno de piedras colocadas por esas eternas controversias). Sin embargo, casi por inercia el seleccionado siguió su marcha, con esas prácticas informales pautadas por la gran cantidad de convocados.

Según un estudio del periodista Atilio Garrido -presidente de la Asociación de Historiadores e Investigadores del Fútbol Uruguayo (AHIFU)- para su libro "Maracaná, la historia secreta" (2013), un total de 86 jugadores participaron en esas prácticas. Eso incluyó a algunos juveniles, un árbitro e incluso un aficionado anónimo que un día fue llamado para completar uno de los equipos del “picado”.

“Si van solo 22 a Río, no hay por qué probar a sesenta (jugadores), pongamos por caso. Y si Schiaffino es el mejor entreala zurdo, no sabemos a qué viene eso de citar a casi todos los entrealas zurdos de nuestro país”, escribió Davy en El País.

Casi siempre los movimientos eran en el Estadio Centenario (hubo alguno en el Parque Central), con puertas abiertas al público, aunque en algunas ocasiones se cobró entrada. Una curiosidad adicional es que al realizarse las convocatorias se solicitaba a los jugadores que llevaran su propio equipo deportivo, salvo la camiseta.

La razón de esa anticipación es que se suponía que las eliminatorias para Brasil 1950 se realizarían en marzo y en Montevideo, pero la confirmación se demoraba. Las idas y vueltas sobre el tema estaban en las páginas de los diarios aquel verano, junto a los avances en la construcción del Estadio Municipal de Río de Janeiro, pronto conocido como Maracaná. Después aparecieron competidores a la sede de Montevideo: Guayaquil y Santiago de Chile. Algún comentarista sugirió no concurrir al Mundial si no se atendía la postura uruguaya. Hoy cabe decir: menos mal que no se adoptó esa postura. Por otra parte, al final no hubo eliminatorias sudamericanas debido a la deserción de varios países.

Al mismo tiempo, dirigentes, hinchas y prensa observaban con preocupación el éxodo de cracks a Colombia, cuya liga “pirata” contrataba jugadores sin pagar transferencias. En febrero se fueron varios titulares de River, así como Alcides Mañay de Defensor y Raúl Pini de Nacional, este último potencial titular en el Mundial. Y se mencionaba que podrían agregarse otras primeras figuras.

Ese mes de febrero, dirigentes de la AUF concurrieron a la Casa de Gobierno para solicitar al presidente Luis Batlle Berres asistencia económica del Estado para la preparación del equipo y el viaje a Brasil.

Los diarios criticaban lo que ocurría en las prácticas porque no se apreciaban progresos. Para colmo, las ausencias (justificadas por lesión o sin previo aviso) se multiplicaban. El 4 de marzo, por ejemplo, apenas nueve futbolistas concurrieron al Estadio. Eso llevó a que la AUF advirtiera que en el futuro eliminaría del plantel a los ausentes.

El 13 de marzo se nombró como director técnico a Enrique Fernández, recién llegado de España donde había dirigido a Barcelona. Seis días después, en el primer amistoso, se perdió 2-1 con el muy modesto Sport Clube de Pelotas. El periodismo denunció que varios jugadores parecían excedidos de peso.

El 24 de marzo, Fernández renunció, tras ser contratado por Nacional. El seleccionado volvía al punto de partida. La gloria, sin embargo, esperaba empecinada en Maracaná.

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